“Creo que siempre tuve en claro lo que quería hacer pero no la seguridad de cómo realizarlo. En esta duda aparece un aspecto de mi personalidad que, hasta ahora, me permitió desarrollarme y seguir con mis planes: las ganas de hacer, correr el riesgo de moverme, mostrarme y equivocarme sin tener vergüenza de esto.”
Exequiel Barreras
Por Ana González Vañek para DanzaNet
Por su inmensa capacidad creativa. Por su iniciativa constante. Por el desarrollo de una carrera brillante. Pero muy especialmente por el amor y la pasión que lo caracterizan en su profesión -aspectos fundamentales en una comunicación artística que privilegie la sinceridad de las propias experiencias-, el talentoso bailarín y coreógrafo argentino Exequiel Barreras, nacido en la ciudad de Córdoba, es quien inaugura la sección Perfiles en Acción de la Revista DanzaNet.
En el texto que sigue a continuación, resultado de una riquísima entrevista, Barreras da cuenta de los elementos más importantes que considera a la hora de pensar en comunicar a través de la danza, para luego hacer referencia a su propia experiencia como espectador. También nos cuenta cuál es su opinión acerca de la situación que atraviesa el campo de la Danza Contemporánea en Argentina, mencionando algunas diferencias con el desenvolvimiento de esta práctica en Europa. Para describir, por último, sus sueños y expectativas en relación con su carrera artística. Los invito a disfrutarlo.
El cuerpo como comunicador
–No puedo comenzar a hablar de la Danza en general sin antes hacer hincapié en lo que, considero, es lo más importante: el cuerpo como comunicador. Creo que desde la danza, uno puede conectarse con el público desde un lugar increible, relacionando las energías de los cuerpos “intérprete-espectador”; se produce una comunión que resulta placentera e inigualable. Para mí, detrás de esto, se encuentra el concepto que quizás se quiere desarrollar para que el público reciba un mensaje, una idea, una opinión o simplemente una sensación a compartir. Comunicar a través de la danza resulta difícil si lo más importante para el intérprete es mostrar/se. Creo que debe existir el riesgo de intentar, en primer lugar, llevar a cabo la internalización del motor que genera el movimiento, para terminar en una danza sincera y claramente comunicadora.
El espectador: la resignificación de la obra
–Como en toda comunicación artística, el espectador es quien cierra el ciclo iniciado con un proceso creativo íntimo, que se fue depurando y organizando en un trabajo final. Al no estar involucrado desde ese comienzo, posee un espacio mucho más amplio para la interpretación de la pieza, permitiendo ésto resignificar la obra una y mil veces. Yo trato de ir a ver una obra como una hoja en blanco; trato de no leer críticas ya que muchas veces me condicionan en la lectura. Sinceramente, disfruto de trabajos sensibles; es decir, que de alguna manera cambian mi estado emocional. Me gusta que una obra me modifique, que me permita replantearme cosas, que me deje preguntas para responder, que me haga reir. Muchas veces se va poniendo difícil porque al ver tantas cosas, uno empieza a descubrir mecanismos, articulaciones; y eso no me permite estar en un lugar relajado para disfrutar. De chiquito he visto obras de teatro, de danza, películas. Ese espacio es un lugar sagrado en mi propia reflexión personal, algo hasta psicoanalítico, diría yo. Un lugar donde te hacés el tiempo para pensar en tus cosas. Es como entrar en una iglesia, una burbuja aislada del ritmo de la ciudad donde todo parece estar para que vos intentes bajar la ansiedad; o como mirarse en un espejo.
“Atado con alambre”
–En Argentina siempre encontré un espacio donde todo puede hacerse realidad, pero, ¿a costa de quién? Los bailarines argentinos tienen que desarrollar desde pequeños, un instinto de supervivencia increible; además de saber bailar -su apasionada profesión-, tienen que ser camareros, oficinistas, bailarines en eventos familiares y/o boliches, profesores, productores de espectáculos, diseñadores gráficos, fotógrafos, actores, saber atender al cliente en supermercados, kioscos o callcenters. Los artistas argentinos son apasionados, obsesivos, inteligentes y sensibles. Desde acá, donde se pueden ver decenas de espectáculos increibles cada fin de semana y también durante semana, todo vale para conseguir una salita independiente donde no te maten con el seguro. La danza contemporánea argentina tiene todo lo que tiene el país: es chanta, desvergonzada, muchas veces suicida, todo está atado con alambre y se intenta tapar los huecos con algun nylon. Claro está que siempre hay escalones de trabajo. Las generaciones en Argentina se separan mucho: no hay un diálogo fluido entre los jóvenes creadores con los que ya están establecidos en el ámbito oficial. Parece que las puntas no se juntan nunca, y que tampoco les interesa. Para mí esto es muy malo ya que siempre es un buen momento para que los jóvenes relean cosas pasadas y para que los maduros se den un refresco artístico con las obras que pretenden ser, pero a las que todavía les falta.
