Por Ana González Vañek
Interpretada por Josefina Gorostiza, Ayelén Clavin, Carla Rímola y Carla Di
Grazia con un nivel de profesionalismo destacable que se aprecia hasta el
saludo final, La Wagner, de Pablo Rotemberg, es una obra de danza contemporánea
marcadamente intensa y desafiante, que si bien mantiene la coherencia del
posicionamiento artístico de su director -corrido de las convenciones y de lo
que es o debería ser “correcto y aceptable”-, presenta elementos discursivos
que lo distancian de sus trabajos anteriores -como La idea fija, que lleva 5
años en cartel, o el exitoso unipersonal El Lobo, su primer trabajo como
director, que además interpretó-.
Sería muy poco decir que tal distanciamiento se debe a la presencia de cuatro mujeres desnudas en escena. La idea de "melodía infinita" que propone
Wagner y ese fluir continuo de su música donde la temporalidad se desvanece,
acompaña el setenta por ciento de la obra, funcionando como metáfora de un trabajo
que refleja la interesante relación entre el mundo de significaciones
subjetivas de su director y las dinámicas sociales actuales y pasadas que
presenta. Ese espacio, por su propia constitución, es imposible de definir-se, y
cabe destacar que su articulación en La Wagner, es impecable.
Incluso el propio proceso creativo de la obra se desarrolla sobre un pasado
que incluye y que sobredetermina la producción. “Mis procesos creativos suelen
ser bastante azarosos”, sostiene Rotemberg. “En el año 2012 hice una
performance llamada Todos o ninguno, en La casa de la Cultura, junto con Juan
Onofri y Ana Garat, interviniendo distintas partes de la casa de Victoria
Ocampo. Me encantó lo que armamos con Ayelén Clavin, Carla Di Grazia y Leonardo
Gatto. Los 3 estaban desnudos a la luz del día, haciendo acciones muy simples,
repetetivas y violentas. Y éso para mí fue una revelación. Tenía que ver con
una temática que quizás para mí es repetitiva (lo sexual, la genitalidad, lo
violento), pero descubrí que ya no me importaba la sutileza del movimiento sino
ver hasta dónde se podía llegar con las escenas violentas y sexuales. Para mí,
el límite siempre será cierto grado de lo explícito.”
De este modo, la continuidad y la repetición forman parte de esta obra
donde cuatro mujeres desnudas con vendas en los brazos, rodilleras y zapatillas
-vestuario de Martín Churba- llegan a la sala caminando una detrás de la otra,
para encontrarse con las cuatro sillas diseñadas con cinturones por Mauro
Bernardini, y con el público al que miran de frente. Donde los movimientos
resignifican la reproducción de la violencia social y su propia existencia
conflictiva. Y donde proponer un corrimiento cultural, conlleva exponerse a las
consecuencias de no haber aceptado el límite de la convención. En este sentido,
la iluminación de La Wagner, poética, delicada y tenue, acompaña a la
perfección la deliberada exhibición que presenta la obra, gracias al
maravilloso trabajo de Fer Berreta.
Es imprescindible mencionar la relación de La Wagner con los totalitarismos -cuyas consecuencias sobre la sociedad mundial se perciben hasta nuestros
días-, especialmente con el régimen nazi, literalmente reflejado en algunos
movimientos. “Hay algo más histórico que teórico en la obra. La Wagner me
permitió hacer citas imaginarias o literarias del movimiento; hay algo que
tiene que ver con la resistencia y eso a su vez tiene que ver con el deporte,
entendido como algo repetitivo y desafectado de lo artístico”, afirma su director para comentar luego que durante el proceso creativo apareció el mundo de la
danza moderna, la danza expresionista, la danza de la entreguerra, que con el
nazismo desaparecieron. Pero ¿dónde han quedado los trazos de sus
significaciones imaginarias?
Resulta interesante considerar que todo ello se presenta a través del
cuerpo femenino cuya significación cultural se encuentra indiscutiblemente
ligada a nuestra cultura patriarcal y por ende, a las distintas manifestaciones
de la violencia que ésta conlleva. "Esta obra habla del abuso todo el
tiempo, de la inhumanidad en relación con los cuerpos pero también con lo que
se está contando", señala Rotemberg.
