Por Carolina Pepper
El artículo que sigue a continuación fue escrito por Carolina Pepper en el marco de las actividades propuestas por el Seminario Online de Periodismo de Danza.
La función de El lago de los cisnes que obtuvo 181 mil reproducciones
El 5 de abril de 2020, una grabación de “El Lago de los Cisnes”, interpretada por el Ballet Estable del Teatro Colón, fue transmitida por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires a través de su cuenta en la popular red social Facebook. Nos referimos a una transmisión en vivo, pero de un archivo audiovisual, no de una presentación, dato que, al ser obviado en la introducción y saludos, dejó a algunos espectadores en línea desconcertados. La imagen de bailarines y músicos que parecían desprotegidos/as sin sus respectivas máscaras tapabocas, símbolo patente de los tiempos que vivimos y contravención social, levantó comentarios de alerta entre, también, las cuantiosas felicitaciones y señales de agrado, que se contaron en alrededor de 2, 7mil en total durante la transmisión.
En otros tiempos, las cifras que nos hablaban del éxito y popularidad de una obra se leían en la taquilla, hoy contamos los “me gusta”, los usuarios conectados, los comentarios, el número de reproducciones y la cantidad de veces compartido. Y para la ocasión, cabe destacar que, en todos los números, El lago de los cisnes de aquel día se apuntó una altísima valoración entre el público que lo siguió desde la butaca de su casa.
Esta obra, considerada un clásico atemporal y bagaje obligado de todo estudiante de danza o fan del ballet, ha sido convertida por su vasto público de distintas épocas en pieza insigne del repertorio mundial de la danza clásica, y esto constituye en sí mismo una paradoja tremenda si recordamos que la primera versión fue considerada, desde su estreno, un rotundo fracaso. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes cita que la obra no fue bien aceptada ni por el público, ni por la crítica, y que ésta misma expresó que “difícilmente se convertirá en un ballet de repertorio y nadie lo va a lamentar”. Las miles de pantallas reproduciéndolo hoy, dan cuenta del error de percepción de aquellos.
El lago de los cisnes es un cuento de hadas de aquellos románticos que, en cuatro actos, nos relatan un amor imposible, en este caso, el del príncipe Sigfrido y Odette, quien ha sido presa de un hechizo maligno que no le permite vivir entre humanos, pues ha sido convertida en un hermoso cisne. Un ballet inspirado en El velo robado, del alemán Johann Karl Musäus y estrenado en 1877, que para poder llegar a sus espectadores del siglo XXI ha debido adaptarse a las circunstancias.
Nos ha parecido bastante claro desde siempre que el ámbito escénico por antonomasia está ubicado en el teatro, este espacio físico en el que griegos y romanos fueron asentando una tradición de categórica presencia física compartida. Aun con las muchas variaciones históricas, siempre se situó al rasgo de directo y convivido como la esencia de las artes escénicas, que además supieron distinguirlas así del cine y la televisión. Al parecer hoy tendríamos que preguntarnos qué quiere decir o qué cambios ha venido comportando la expresión en directo, y más todavía, qué tan válida puede ser una convivencia virtualizada en la que un contenido se comparte 2.447 veces, y reúne a 181 mil personas, al tiempo, a observar una misma obra.
“No encuentro las palabras para describir lo que siento ahora. Gracias al Teatro Colón de Buenos Aires por este momento mágico. Gracias.”, se puede leer entre los comentarios del público, y más específicamente entre emoticones, corazones y múltiples signos de admiración. Aparecen los comentarios políticos, sanitarios, uno que otro insulto, más felicitaciones como las que agradecen por la transmisión dado que no han podido antes tener ningún otro tipo de acceso al teatro, y están también las recomendaciones para un disfrute más pleno de la obra “Gente, si se ponen los auriculares la orquesta es de una calidad excelente”. El público presente, así como el virtual, aplaudió de pie.