Por Albina Montaño
Ensayo sobre la película LA DANSEUSE de Stéphanie Di Giusto
Loïe por Stéphanie
Con “La danseuse”, Stéphanie Di Giusto relata hasta el último detalle de la vida, la obra y la persona de Loïe Fuller.
El mundo del campo y la ciudad, el mundo de la danza y el espectáculo, y el mundo interior de Marie Louise Fuller... Todo está perfectamente representado y entramado.
Es una hermosa pieza cinematográfica que funciona también como material de consulta para poder entender, aprender y comprender la vida y obra de una mujer única.
Loïe: Atípica, fuerte, vanguardista
Desde un comienzo estamos hablando de un personaje excepcional... por su tipo de educación, por su fuerza interior y su mentalidad. De una crianza que era atípica en su época, su creación fue atípica también así como la manera en que construyó su vida y se construyó a sí misma. Marie Louise Fuller no era una mujer convencional.
Formada por su padre campesino y alcohólico, acostumbrada a padecer las bromas pesadas de los muchachos, desacostumbrada a relacionarse con ellos como mujer, y desacostumbrada también a desenvolverse como mujer socialmente. Tuvo que sufrir además el asesinato de su padre, atravesar el Atlántico sola ¡dos veces! y soportar la severidad de una madre que termina por juzgarla. Más tarde tuvo que conocer, enfrentar y adaptarse por sí misma a la vida en la ciudad y el ámbito artístico. Forjada en este entorno era insegura de sí misma, pero luchadora y resistente, tanto a la adversidad como al dolor.
Se vio obligada a crecer como artista sin el apoyo de una familia pero nunca temió a nada; luchaba por aquello en lo que creía y costeaba sus propios gastos.
Bajo un duro caparazón que la protegía de un mundo feroz, se alojaba intacta una gran sensibilidad... algo que la llevó a encontrarse a sí misma en el quehacer artístico; dibujando, leyendo, y finalmente bailando e innovando.
Todos somos Loïe
Loie Fuller y Soko
Estar en medio de tormentas emocionales no le quitó lucidez, y no le impidió descubrir lo que hoy en día es el típico proceso creativo de los bailarines independientes: por ejemplo, convertir una eventualidad en descubrimiento, resolver un inconveniente en plena función, salirse del libreto, identificar un recurso, tomar ese recurso para investigarlo y desarrollarlo. Esto es cotidiano en la actualidad. Los bailarines hacemos esto todo el tiempo. Y si no damos “casualmente” con algún recurso, lo buscamos mediante diferentes metodologías; algunas de ellas están ya consolidadas y hasta forman parte de una currícula universitaria. Vivimos buscando recursos para investigar y caminos para crear. Aquí vemos cómo Loïe trabaja duramente sobre ese nuevo recurso: planifica, escribe el libreto de su futura obra como aprendió que se hace en el teatro, ensaya, prueba, imagina, dibuja, y crea un espectáculo.
Una vez que tomó consciencia de haber creado algo novedoso exige una patente, y ante la primera negativa atraviesa por segunda vez el océano. ¿Nos resulta una locura hoy en día? No. Creo que los bailarines atravesaríamos siete océanos por nuestra obra.
Pero la historia no termina con un simple éxito local (rotundo). Loïe Fuller se dedicó a mejorar y pulir su obra, profundizar cada vez más su idea, conformar un elenco e instruirlo... invertir dinero, mucho dinero; pedirlo, robarlo, exigirlo como si nada: "Para mí no es suficiente” responde cuando el dueño del teatro habla del espectáculo como “entretenimiento”. Claramente para ella no era entretenimiento (para nosotros tampoco).
Ese espectáculo era ella y ella era el espectáculo; era su creación, su idea, su hallazgo, su proyecto de vida. Esa frase: “No soy nada sin mi vestido blanco”, la entendemos si alguna vez nos identificamos con nuestra danza: nosotros hacemos de la danza un proyecto de vida. Su proyecto interfiere con sus asuntos personales, con sus finanzas, con su salud, pero nada la detiene.
Otro hallazgo: Isadora
En ese contexto, la aparición de Isadora Duncan en el mundo del espectáculo trae al público y a los mismos bailarines una nueva faceta de la danza, libre de todo prejuicio y artificio.
Hasta ese momento Loïe venía trabajando en un proyecto que no podía prescindir de la tecnología, el vestuario, un personal técnico y todo un montaje escénico. Entonces Isadora apareció en su elenco, una mujer muy joven que bailaba mostrando su rostro, despojada casi de vestuario y sin escenografía; su espectáculo era ella y su danza.
El modo en que Isadora concebía la danza provenía de una manera de concebir el mundo y la vida. En ”La danseuse” es representada con un personaje sumamente emocional: no ensaya si no se siente bien, “no le basta con la fuerza de voluntad” dice. Ella abraza, conversa, juega, hace regalos con sus propias manos, baila en enagua por las instalaciones de la Ópera de París y no tiene inhibiciones, lo cual va absolutamente en contra de la mentalidad de la época.
Lejos de confrontar, Loïe Fuller fue capaz de vislumbrar el talento de su nueva bailarina, la vio como un agente que podía enriquecer su obra. Sus allegados la identificaron como una rival, pero Loïe no lo vio así. Le dio espacio suficiente para que desplegara su arte. Y se enamoró de la persona que era, pero antes, de la bailarina.