Por Ana González Vañek para la Revista DanzaNet
Había belleza en ese cuerpo que no era ni feo ni bonito;
en ese rostro donde una dulzura ansiosa de mayores dulzuras,
era la señal de la vida.
Clarice Lispector
Fotografía, gentileza de Marina Gubbay
Un bello y colorido tiempo en forma de sinuoso laberinto nos invita a descubrir la magia de La Floresta. Su calidez nos recuerda un antiguo y siempre presente saber. Así, atravesando formas y figuras que nos limpian, volvemos.
Bajo la maravillosa dirección de Marina Gubbay, La Floresta es una obra de creación colectiva donde -a través de una investigación profunda sobre pautas de improvisación y composición- Mariana Danani y Carolina Doartero realizan un excelente trabajo de construcción y deconstrucción del movimiento así como también de la espacialidad y temporalidad de la propuesta.
Marina señala que, para ella, hubo un tercer intérprete. Se trata de la música que, deleitándonos con su ligereza, fue diseñada especialmente para esta obra por Andrés Rubinsztejn. Y agrega que "si hubo un protagonista en esta obra fue la sensibilidad de todos los integrantes del equipo de trabajo".
La escenografía se caracteriza por su austeridad y la iluminación acompaña a la perfección la armonía de los vestuarios. Simplicidad, elegancia, femineidad y belleza caracterizan la estética de un espacio sublime que nos invita a recorrerlo en y por lo más profundo del ser. "La obra comienza con una limpieza de gestos para entrar a La Floresta desde un lugar completamente puro", destaca Gubbay.
Es interesante mencionar la intensa relación que existe entre La Floresta y su otredad, o la anterior creación de su directora quien, junto con Vanina Goldstein y Uriel Milsztein, había logrado poner de manifiesto la intensidad de sus experiencias de vida en la inolvidable y maravillosa obra de arte, "Derivada" (2009).
Marina señala que "si Derivada tenía que ver con cada uno de nosotros, esta obra es la continuación". Y, en este sentido, su nueva creación podría haber surgido del siguiente interrogante: si por algo nos quedamos en este mundo, ¿cuál es el lugar de vida de que nos vamos a nutrir? Ese lugar, nos indica, es La Floresta.
Pero ¿cómo es que llegamos a este mágico mundo cuyo nombre anticipa la propuesta artística de Gubbay? Ella misma nos cuenta que se inspiró en el cuento "Como una corza", de Clarice Lispector. El mismo, asegura, "nos reencuentra con la naturaleza propia de los seres humanos, lo primigenio. Su relación con La Floresta es que ésta es un lugar que nos ama como seres humanos porque que nos refugia y a la vez nos libera."
Cabe destacar que la creación de danza en La Floresta se sostiene a través del despliegue escénico de las intérpretes quienes, en forma de dúo, nos muestran lo humano en la búsqueda de su propia manera de decir; de su propia manera de bailar. "Lo más importante para mí fue generar un dúo donde se viera lo común pero en la búsqueda de la singularidad de cada uno", sostiene la directora de esta hermosa y recomendable propuesta.
Podríamos pensar que la riqueza comunicacional de La Floresta reside en ese dúo que refleja encuentros y desencuentros, invitándonos a reflexionar acerca de las resistencias que posee cada ser humano en su individualidad así como también en su relación con el otro. Un claro trabajo sobre las polaridades se pone de manifiesto en esta obra donde el trabajo sobre el tiempo no es lineal sino en forma de laberinto. De esta manera, nos ofrece la posibilidad de perdernos en él. "Creo que cuando nos perdemos en el tiempo recuperamos la mirada infantil", sostiene Marina, añadiendo luego que "si lo lúdico aparece en la obra no es para volver a la niñez sino para rescatar lo que la infancia tiene de búsqueda y de sorpresa; para ponerla en juego como adultos que somos".
Para Marina Gubbay, comunicar a través de la Danza es poder decir a través del lenguaje del cuerpo, dejando a cada espectador que lo construya y deconstruya a su manera. En consecuencia, su deseo es que La Floresta sea "un proceso de aprendizaje para todo el mundo". De este modo, la última creación de Marina Gubbay es un excelente trabajo artístico que, aunando calidad estética y solidez interpretativa, propone una "ética de lo vivo" para mostrarnos que lo más importante no es qué tiene la vida para ofrecernos sino cómo podemos celebrar toda su dulzura con aquello que la vida nos ofrece.
La Floresta propone un corrimiento de velos, invitándonos al encuentro con nuestra verdadera naturaleza para celebrar la vida a través de los colores de una imaginación sensible que es capaz de echar luz a la oscuridad y de convertir creativamente, la dualidad en unidad esencial. Quizás sea ésta, la señal más dulce y luminosa de la vida. Su claridad.
Ficha artístico técnica
Idea y Dirección: Marina Gubbay
Intérpretes: Mariana Danani y Carolina Doartero
Creación colectiva: Mariana Danani, Carolina Doartero y Marina Gubbay
Música original: Andrés Rubinsztejn
Clarinetista: Eliana Liuni
Diseño y Realización de vestuario y objetos: Paula Herrera y Natasha Voliakovsky
Iluminación: José Binetti
Diseño Gráfico: Diego Farah
Fotografía: Guillermo Genitti
Registro audiovisual: Paula Zacharías
Prensa: Simkin & Franco