Por José María López
El mundo ha comenzado a pensar que la igualdad entre hombres y mujeres, de
nacimiento o por elección, es el próximo paso que se debe dar en pos de una
sociedad más justa. La problemática de género no es, ciertamente, un tema nuevo,
pero sí lo es el enfoque que ha tomado
el asunto. El feminismo deja de luchar con la lógica de las minorías, es decir, como un grupo
menor buscando igualdad ante un grupo mayor que lo contiene y a la vez lo
segrega.
Sólo en tiempos recientes, las mujeres y un buen porcentaje de los hombres
ha comenzado a ver que la proporción de la discusión no es la correcta; las
mujeres son la mitad de la humanidad, por lo tanto, no existe aquí una minoría sino dos partes iguales y un solo interesado (la raza humana).
Esta nueva perspectiva merece la revisión de todos nuestros quehaceres:
sociales, culturales, artísticos, etc. La danza, por supuesto, no puede escapar
a esto.
Sabrina Wenher es la fundadora de CoVar (compañía de Varones), la primera
compañía del país integrada únicamente por intérpretes masculinos y dirigida
tanto artística como ejecutivamente por una mujer. Tres creaciones con más de 30 representaciones en 2016 y una nueva obra a
estrenarse en septiembre de este año.
A continuación, una entrevista para conocer mejor a su directora, su
pasado y sus ambiciones en este proyecto.
--Hablemos del presente: ¿Cómo te encontrás el día de hoy en general?
-Estoy en una etapa de cambios muy fuertes, ahora estoy esperando una hija.
En cuanto a la compañía estamos trabajando mucho con convocatorias en distintos
espacios para llevar las funciones, a veces presentarnos solos en un teatro
lleva un trabajo muy grande para que la gente se anime a ir a ver otra cosa,
algo nuevo.
-La idea de la compañía y las temáticas que tocás en tus obras son bastante
novedosas. Hablemos un poco de eso.
-La idea era romper un poco con lo que está pasando en la danza
contemporánea argentina, no para hacer una innovación de movimientos o algo
“extraño”. Tengo una base clásica y muchos años en compañías contemporáneas. Para
mí es importante mantener una línea
y una estética. Generé un estilo de
líneas y fluidez que me caracterizan en este momento.
-¿Por qué trabajar sólo con varones?
-La idea surgió mientras todavía bailaba en la compañía del San Martín
(BCTGSM). Necesitaba ejercitar mi creatividad, que es algo que uno suprime
mucho como bailarín dentro de una compañía. Creo que lo que me llama la atención es trabajar con la energía masculina, me
gusta mucho. El hombre se arriesga un poco más, va más a lo auténtico, o por lo
menos eso sucede con este grupo. Yo soy intensa. Tengo un montón de energía
masculina, siempre me gustaron los roles fuertes, aunque me dieron muchas veces
papeles más líricos.
-¿Cómo te llevás con los varones y
tu rol como coreógrafa?
-Re bien. El año pasado hicimos casi treinta funciones y tuvimos tres
estrenos: Flypats, Extraños Todos junto a Federico Amprino con la que ganamos
la convocatoria Sub30 del Rojas, y Tremebunda, que fue una comedia para liberar
un poco después de dos trabajos muy intensos. A fin de año estuvimos en la
novena edición del festival Buenos Aires
Danza Contemporánea. Trabajo con chicos jóvenes y trato de ser justa. Intento
que los chicos se lleven una retribución económica en cada función, aunque a
veces salga de mi bolsillo. Ellos son conscientes de que lo principal no es el
dinero, sino el estar en el escenario haciendo algo nuevo. El recambio es el
desafío pero es lo que es, con eso
aprendí a ir más sobre el día a día. Más allá de eso intento mantener un
trabajo cuidado y profesional, no los mando sin estar preparados. Trato de no
repetir las cosas que yo viví como bailarina.
-¿Qué esperás que sobreviva entre todos estos cambios?
-Mi sueño sería poder forjar profesionalmente esta compañía para mantener
una continuidad. Yo quiero revalorizar el trabajo del bailarín. No todo debe
ser “por amor al arte”, obviamente eso está pero también hay que vivir. Es
difícil subsistir sin nada. Algunos chicos trabajan hasta cualquier hora en
algo que no les gusta para poder pagarse las cosas. A los bailarines hay que
pagarles porque tiene que ser así, aunque por ahora no pueda darles lo que se
merecen que se les pague. Por el momento lo pienso como una inversión a futuro.
