ES UN ALMA LO QUE VEMOS MOVERSE

Por Cecilia Fente


El texto que sigue a continuación fue escrito por Cecilia Fente, en el marco de las actividades propuestas por el Taller Online El legado de ISADORA DUNCAN




"Estas flores blancas que hay ante mí
contienen el sueño de una danza.
Una danza tan pura que la gente dirá:
es un alma lo que vemos moverse,
un alma que ha alcanzado la luz
y ha encontrado la blancura"

Isadora Duncan



Isadora Duncan llegó a mi vida de casualidad. Incluso antes de conocer su danza, empecé por conocerla a ella a través de un libro que relata su vida; uno de esos libros de la colección “para principiantes”, que vienen ilustrados. Este libro que llamó mi atención era “Isadora Duncan para jóvenes principiantes”, y en su tapa estaba el dibujo de una bailarina diciendo: “No bailo sólo para los demás.”

Su historia de vida fue impactante: desde sus días de pobreza, hasta su final trágico. Con momentos de gran inspiración y grandes logros, y al mismo tiempo, profundos dolores. Me emocionó la intensidad de sus convicciones y su fortaleza interna para superar adversidades. Creo que el arte fue su salvación y por eso dedicó su vida a ello.

Siempre me gustó el arte en general y la danza en particular. Admiro profundamente a quienes dedican su vida a la danza. Me encanta ver videos, películas o ir a eventos donde se baila, tanto profesionalmente como no. Tomé algunas clases esporádicas de danza pero bailar es algo que había dejado para hacer en mi casa, puertas adentro.

Busco y sigo en redes sociales cuentas de bailarines de quienes me gusta su forma personal de bailar; entre ellas encontré la de Danza y Comunicación, que sube contenido de diversos bailarines, de distintos estilos de danza. Vi que buscaban personas para hacer un homenaje a Isadora Duncan. Me encantó la propuesta pero no me animaba a participar. El mayor prejuicio que tenía era el de decirme que yo no sabía bailar. El estudio quedaba a una cuadra de mi casa, lo tomé como una señal y después de pensarlo, mandé un mail preguntando si podía ir igual, sin tener experiencia en danza. Cuando me respondieron que sí, ya no tenía más excusas.

No recuerdo bien cuánto tiempo tuvimos de preparación para el evento de Isadora. Algunas semanas, meses… para mí, fue un proceso de transformación abrupto.

Se formó el grupo de 6 bailarinas bajo dirección de Ana González Vañek. El aprendizaje de las coreografías fue paulatino. Al principio no confiaba en mi memoria pero sí en mí voluntad, sabía que lo iba a tener que practicar mil veces si lo iba a hacer. Y así fue.

Primero ensayamos en el estudio, después directamente en la plaza en la que haríamos el evento. Nos juntábamos los domingos, me acuerdo porque cancelaba almuerzos familiares para bailar. Pero esas clases me llenaban. De a poco, nos fuimos conociendo entre todas, conociendo la música que Ana había seleccionado, aprendiendo los movimientos basados en Isadora, hablando de ella, eligiendo el vestuario indicado, reflexionando sobre su forma de considerar la danza. Nos dieron una frase a cada una y nos pidieron que la bailemos armando nuestra propia secuencia de movimientos. Mi frase fue: “Estas flores blancas que hay ante mí, contienen el sueño de una danza: Una danza tan pura que la gente dirá: es un alma lo que vemos moverse”.

Cecilia Fente - Fotografía: Lucio Grinspan

Cada paso me entusiasmaba y me daba nervios pensar en que se acercaba la fecha. Nervios de los buenos. Algo que no mencioné es que antes de sumarme a esta propuesta, estaba aburrida con mi rutina, desganada, sentía todo muy monótono. Sabía que esto iba a ser un desafío y quería probar si podía salir bien.

Cuando empezamos a ensayar en la plaza, ya faltaba cada vez menos. Y el proyecto se ponía cada vez más hermoso al concretizarse. Los lugares que recorríamos en la plaza, el árbol, la gente que espiaba, descansar en el pasto y volver a repetir una y otra vez las coreografías. Nos juntábamos aunque hiciera frío, incluso bailábamos cuando ya era de noche o sin música si se quedaba sin batería el parlante

El Homenaje a Isadora Duncan fue de dos noches. De la primera noche recuerdo la previa de maquillarnos, peinarnos y ponernos esos vestidos que se alejaban tanto de lo que usamos cotidianamente que ya vestirse era entrar en el juego. Nos fuimos caminando hasta la plaza y parecíamos disfrazadas, hadas. De la primer noche recuerdo los nervios de todas por recordar las coreografías, cada paso. Salió todo genial al final, lo disfrutamos.

La segunda noche, junto con el homenaje a Isadora, vino a bailar con nosotras un grupo de adultos mayores que seguían el lineamiento de Pina Bausch. A Pina la conocí gracias a Isadora y también me inspiró muchísimo. Para mí, la segunda noche fue única, porque ya sabíamos que lo habíamos hecho bien la noche anterior, estábamos más tranquilas. Además, este grupo de bailarines me encantó e intercalaban sus coreografías con las nuestras lo cual me permitió verlos bailar también a ellos. Yo que pensaba que ya estaba vieja para ponerme a bailar a mis 30.

Nosotras también estuvimos divinas, compenetradas totalmente con lo que estábamos haciendo. Al final, mientras escuchábamos el Ave María podíamos mirar al público a los ojos, acercarnos un poco más a la gente. ¡Muchos se nos escapaban! También tuvimos la posibilidad de regalarle una rosa a alguien del público y para terminar, salíamos corriendo para volver a subir al árbol donde habíamos empezado. Belleza pura.

Cecilia Fente - Fotografía: Lucio Grinspan

Esta fue mi influencia de Isadora Duncan. Su danza y sus ideas, me inspiraron a permitirme bailar, no desde la técnica, no desde los pasos tradicionales de una bailarina profesional, sino desde mi forma, con todos mis defectos y con todas mis virtudes, desde el alma. Y por esto, le estoy agradecida.