PINA. Adiós y gracias por tanta belleza

Por Ana González Vañek






¿Cómo hacer para explicar el dolor de quienes amamos la danza, frente a la pérdida irreparable de un ser como Pina Bausch? ¿Cómo dar cuenta verbalmente de una emoción tan profunda que, si ha de ser auténtica, escapa a su capturación por la palabra?

Con la intención de rendir un pequeño homenaje a la “Gran Dama” de la danza contemporánea, creemos que si bien es importante enumerar de manera descriptiva ciertos acontecimientos históricos, es necesario realizar una aproximación reflexiva al legado de una artista maravillosa cuya obra permanecerá por siempre en los corazones de quienes la admiramos profundamente. 



Nelken

Experimentando la danza como un arte que no conoce fronteras y buscando nuevas maneras de entender la relación entre el hombre y su historia, Pina Bausch afirmaba que había que dejar que cada individuo se expresara según sus motivaciones internas para descubrir, de esta manera, al verdadero sujeto creador de una obra. 

No le interesaba tanto conocer las maneras en que podían moverse las personas; lo que realmente le interesaba era conocer todo aquello que podía emocionarlas. Así, tomando las sensaciones y emociones como impulsos vitales de creación, Pina Bausch investigó y trabajó el movimiento desde su propia subjetividad; sus miedos, sus deseos, sus complejos y su vulnerabilidad, logrando de esta manera transformar y reinventar el movimiento primigenio de la danza, proponiendo, frente a los modelos supuestamente estereotipados del “cuerpo ideal”, una realidad múltiple y heterogénea, a través de la cual sus creaciones supieron adquirir un enorme poder transgresor, llevando a cabo un quiebre en la historia de las artes escénicas.


Los gestos desgarrados y desgarradores, los movimientos cargados de intensidad emocional empleados en sus coreografías, ponían de manifiesto nuestra intimidad más profunda, nuestros deseos reprimidos y prohibidos, y gran parte de sus obras estaban atravesadas por la sutil fragilidad de las inseguridades subjetivas transformadas en crueldad e ironía; siendo éstas, quizás, las máscaras de un sentimiento humano tan simple y elemental como la necesidad de ser amados. Todas sus performances han tratado sobre cuestiones fundamentales de la condición humana y natural del ser, obligando al espectador a enfrentarse con ellas: el miedo, la soledad, el amor, la angustia, la preocupación, la desesperación, el terror, la frustración, la nostalgia, la tristeza.


La consagración de la primavera

En "La experiencia espiritual del cuerpo", Ghislain Lafont afirma que toda emoción, si es verdaderamente humana, es también e inseparablemente, una experiencia corporal. Sea cual fuere la naturaleza exacta de la experiencia emocional, ésta se manifiesta en y por la corporalidad, modificando así los campos de la sensibilidad, de las actitudes y de todas las acciones humanas. Así, el cuerpo, reencontrado artísticamente en la danza, modela por sí mismo su propia estética, de forma que las mismas actividades que tienen en él su origen se convierten en obras de arte y de espíritu. 

El cuerpo experimentado de este modo es fuente de una atención que hunde sus propias raíces en lo profundo del ser, llevándolo más allá del mismo cuerpo, es decir, a una experiencia de abstracción y de totalidad; a una apertura al misterio que nos rodea como espacio plausible de creación y de transformación. De esta manera, cada sujeto posee sus propias experiencias emocionales que, por acción del cuerpo, culturalmente construido, son también experiencias de intersubjetividad.


La danza contemporánea actual ha encontrado una renovadora vertiente en la danza de Pina Bausch, ampliando así sus alcances y posibilidades en tanto danza creadora de nuevas significaciones imaginarias sociales que, de alguna manera, nos permitan "reaprender" a ver el mundo. Y comprender que quizás, el verdadero artista, sujeto de la creación y de la transformación, no es sólo quien baila desde sus emociones sino quien, en cada uno de sus actos, nace, vive y muere en ellas. Porque en cada uno de sus actos, es danza...