Recordemos que "la" propia sala Alberdi del Centro Cultural San
Martín ha sido víctima del accionar consecuente con posicionamientos políticos
frente a un mismo espacio; una sala que nos muestra que algo excede a las
distintas tomas de posición: su mera existencia como objeto de disputa, el
vacío y a la vez su plenitud que colma la posibilidad abierta del sentido,
anterior a la necesidad de definir-se.
Y en el marco de este necesario acercamiento comunicacional a La Wagner, es
importante considerar las múltiples posibilidades significativas que ofrece la
danza: "para mí la danza, desde una visión primitiva y romántica, es la
oportunidad de comunicar desapegado de los prejuicios y de los conceptos",
sostiene Rotemberg para añadir luego que "la gran ventaja que la danza
tiene sobre el teatro, y que la asocia a la música, es su posibilidad de
abstracción; tanto a las chicas como a mí se nos presentaba este
cuestionamiento: ¿por qué estamos estrenando en esta sala? más aun cuando yo
siempre trato de mantenerme al margen de ese tipo de conflictos; pero a la vez
siento que se puede opinar o tomar partido a través del propio trabajo, y mi
propuesta es muy contundente en ese sentido." Podríamos pensar que cuando
La Wagner propone nuevos modos “sociales” de acercamiento a la femineidad y a
la corporalidad femenina, corriendo el riesgo de asumir las consecuencias de su
decisión, también nos invita a observar-nos en nuestros propios
posicionamientos, discursos y acciones.
"Yo creo que uno tiene que hacer lo que puede, como puede y con el
máximo grado de sinceridad o no, pero sabiendo lo que está haciendo",
remarca el creador de un trabajo que pretende, además, generar nuevas
propuestas para el campo de la danza, donde el hombre y la homosexualidad
masculina están sobrevalorados. "Hay cierto regodeo en el arte, tanto en
la danza como en el teatro, con la homosexualidad masculina. En La Wagner se
revaloriza el cuerpo de la mujer desnuda que logra un mundo de danza masculina/femenina
bastante particular", sostiene el director de una obra que no ha sido
creada ingenuamente ni exenta de cierta especulación sobre el impacto
-generalmente positivo- de la desnudez femenina, en el espectador habituado a
consumir los discursos mediáticos. Incluso se trate, quizás, de una obra aún
más auténtica que la anterior ya que, en sus propias palabras, "el mundo
más triste y desolado de la Wagner me interesa mucho más que el mundo más 'show' de La idea fija. Aunque debo reconocer que la respuesta del público ha sido y continúa siendo más
acentuada a favor de La idea fija que de la Wagner".
Si bien la obra presenta y exhibe las tensiones que se reproducen y se
multiplican en la corporalidad femenina, reivindicando el cuerpo de la mujer
como espacio "aún" plausible de ser re-creado y resignificado en
nuestra sociedad, nos muestra también, en consecuencia, que el movimiento de
estos cuerpos es pura incertidumbre. "Ingenuamente creo que estos
movimientos pueden revelar algo que es misterioso", señala Pablo
Rotemberg.
Una imagen sobre el final de la obra me conmueve profundamente, de igual
manera que la bellísima melodía, al inicio de la misma. Como una fotografía
musical acompañada de luz tenue, las siluetas de cuatro cuerpos en sombra se vislumbran
frente al público. Cuerpos que ya “exhibieron” abiertamente el complejo
entramado de relaciones sociales que la historia trazó sobre ellos, y que
ahora, extenuados, se han convertido en su propia poesía.
Ahora sí, son ellos mismos.
Ahora sí, son ellos mismos.
FUNCIONES
Jueves a las 22 hs.
El Portón de Sánchez
Sánchez de Bustamante 1034
Reservas: www.elportondesanchez.com.ar
Venta anticipada (entradas con descuento): www.alternativateatral.com
LA WAGNER
de Pablo Rotemberg
Elenco: Ayelén Clavin, Carla Di Grazia, Josefina Gorostiza y Carla Rímola
Música: Richard Wagner,
Armando Trovajoli, Gianfranco Plenizio, Phill Niblock
Escenografía: Mauro Bernardini
Vestuario: Martín Churba
Iluminación: Fer Berreta
Edición musical: Grela Jorge
Producción: Mariana Markowiecki
Asistente de producción: Nico Conde
Foto: Hernán Paulos, Juan Antonio Papagni Meca
Video: Francisco Marise
Asistente de dirección: Lucía Llopis
Dirección: Pablo Rotemberg