Por Giovanna Tomba Nadal
El texto que sigue a continuación fue escrito por Giovanna Tomba Nadal en el marco de las actividades propuestas por el Taller Online El legado de ISADORA DUNCAN
"La humanidad entera debería bailar.
Es inútil que se interpongan quienes aún no lo han comprendido"
ISADORA DUNCAN
Creo que lo que más me interesa de Isadora es la forma espontánea para representar la danza. En mi opinión se requiere mucho más que eso para la danza, razón por la cual estudio y tomo clases pero también pienso que en la actualidad se ha perdido el contenido a la hora de bailar. Creo que hoy en día todo es tan accesible, las clases, las becas que de alguna manera pierde valor el verdadero esfuerzo. Voy a poner un ejemplo puntual: vas a una clase de “adornos para la mujer”, referido al tango.
En mi opinión y visión, al hablar de adorno de tango, es algo muy personal; no es sólo ir a una clase y recibir una receta; y de ser así habría que replantearse por qué todas las mujeres hacen los mismos adornos siendo la danza algo tan subjetivo y personal. Como es hoy en día, los videos al alcance de la mano hace que la danza sea carente de investigación. Muchos optan por copiar. Muchos terminan haciendo lo estándar. Y creo que si hay algo que me gusta del pensamiento de Isadora (además de inspirarse en formas naturales y buscar la idea de los recursos inagotables que no terminan, como si la danza no tuviera fin) es el sentido y contenido que tiene su baile. Ella evoca el alma al danzar, al espíritu, y creo que hoy en día eso se ha perdido. Todos haciendo formas lindas, cortando y pegando movimientos como si fuera un texto de Word. Todos sintiendo lo mismo en los mismos arreglos musicales. Todos vibrando igual, los sentimientos, la formas de expresar hasta incluso la ropa.
Ojalá se dieran cuenta los maestros a la hora de dar una clase de que son guías pero que deben incentivar al alumno a investigar, a buscar sus propios movimientos, como lo planteaba Isadora. Ella no quería enseñar movimientos, ella buscaba revolucionar la danza de una manera libre y natural. Revolucionar la bailarina que debería de evolucionar en función a lo que le va pasando en la vida. Creo que todo bailarín en su carrera debe plantearse que no todos los días sentimos igual, y que la Giovanna de hoy no es la misma de hace unos años atrás. Que la danza, así como la vida, nos va marcando; la danza de uno, la danza propia va evolucionando, como el bebé gatea, camina y luego corre. Como también vivencia, adolesce, se casa, aspira a sueños, cumple algunos, otros no. Se frustra, construye y deconstruye, hasta envejecer y luego morir.
La danza cambia, porque nosotros cambiamos, porque nunca somos los mismos. Porque incluso no deberíamos ser sólo bailarines, sino también intérpretes. Intérpretes de la vida misma que nos va marcando minuto a minuto.
Isadora se revela en los cánones estrictos de la danza y creo que eso es lo que más que gustó aprender de ella. Que no exigiera un físico previsto sino que admiraba la belleza del cuerpo en sí. Como bailarina petisa, todo siempre me costó más de la cuenta, porque muchas veces uno no da con la estética que solicitan, pero siempre me esforcé por llegar a cumplir metas. Creo que faltan más Isadoras en la danza. Que la danza cuesta, que no por ser linda se llega, que no por levantar la pierna se siente.
Algo que rescato y remarco es que el bailarín en sí mismo está dialogando de forma armónica con su forma, con la música y su alma. Entonces, ¿por qué a veces piden poner una coreografía específica ya montada con otro tema musical? ¿Por qué exigen una altura? Estamos en un momento en la danza donde está de moda un estándar, una imagen, la estética determinada. Hoy en día lamentablemente me pregunto, ¿acaso todos los bailarines sienten igual?
Esta es mi reflexión y la comparto cada vez que puedo. De qué estamos hechos al bailar, qué te marcó o por qué bailamos así, son interrogantes que nos deberían pasar por la mente al momento de danzar. La adrenalina del escenario, el miedo, la energía que transita tu cuerpo. Siempre pienso en esa distancia que nos separa del espectador y es que creo que si todos tuvieran contenido propio, real, sentimientos, emociones, el proscenio no existiría. Habría una transmisión directa de sensaciones que quizás Isadora, en su frescura y naturalidad, logró. Si fuéramos más reales y espontáneos al bailar, sería otro el mensaje. Habría diversos mensajes, y no uno estándar y universal. Al fin y al cabo cada uno es un alma, cada uno tiene un espíritu y no todos podemos escuchar y vibrar de la misma manera la música. Cuánta riqueza habría en la sencillez de “ser” realmente.