Adiós y gracias por tanta belleza...

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"¿Hago teatro o hago danza? Una pregunta que no me planteo jamás. En todo caso la respuesta puede que esté en la definición de mi compañía: se denomina de teatro y danza. Las dos disciplinas van juntas. Yo lo que trato es de hablar de la vida, de las personas, de nosotros, de las cosas que se mueven...


La consagración de la primavera 

Mi suerte llegó cuando la Folkwang Schule se instaló en Essen, una ciudad a unos 30 kilómetros de mi casa. En 1955 entré a estudiar ballet con Kurt Joos, su director y uno de sus fundadores. El era un nombre esencial en la danza contemporánea; yo tenía quince años. Me fui empapando de todas las disciplinas: era una escuela peculiar que combinaba ópera, teatro, música, escultura, pintura, fotografía, pantomima, artes gráficas. Ese contacto con todas las artes me abrió los ojos y ha influido poderosamente en mi creación. Hasta hoy no concibo una danza divorciada del resto de las expresiones artísticas.
Con Joos tuvimos una relación muy cercana, puedo decir que fue un poco como mi segundo padre y, durante un tiempo, hasta viví en su casa. También era su asistente, alguna vez dirigí sus ensayos, ordenaba sus agendas de trabajo. Una relación muy personal que ni siquiera recuerdo cómo se fue profundizando, pero que hizo de Kurt la influencia más fuerte en mi carrera: me marcó a fuego. Me enseñó que lo esencial es encontrar el propio camino. Yo quería –y quiero– solamente bailar.


Pina en su inolvidable Café Müller

Por eso, nunca pensé en ser coreógrafa. La danza es mi única meta. Pero, a fines de los años ‘60, sentí que me sobraba tiempo. Me faltaba algo, no sabía qué. Entonces empecé a escribir con mi cuerpo. Me salían pequeños textos envolventes, profundos, otros divertidos o esperanzados. El humor ha sido importante en mi escritura. Escribía con mis brazos, con mi vientre, con mi espalda. Así salió Fragmento en 1968 y mi rol de Ifigenia. Pero el punto de partida fue siempre la danza. Lo hice por mí: yo era quien quería bailar. De a poco, algunos compañeros quisieron integrarse a mis invenciones, me pedían pasos, movimientos.
Así, una de las experiencias más importantes de mi vida fue cuando me pidieron dirigir mi propia compañía, en 1973. Ponerme a la cabeza del Tanztheater Wuppertal Pina Bausch fueron palabras muy grandes. Hasta entonces, yo creaba en libertad y la rutina me aterraba. ¡No quería encerrarme en un teatro! Pero me insistieron tanto que acepté. A los 33 años tuve que enfrentar, por primera vez, a 26 bailarines. Me preparé mucho: anotaba todo. Nunca había escrito ballets largos, sólo trozos pequeños y éste era un tremendo desafío. Pasé el primer día temblando de miedo y de emoción. Me obligué a cerrar los ojos y a sentir. Entonces decidí que todos los comienzos partirían de mi ser como bailarina.
Desde siempre, busco una forma de expresar lo que siento, y puede suceder que esa forma no tenga ninguna relación con lo que entendemos como danza. También ocurre que alguien al ver que los movimientos son simples, piense que no es danza, pero sí lo es para mí. En mis espectáculos hay mucha danza, incluso cuando los bailarines no se mueven. Una caricia también es danza.
Observo cuanto puedo todos los ámbitos de la vida. Son ésas las únicas imágenes que permito que me influyan. Para mí, nuestra vida deber ser la gran exploración. Lo que determina mi proceso creativo son los hechos exteriores. Abrir los ojos para ver lo cotidiano de otra manera, mantener la ingenuidad de la mirada, para cuestionar lo banal, y descubrir secretos.