-¿Cómo es el trabajo del día a día?
-Yo no hago audiciones: los chicos vienen y prueban, y vemos si nos
sentimos cómodos trabajando juntos. No me gusta imponerme, me gusta que
propongan y prueben, no cerrarme solamente en lo que yo quiero. Sacarles el
jugo como bailarines, intérpretes, personas. Tengo mi filosofía de trabajo, no
me gusta el puterío ni tampoco que me pisen la cabeza. Soy súper intensa, mis
obras son súper intensas. Una de las críticas que recibí fue “che, como los
hacés bailar, mucho movimiento” y yo digo que sí, son pibes y eso es lo que
quieren, quieren bailar.
-¿Trabajar con hombres te facilita ese trabajo de baile, en cuanto a la
cuestión física?
-Todos los ensayos son un desafío. El movimiento femenino, al pasarlo a uno
masculino no se ve igual, es ahí donde yo veo la cosa rica, lo que me gusta. Yo
tengo algunas veces ideas de movimientos o calidades, que por ahí a ellos le es
muy difícil agarrarlas; y eso es lo lindo, que de repente se ve un matiz entre
su energía masculina con esta fusión de
movimiento femenino mío porque soy
mujer. Hay muchas cosas de delicadeza femenina que ellos reinterpretan de forma
masculina. Busco esos movimientos de transición, de fluidez que en el hombre en
general son un poco más rígidos. Busco que sean personas con una calidad, una
cualidad de movimiento, es algo que trabajo mucho. Me gusta trabajar los
matices del movimiento.
-Tu mamá es coreógrafa, tus hermanas y vos son coreógrafas ¿Cómo llevás
todo eso que mamaste al trabajo exclusivamente con hombres?
-A mí lo que me abrió la cabeza para pensar que esto era posible fue haber
vivido y trabajado mucho fuera de la Argentina, vi mucho y aprendí mucho de mí
misma, de cómo me interesaba expresar el movimiento. Romper con ciertas formas
impuesta que me hacían sentir incómodas fue una liberación para mí. Con
respecto a mi familia somos muy parecidas en muchos aspectos para componer a
pesar de que no estamos en contacto permanente. A veces veo obras, sobre todo
de mi hermana Florencia, y tenemos cosas muy parecidas, son apenas detalles que
caracterizan nuestras personalidades.
-Las tres obras que ya presentaste con la compañía ¿qué tienen en común y
que las diferencia?
-Las obras siempre tienen una narrativa que de algún lado toca lo personal.
Flypats se generó en un momento mío muy crítico, tiene mucho de emocional por
ejemplo. Me gusta plasmar algo honesto, si yo no lo pasé por una vivencia me
cuesta poder trasmitirlo a los chicos. Aunque ellos no siempre entiendan la
vivencia específica.
-¿Tuviste con algún coreógrafo esta experiencia de sentir que te pedía algo
más allá de lo que te decía con palabras?
-Me pasó con Victor Ullate en Madrid, donde él me dejó participar en el solo
que hacía que me estaba montando. Fue lo más real que yo bailé. Se metió mucho
lo emocional tanto mío como de él y hubo otro tipo de conexión. A la hora de
ver eso plasmado en escena, ves que realmente tiene un sentido para vos. Cuando
el coreógrafo se mete con la vivencia personal el resultado es totalmente
distinto.
-¿Una última reflexión que quieras dejar?
-Quiero motivar a los chicos. Es un momento difícil en la cultura y creo
que hay que apuntalarlos, siempre viendo la realidad, sabiendo que se puede mejorar
pero si vamos todos para el mismo lado. Hay que tener claros los objetivos y
estar abierto a lo que pueda pasar en el camino. Todo lo que uno hace con
perseverancia y pasión funciona. Hay que tener mucha paciencia aunque a veces
uno quiera bajar los brazos. Cuando estás en escena y ves el producto de lo que
hiciste, es lo que más satisfacción te da. Ahora veremos qué sucede después de
la maternidad que para una mujer es un cambio en todo sentido.--
Fotos: Gentileza José María López