Por Mariano Casas Di Nardo
IG @marianocasasdinardo
La única certeza de la noche, era el virtuosismo que se iba a ver sobre el escenario. Que la obra estuviese interpretada por el Ballet Contemporáneo del Teatro San Martín, ese que dirige Andrea Chinetti, era un seguro de calidad. El resto, un rompecabezas de diversos diseños que podían encajar a la perfección o quedar inconexos. Y ahí es donde juega el acto de fe del espectador de ir a un teatro; en este caso, el maravilloso Coliseo, perteneciente al Palazzo Italia, a ver qué le deparará la noche: si el cielo o el infierno, si la locura artística que atrapa o el bostezo intermitente.
La propuesta era inquietante. Un homenaje a la icónica figura tanguera del disruptivo compositor Eduardo Rovira, bajo el tamiz artístico de la directora y coreógrafa Lisi Estaras, una argentina que vive desde hace años en Bélgica y que, desde esa tierra, se trajo la pista de la banda que le dio música a la pieza, Sónico, liderada por el talentoso Gabriel Chwojnik.
El escenario no daba muchas pistas. Unas piedras gigantes a los costados, como si fuera una tierra destruida por un meteorito o una pandemia. Sí había soledad, olvido y tristeza. Mientras que el programa de mano regaba el panorama con mayor incertidumbre, profundizando en el legado de Rovira, y no contando el cuentito sobre qué se iba a ver. Algo podía entenderse, el “2050” del título entre paréntesis, nos llevaba a un futuro distópico y/o decadente. En ruinas o al menos, en crisis.
La obra inicia con una especie de marcha con la cadencia de la animación de “Another Brick In The Wall” de Pink Floyd, pero más sufriente y aletargada. Un total de 24 bailarines van apareciendo con un líder que alza una bandera gigante. Revolución, reivindicación, sobrevivencia o lo que sea, como consecuencia del caos ya planteado. Y los primeros acordes del recuerdo de Rovira comienzan a entrelazar a esos cuerpos deambulantes con el espacio.
La consigna al parecer es clara: todo el escenario será utilizado, en todos los bailarines se contará una historia y el espectador será quien dirigirá su propia obra, y pondrá el foco en lo que más le atraiga, como si fuera el propio iluminador. La fotografía completa es imposible de ver, porque Estaras toma envión en los primeros minutos y después va toda la obra a mil por hora. Si el cine es 24 cuadros por segundo, el arte de esta directora de pura vanguardia, es de 24 cuadros separado por segundo, multiplicado por la misma cantidad de artistas.
A este imaginario mundo musicalizado por Rovira e interpretado por bailarines de líneas tan perfectas como deformes, Estaras lo pasa por el tango, el tecno, el folklore y la fusión más ecléctica de ritmos. El desgaste físico del grupo es algo pocas veces visto en un escenario. No paran de moverse en los 70 minutos que dura la obra, con verdaderas performances que unen la acrobacia, el contemporáneo, algunos pasos de clásico y hasta el contacto improvisado, al borde de la pelea callejera. Del movimiento puro y estilizado, al pantano de los cuerpos sucios en un constante vaivén enardecido. Si bien toda la puesta intimida, la escena de ira/pasión/odio entre David Millán y Catalina Weber, paraliza. Y aunque es injusto no nombrar a todos sus protagonistas, algunos se vuelven hipnóticos, ya sea por estética, rol, despliegue o energía, como es el caso de Manuela Suárez Poch, Antonella Zanutto, Constanza Agüero Gariboldi, Alejo Herrera y Benjamín Lameiro.
“Pasos en la noche (2050)” no es una obra necesaria, tampoco popular y mucho menos imprescindible para la cartelera teatral porteña, pero qué bien le hace a la cultura que haya testimonios de esta magnitud abiertos al público. Desde ya que no es elitista, pero sí exclusiva, al menos para mentes abiertas y permeables a nuevas experiencias. El final es altamente inquietante, perturbador y hasta se podría decir, inolvidable, aunque más no sea en el corto plazo. El mundo como lo conocíamos dejó de existir y solo queda el renacimiento, tanto de los cuerpos como del alma. Según la óptica Estaras.
ÚLTIMAS FUNCIONES
Jueves 11 y viernes 12 de septiembre - 20 hs
Teatro Coliseo - Marcelo T. de Alvear 1125, CABA
Entradas en Ticketekar y en las boleterías del Teatro San Martín y del Teatro Coliseo
Coreografía y dirección general: Lisi Estaras
Asistencia coreográfica del Ballet: Elisabeth Rodríguez y Melisa Buchelli
Música original: Gabriel Chwojnik
Temas: Eduardo Rovira interpretados por Sónico
Diseño de escenografía: Kirka Marull
Diseño de vestuario: Belén Parra
Diseño de iluminación: Adrián Grimozzi
Dramaturgia: Victoria Roland, Sara Vanderieck
Asistencia de dirección: Elie Tass
Colaboración artística: Ido Batash
Realización de video: Ariel Chwojnik, Nicolás Coquet
Asistencia de vestuario: Lara Stilstein
Asistencia de iluminación: Federico Romero