Yo fui una gran tímida de niña. Y vivía con mucho susto, un sentimiento que aún conservo y que, en parte, ha sido mi motor. El miedo mueve. El miedo hace crear porque tú quieres inventarte un mundo donde tus ideas y tus sueños funcionen. Desde muy chica quise ser bailarina, nací en 1940 y Alemania estaba en plena Segunda Guerra Mundial, un tiempo de sacrificio. Como hablar me daba miedo, como nunca encontraba las palabras adecuadas, sentí que el movimiento era mi propio lenguaje. ¡Por fin me podía expresar! El movimiento me abrió las puertas hacia la vida. Vivíamos muchas carencias en mi familia y en el país, pero, a los cuatro o cinco años, alguien me llevó al ballet en Solingen. Todavía recuerdo ese escenario brillante, lleno de luces: entonces supe que bailar sería mi existencia.
Me han preguntado a veces cómo es que, después de 40 o 50 años, aún no tengo todas las respuestas de la danza. Digo que no sé, que aún el proceso me intimida. Todavía me asusto como la primera vez. Nunca sé qué saldrá... todo lo que puedo prometer es que, de nuevo y siempre, voy a tratar. Siempre estoy tratando. Mi trabajo es totalmente naïve. Suena raro, pero es tal cual, algo simple que todos queremos compartir.
He vivido historias de amor increíbles. Han sido capítulos de mi existencia que han marcado mi vida personal y me han dado mucha felicidad. Pero cuando me preguntan si he sido feliz, digo que lo que he sentido casi siempre son sentimientos encontrados: felicidad mezclada con preocupaciones. Pienso que a veces esa sensación tan fantástica queda guardada bajo el cotidiano. Como escondida." 

Palabras de Pina Bausch, tomadas de diversas entrevistas.



Pina Bausch (1940-2009)

La coreógrafa alemana Pina Bausch, considerada como la gran renovadora de la danza moderna, murió el 30 de junio de 2009 a los 68 años de edad, según informó el Wuppertaler Tanztheater donde desarrolló buena parte de su carrera.

Bausch creó en los años setenta nuevas formas y estilos en el teatro-danza, que diez años después llegó a tener en Alemania la misma importancia que el teatro hablado.


A Pina Bausch se le había diagnosticado un cáncer que habría resultado fulminante, aunque no se ha informado sobre las circunstancias de su fallecimiento. Pocos días antes, había estado trabajando sobre el escenario con su equipo habitual en la Opera de Wuppertal.

Pina Bausch nació en Solingen (oeste de Alemania) el 27 de julio de 1940 y empezó a formarse como bailarina en 1955 en la recién fundada Folkwangschule de Essen, creada y dirigida por Kurt Joos.

En 1959 se marchó a Estados Unidos, donde pasó tres años disfrutando de varias becas. Al regresar a Alemania, en 1962, empezó una carrera fulgurante que supondría una revolución del teatro-danza.

Su última producción se había estrenado hace escasas dos semanas en Wuppertal y buscaba una introspección en el pasado de Chile a través de un baile lento y una música melancólica.


La obra es una co-producción de Pina Bausch con el Teatro Santiago a Mil y el Instituto Goethe.


La pieza había sido muy bien recibida por la crítica alemana que había visto en ella un resurgir de la potencia creativa de Bausch, a quien en los últimos años se le había acusado de caer en un efectismo fácil.

Entre las obras más conocidas de Bausch se cuentan "Adagio -cinco canciones de Gustav Mahler" (1974), "Los siete pecados capitales" (1976), coreografía basada en música de Kurt Weil y textos de Bertolt Brecht, "Komm, tanz mit mir" (Ven, danza conmigo, 1977) y "Danzón" (1995).


La obra de Bausch combina muchos tipos de música, que van desde éxitos populares a música clásica, y combina además la danza propiamente dicha con otros recursos dramáticos.