JOSÉ LIMÓN Y LA SEGUNDA OLA DE BAILARINES MODERNOS

Por Ana González Vañek


La segunda ola de bailarines modernos surgió en el año 1930 en Nueva York. Entre ellos se encontraban Martha Graham, Doris Humphrey y Charles Weidman, quienes fundamentaron la elaboración de sus creaciones en acciones tales como el respirar o el caminar. En este período, la finalidad de la danza consistía en representar en forma arquetípica los profundos conflictos de la psique humana, lo cual sólo podía lograrse, según Graham, a través de un riguroso programa de entrenamiento corporal.

Martha Graham, ex-alumna de St.Denis, fundó en 1927 su propia escuela basada en la relajación-contracción del cuerpo. Para ella, el cuerpo del bailarín debía poseer fuerza, flexibilidad y resistencia, necesarias para dotar a la personalidad expresiva de un instrumento capaz de reaccionar plenamente.

A diferencia de la exhuberancia que mostraba Isadora Duncan, encontramos en Martha Graham y su técnica, cierta dureza y represión de los movimientos donde el cuerpo se caracteriza más bien por la tensión de su musculatura y las torturas de la expresión que por la creatividad y flexibilidad en los movimientos.

Las obras de esta bailarina estaban inspiradas en la historia americana _ “Primitive Mysteries”, “Frontier”, “Appalachian Spring”_ y en la mitología _ “Cave of the Heart”, “Errand into the Maze”, “Hérodiade”, etc. Dejó de bailar en el escenario a los 75 años y creó su última coreografía, “Mapple Leaf Rag”, a los 96 años de edad.

Doris Humphrey (1895-1958), bailarina norteamericana, maestra, coreógrafa y teórica de la composición coreográfica en la danza moderna, se formó en la Escuela de Denishawn. Autora del libro”El Arte de Crear Danzas”, en el cual ha aportado valiosísimos y preciosos consejos a los jóvenes bailarines y estudiantes que desean convertirse en coreógrafos, colaboró fuertemente con el coreógrafo Charles Weidman. Junto a él, creó la Compañía de Danza Humphrey-Weidman y luego una escuela en Nueva York.Su concepción teórica más importante fue su visión del movimiento como un momento de pasaje entre dos puntos de equilibrio; uno de ellos, representado por la verticalidad del cuerpo en estado de inercia, y otro, representado por la horizontalidad del cuerpo en la tierra después de la caída. Puso en práctica la técnica de control y abandonamiento, de la búsqueda de equilibrio en el desequilibrio del cuerpo con sus coreografías “The Shakers”, “New Dance Trilogy” y “Salón México”.

Su técnica se basó en la caída y recuperación de la dinámica natural de la pisada humana y de la influencia de la fuerza de la gravedad.

En este sentido, podríamos afirmar que la propuesta de Doris Humphrey era cercana a la filosofía de Isadora Duncan ya que exploraba los instintos naturales del cuerpo.

En 1946 se convirtió en la directora artística de la José Limón Dance Company. Creó alrededor de veinte obras de su repertorio, entre las que figuran “The Shakers”, e “Inquest”, así como también “With my red fires”. Víctima de artritis en 1945, Humphrey dejó de bailar y se dedicó a dirigir la compañía de su alumno más destacado, José Arcadio Limón.

José Limón (1908-1972)

Nacido en la ciudad mexicana de Culiacán, José Limón se crió desde los siete años en los Estados Unidos, primero en Arizona y luego en Los Ángeles, donde comenzó sus estudios de Bellas Artes en la prestigiosa Universidad de California (UCLA). Su interés por la pintura le llevó a trasladarse a Nueva York, donde los movimientos más vanguardistas tenían su base. Fue allí, sin embargo, donde decidió consagrar su vida a la danza, luego de haber quedado fuertemente impresionado por el espectáculo del modernista alemán Harald Kreutzberg.

En 1930, José Limón, comenzó a estudiar danza en la escuela de Doris Humphrey y Charles Weidman. Limón bailó con ellos durante los años ‘30, aunque ya al año de estar en la escuela comenzara a crear sus propias coreografías.

Poseedor de un estilo viril y feroz, el cual podríamos ejemplificar a través de su obra “La Pavana del Moro” (1) caracterizada por la búsqueda de una profunda espiritualidad como en “There is a time”_, enfatizó la posición vertical de piernas y brazos elegantes, localizando el movimiento en la columna vertebral.

Su filosofía dancística se basó en una concepción del movimiento totalmente ligada a la respiración, con un trabajo de suspensión y caída del cuerpo en el espacio.

Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, en el año 1946, José Limón formó su propia compañía. Seguidor incondicional de las teorías de Doris Humphrey, le solicitó que fuera su directora artística. Esta decisión de Limón se convirtió en un importante paso hacia adelante en el hasta entonces individualismo de la danza moderna norteamericana que, para fortuna de todos, supuso el mutuo enriquecimiento creativo de ambos bailarines.

Desde la década del ‘50, José Limón y su compañía protagonizaron algunas de las giras más espectaculares de aquellos años. En el año 1954 la “Limón Dance Company” se convirtió en el primer grupo en viajar bajo los auspicios del programa de intercambio cultural de Estados Unidos, recorriendo Europa y Sudamérica, y consiguiendo el éxito en todos y cada uno de los países que visitaba.

José Limón es considerado, con sus cuarenta coreografías, como el gran humanista del movimiento dancístico moderno y como el impulsor de una revitalización del bailarín masculino, cuya imagen fortaleció a través de la reivindicación de su papel en la danza.

Es importante destacar que, con frecuencia, Limón se inspiró en temas mexicanos, con la intención de exponer y educar al público estadounidense acerca de la historia y la cultura latinoamericana. En este sentido, podemos mencionar sus obras: “Danzas mexicanas” (1939), “Ritmo jondo” (1953), y “Carlota” (1972).

Otras obras suyas como The traitor (1954), Missa Brevis (1958), There is a time (1956) o La malinche (1956), además de la citada La Pavana del Moro (1949), se erigen como clásicos de la danza moderna, en los que predominan los temas dramáticos, las situaciones casi límites en las que el ser humano es el verdadero protagonista.

José Limón murió de cáncer a la temprana edad de 64 años, dejando como legado uno de los más preciados tesoros para la danza mexicana: un amplio repertorio coreográfico, su excelente técnica dancística, su gran sensibilidad y, por sobre todas las cosas, un profundo respeto por la nación que lo vio nacer.




Fuentes