DIARIO DE SOMBRAS EN MOVIMIENTO

Por Ornela Sabbatini

IG @ornelasabbatini


Fuente: Pinterest


Luz Titilante. Diario de sombras en movimiento.

Primero muevo, luego escribo. Así existo.



Este es un viaje iniciático en el que me destejo, para volver a entramar. Me diluyo, para volver a aparecer. Me borro, para volver a escribir. Me detengo, para volver a mover. Como si tratase de armar un rompecabezas, reúno piezas por color, por forma, por zona. ¿Las piezas se buscan o se encuentran?  Las fichas ya están sobre la mesa.


Busco los bordes y las fronteras donde encajar unas piezas con otras. Me obsesiono, me aburro, quiero abandonar y retomo. Parece demasiado. Dejo pasar el tiempo. Me rindo. Entrego el cuerpo al movimiento. Ofrendo el cuerpo ante la danza. Para que las fichas se acomoden por sí mismas.


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Sobre las piezas del territorio Cuerpo:


0-Punto cero en territorio exilio.


La tormenta inundó los balcones de la casa.

R(s)eparación.

Recuerdo las charlas de balcón,

Punto cero en el mapa.

Donde todo inicia,

o todo acaba.


Colapsa la multiplicación, colapsa el vínculo. Quita el movimiento, imposibilita la vida. Vacío. Demasía en dualidad. Punto máximo de presión. Cero. Se tapan las cañerías. Estallan y todo rebalsa. Putrefacto. Los sin decires del balcón. Exiliar la palabra del silencio. Exiliar el cuerpo de la quietud.


Recibir lo que muere, 

Cavar profundo.

Entregar.

Compostar.


Ensayo mover el alma con palabras. Reciclar ideas, unir las partes y germinar letras. Composto pensamiento enmudecido, movimiento enmohecido, idea ahogada, voz inundada.


Y que florezca texto.


Inicio un viaje de soberanía sobre el cuerpo, territorio donde anclar identidad. Hacia el centro de los pies, hundiendo raíces de sostén. Hacia el centro del útero, recordando la capacidad de crear. Hacia el centro del pecho, rastreando el amor olvidado. Hacia el centro de la garganta, buscando la voz. Hacia el centro de la imaginación, creando un mundo. Hacia el centro de los sueños, iluminando las sombras.


Un viaje con los pies

abrazados a la tierra.

Una ruta a pie.


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1-Tiempo de coaje en territorio Pies:


Aquí estoy, en una invitación a hundir raíces en la oscuridad de la tierra. A podar el follaje que hace sombra en demasía. Desde la verticalidad siento el vértigo, el miedo a la caída. Sobre la copa reverbera el eco de aquello que siento.


Hay una escena onírica en donde mi herida encastra junto a otra herida. Al encastrar, las memorias se borran, la película retrocede, el tiempo colapsa, el espacio se repliega y espirala como calesita. Infinitos círculos rotan sobre sí. Retroceso aparente. Evolución constante. Ahora que estás parada sobre tus pies.

Luego me despierto. Doy el primer paso. Me muevo. 

Me gusta moverme, aunque me haya quedado quieta un tiempo. A veces no vislumbro el sendero, pero igual doy un paso, para avisarle a la tierra que estoy avanzando. Para que abra los caminos.

Nos movimos cada vez que fue necesario. Nos fuimos, volvimos. Nos movíamos rápido. ¿Qué nos movía? El cuerpo no miente. Los movimientos ya no son tan ágiles, ni tan graciosos.

Sabíamos cuidarnos. A veces, demasiado. También aprendimos a lastimarnos, a volvernos vulnerables. A poner todo en jaque. Patear el tablero. Mate.

Necesito cuidarme sola. Tener el timón entre manos. Aunque no tenga hoja de ruta, pero sí la intuición intacta. Transitando-me, compostando-me, recorriendo-me.

Sobrevuela la sensación de estar frenada sobre el final de un camino marcado. Se termina la autopista. Desactivo el automático. Decido bajar y caminar. Abrir nuevos senderos, un avanzar más lento. Un nuevo ritmo. Aminorar la marcha, sostener la danza, sin detenerla.

El andar invita a llevar lo puesto. Confiar en mis herramientas. Visibilizar y priorizar. Hay cosas que urgen. Otras que aprenden la espera.

Ordeno mi energía. Reúno mis partes. Pequeños fragmentos vuelven a congregarse. Hacer danzar la alquimia de mis elementos.


Es tiempo de coraje. 

Tomarse el tiempo. Encontrar el pulso. Entregarse al proceso. Anticipar noches en desvelo. Días penumbrosos. Encrucijadas. Caminos sinuosos. De ripio. Hoja de ruta en mano, sin itinerario marcado. Pero intuyendo el terreno. 

Equilibrar el espacio interno. ¿Qué movimientos implica dejar de compartirse?¿Se reparten los recuerdos? ¿Qué sucede con el espacio vacío de lo que ya no compartimos? ¿Existe la abstinencia de compartirse? ¿o es mera nostalgia de estar desparramada entre otros?


Compartirse y dejar de hacerlo implican el mismo nivel de coraje.

Danzar el coraje de entregarse al vacío.

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