Actividad Mental, de Luis Garay

Autoría: Lucila Shmidt

El siguiente texto forma parte de un trabajo de investigación realizado por Lucila Shmidt, sobre las nociones de abstracción perceptual e imaginario social, y su manifestación en las relaciones comunicacionales que se establecen en las distintas prácticas que conforman el campo de la danza contemporánea en Buenos Aires. Las mismas son observadas a partir de los encuentros del grupo de estudio en Danza y Comunicación. En este caso, hemos elegido uno de los ensayos de la última creación de Luis Garay, Actividad Mental, presentada en el FIBA recientemente.



ANÁLISIS DE ENSAYO


A partir de la observación del ensayo de Luis Garay, puedo afirmar que el concepto de abstracción se hace presente en todo momento.

Sabemos que al percibir, lo hacemos de manera abstracta, es decir que es la forma lo que percibimos en primer lugar. En otras palabras, es lo general, lo que queda en nosotros a partir de la percepción de un objeto, ya que con una voluntad que no es la del “yo”, nuestra percepción hace foco en aquello que le llama la atención.

Ahora bien, al entrar en detalles, al particularizar cada vez más, esa forma pasa a ser un proceso intelectual porque inconscientemente le estamos otorgando una intención o un sentido a lo percibido. Esto mismo sucede cuando queremos analizar lo visto –y percibido-. Toda esa abstracción perceptual, esas imágenes amplias, generales, hasta difusas, comienzan a acortarse, detallarse, esculpirse, estrecharse, organizarse, delimitarse y cerrarse, para poder encontrar así un sentido, un significado.

Esto mismo experimenté al analizar distintas situaciones observadas en el ensayo.

Al elegir una situación y comenzar a poner mi foco de atención en diferentes detalles para poder encontrar así posibles relaciones entre las personas y los objetos, el espacio, los desplazamientos, etc, experimenté este proceso de ir desde lo general hacia lo particular. Podría decir que dicho pasaje me remitió a la relación que se da entre fondo y figura, o en otras palabras, entre la percepción (que siempre es subjetiva) y el proceso intelectual (entendiendo que tanto la subjetividad como el razonamiento intelectual, son producciones sociales).

Es curioso pensar que si lo observado generaba en mí distintas ideas e interpretaciones (que surgían a partir de mi “propia” percepción), a la hora de querer transmitir esas ideas pensando en un ser otro quien seguramente también experimentó este recorrido o proceso subjetivo-intelectual, descubrí que seguramente mis interpretaciones no coincidirían con las de él, por anclarme en mi subjetividad y por presentar interpretaciones que en tanto tales, son “cerradas”. 

Y aquí es donde volvemos a la idea de abstracción antes mencionada. Porque si yo repienso esas ideas y ese primer impulso que me llevó a pensar en las mismas, vuelvo a conceptos más amplios, generales y abstractos como tiempo, espacio, recorrido, compañía o relación, en lugar de reloj, péndulo, soporte, obstáculo o chapoteo, por mencionar algunos. ¡Cuánto más interesante que resulta! Cuántas más posibilidades de análisis y lectura brinda; posibilidades de interpretaciones, significados, y, sobre todo, cuánto aporta y suma al otro, quien quizás no tuvo las mismas percepciones que yo, pero sí otras. 

Por eso encuentro este análisis interesante, útil y provechoso, por el hecho de generar posibles intercambios y diálogos, para poder así corrernos de la vivencia puramente personal e individual y llegar a comunicarnos e interactuar con el otro o con los otros.

Este lugar más general, más abstracto, en una puesta en escena, se convierte en un sentido difícilmente interpretable por distintas subjetividades. Por el contrario, hay situaciones que poseen una mayor estructura al tener estrecha relación con el imaginario social, y por esto son más accesibles.

En consecuencia, desde una estructura compositiva que podría consistir en elegir 5 situaciones específicas y ordenarlas de mayor a menor estructura sígnica, considero que el momento en el cual uno de los chicos se encuentra gritando tapando y destapándose la boca, es un claro ejemplo de lo que podría constituir un primer momento en la composición.

En el imaginario social, el grito inmediatamente lleva al espectador a estados como euforia, desesperación, miedo, peligro, susto o alegría, entre otros. Por otro lado, la acción de la mano remite a situaciones como la obstaculización, el bloqueo, el cortocircuito, la interferencia, el ahogo o por el contrario escape, explosión, transmisión, etc.

Por otro lado, la situación en que Florencia Vecino y otro de los chicos caminan a la par unidos por un palo de madera que sostienen entre los dos con sus caras, conduce inmediatamente a pensar en cosas como conexión, unión, comunicación, escucha, acompañamiento, lazos, relación, etc. Con lo cual podría resultar más fácil acceder a las significaciones desde el imaginario social –compartido por todos-.

No tanto así sucede en el momento en el cual uno de los chicos se encuentra sentado sobre un bloque de telgopor, murmurando palabras entre dientes. En ese entonces comienza a darse un quiebre o bisagra entre el comprender y el no comprender, ya que por un lado entendemos que el chico murmura y emite sonido con su voz, sabemos que está diciendo palabras pero no llegamos a entenderlas con claridad absoluta. No se puede terminar de identificarlas para darle un sentido a aquello que sucede, por lo que se vuelve necesario buscar en los imaginarios individuales otras posibles interpretaciones.

Luego, considero que la situación en que uno de los chicos coloca su cabeza sobre una pila de piedras, arrodillado en el suelo, y finaliza la acción poniendo una piedra sobre su cabeza, muestra una acción muy puntual y precisa, pero a la hora de analizarla es muy abierta en posibilidades porque no nos remite en primera instancia a alguna significación de nuestro imaginario social; es necesario pensar y buscar entonces posibles interpretaciones.

En último lugar, considero el momento en que uno de los chicos se encuentra balanceando una cuerda con un peso en su extremo, trazando un recorrido circular alrededor de su cuerpo al ir cambiando esta cuerda de una mano a la otra. Si bien la situación anterior era abierta, teníamos elementos precisos y cerrados en su estructura sígnica como lo son las piedras que, por sus características tales como la dureza, su contextura, su forma cuadrada, nos ayudan a identificar algunos aspectos que facilitan nuestro análisis.

En este caso, en cambio, si bien hay presencia de objetos, los mismos cumplen funciones que pueden ser comprendidas de diversas maneras, con lo cual es más difícil de precisar o “cerrar” dicha estructura sígnica, ya que nos remite a significaciones mucho más abstractas aún.

Esto podría resultar más dificultoso de interpretar, sobre todo en un público no especializado en danza, o no habituado a ver obras, ya sea por no disponer de un saber compartido con ese grupo, o por no encontrar significaciones inmediatas en y por el imaginario social que le permitan “entender” o sentirse “identificado”. Se trata de un público que al no satisfacer su necesidad de identificación o al “no entender” suele sentirse perdido.

Aquí se pone de manifiesto una contradicción, porque por un lado estamos hablando de situaciones abstractas y, como tales, amplias en posibilidades de interpretación. Y al mismo tiempo de la unidad de percepción de las mismas que es el cuerpo. Todos tenemos un cuerpo, todos somos en y por nuestro cuerpo, conocemos en y a través de él, vivimos en y con él. Y a la hora de percibir, es nuestro cuerpo quien tiene el primer contacto con aquello que vivenciamos, quien capta los movimientos, los impulsos, los colores, la temperatura, y todo aquello que atraviesa nuestra experiencia. Por lo tanto, todos tenemos la posibilidad de percibir a través de nuestro cuerpo, todos lo hacemos, y de ésta manera, todos “comprendemos” a través de él.