Por Ana González Vañek
Octubre, la última creación de Luis Biasotto, nos permite realizar una aproximación a ciertos conceptos que, antes de intentar ser comprendidos desde una posición puramente intelectual, nos invitan a reflexionar acerca de la relación entre teoría y práctica. Porque como bien sabemos, el concepto no existe si no es en y por una práctica que lo hace posible.
Octubre (un blanco en escena) nos permite indagar acerca de lo que sucede al interior del campo de la danza contemporánea en Argentina desde un relato que, si bien cuenta con una necesaria estructura que posibilita su existencia como objeto artístico, nos acerca al mismo de una manera completamente diferente. Además de generar una ruptura con la representación y la estructura de la obra tradicional, en la creación de Biasotto, quien por primera vez realiza un trabajo de relación directa con el público, se quiebra el tiempo escénico poniendo de manifiesto un tiempo real. Lo mismo sucede con el espacio, cuyos límites se borran continuamente; aparecen y desaparecen rompiendo el espacio escénico convencional.
La obra de Biasotto se presenta como un trabajo mental y reflexivo que, a su vez, contiene ciertos elementos claramente visuales que confunden al espectador. Porque esa es la intención; una intención ambiciosa y no menos arriesgada que conlleva la posible ausencia de interrogantes por parte de un público en muchos casos habituado a una determinada lógica interpretativa, en otros acostumbrado al formato espectáculo vinculado al entertainment.
El director de Octubre considera que muchas veces la obra de arte no tiene respuestas para dar, plantea interrogantes pero no tiene respuestas. Y aunque en algunos momentos se manifieste de ese modo, la suya no es una obra pensada para entretener sino para abrir preguntas.
En este sentido, resulta interesante destacar que Luis articuló el desarrollo creativo de su obra con la idea de la muerte del actor de Heiner Muller; idea que hace referencia a la posibilidad que existe para el espectador de ver al sujeto real de una obra. “Para mí lo importante es encontrar ese momento, ese segundo en que dejás de ver al personaje para ver a la persona real. Eso lo relacioné con La muerte del autor de Barthes. Este es el planteo general de casi todo el trabajo”, afirma.
En La muerte del autor, Roland Barthes plantea que un texto está formado por escrituras múltiples procedentes de varias culturas. Así, éstas dialogan generando una parodia, una contestación. Luego afirma que existe un lugar donde se recoge esa multiplicidad, y ese lugar no es el autor, sino el lector.
Teniendo en cuenta el artículo de Arthur Danto, El final del arte, donde el autor intenta pensar qué clase de fronteras separan a los objetos reales de los artísticos proponiendo un reconocimiento reflexivo más que visual, Luis presenta un trabajo que también nos permite descubrir la figura de un artista comprometido con su espacio y con su tiempo, acercándonos de esta manera a la necesidad de generar un pensamiento, una reflexión activa que, en cuanto tal, privilegie un espacio de diálogo con la obra de arte.
Octubre, que presenta críticas, autocríticas y referencias a través de las cuales el espectador se reconoce y re-conoce sus propias experiencias, tiene su analogía con un caso sin resolver, sin conclusión. Como la vida misma, que si bien a través del devenir histórico y cultural nos ha transformado en hijos de una tradición cartesiana, enfrentándonos así, constantemente, a la necesidad de definir y dar respuestas, es inacabada e indescifrable en cada uno de los fragmentos de un instante que, paradójicamente, también debe morir para existir y de esa forma manifestarse en lo que hemos dado en llamar “significado”.
Así, Biasotto nos presenta una obra en la que diversos lenguajes se entrecruzan para mostrarnos un lugar donde ya no quedan metas… O donde quizás, la única meta, sea la más difícil; la de generar un recorrido que incluya, en su eterno devenir, miradas que desean, que anhelan, que buscan comprender sin definir, intentando ver más allá de lo que se ve a simple vista.
Esta obra se presentó en el Centro Cultural de la Cooperación en el año 2009