Problemas con el dinero
–No tener una política cultural en el país que permita, aunque sea, motivar a quienes quieren permanecer en este ambiente. El poco espacio que tiene la danza en los medios de comunicación hace que en la carrera de bailarín empiecen 10 y terminen 3 o 4. Y luego, que sigan trabajando 1 o 2. Es muy interesante comparar la cantidad de alumnos que entran al Taller del San Martín con los que terminan, y después ver cuántos y cómo se insertan en el mundo laboral. Un aplauso para los obstinados, para los que viven en pensiones donde tienen que compartir hasta la mesita de luz, para los que hacen esto “de onda”, para los que te dicen “me alcanza con los viáticos”, para los que estudian donde les dan un cuarto de beca. Pero esto, ¿está bien realmente? ¿Sirve para la danza contemporánea argentina que todo se logre a costa de quienes la desarrollan o intentan desarrollarla?
Diferencias y experiencias
–Si tengo que remarcar alguna diferencia entre el trabajo como bailarín en Argentina y el mismo trabajo en Europa voy a referirme primero, obviamente, al plano económico. Hay una gran diferencia, un abismo, diría yo. De todas maneras, en Europa los bailarines son quienes generalmente cobran menos pero, claro está, viven en un país desarrollado donde hay seguro de desempleo, muchísimo apoyo del gobierno en proyectos personales y sistemas de salud mucho más evolucionados que en Argentina. La segunda cuestión que aparece es la posibilidad de tener muchísimas opciones dentro de una región geográfica cercana. En casi todas las ciudades de Alemania existe un teatro estatal con su coro y ballet, además de los proyectos privados. Así también en Suiza, Holanda, Francia; y menos, en España, Portugal e Italia. Esto desarrolla en el bailarín una consciencia nómade a partir de la cual, si no tiene trabajo en su país de residencia, lo busca en otro. Así, se va circulando, generando un intercambio muy rico a nivel artístico y cultural. Se trabaja siempre con gente de todo el mundo y se intercambian costumbres, idiomas, tendencias, poniendo al bailarín en un estado de aprendizaje constante. Otra diferencia que veo es que, muchas veces, principalmente los bailarines europeos, están mal acostumbrados a tener todo preparado; y en este camino se pierde la pasión, se pierden los deseos de hacer, de buscar constantemente, por lo cual, teniendo en cuenta lo que dije anteriormente acerca de la situación de la danza en Argentina, los bailarines argentinos y sudamericanos se destacan en el viejo continente por el empuje de creación, de búsqueda, de generación constante, mientras que los bailarines europeos esperan que aparezca la oportunidad. Quiero aclarar que, por generalizar, quizás estoy siendo injusto o dando por sentado algo que en realidad no es tan así. Pero para poder describir diferencias, me veo obligado a extremar estos distintos aspectos. Claro que en Europa hay gente que no se queda quieta ni un segundo; que investiga y busca hasta no dar más; y en Argentina hay gente que sigue sentada, esperando el tren de las oportunidades.
“¿Volver? Siempre…”
–Creo que siempre tuve en claro lo que quería hacer pero no la seguridad de cómo realizarlo. En esta duda aparece un aspecto de mi personalidad que, hasta ahora, me permitió desarrollarme y poder seguir con mis planes; las ganas de hacer, correr el riesgo de moverme, mostrarme y equivocarme sin tener vergüenza de esto. A los 11 años dije que quería hacer teatro, a los 14 años ya estaba trabajando profesionalmente y cobrando un sueldo que me permitía pagar mis estudios y mis placeres. A los 18 me fui a Buenos Aires con una beca; así pude seguir estudiando e involucrarme más en la danza. Ese mismo año entré al San Martín, bastante de casualidad ya que no sabía mucho de la existencia de este lugar. Con la experiencia en este trabajo fui proyectando metas y sabía que Europa era un lugar por donde tenía ganas de pasar y seguir aprendiendo, para volver… y seguir así… Ahora estoy en Europa, desarrollándome como bailarín, coreógrafo y maestro. Y me siento exactamente igual que en Buenos Aires, con la diferencia de que me encuentro frente a un mundo más abierto, donde quizás los sueños tan solo dependen de tocar una puerta y probar. El resto, obviamente, depende de muchos factores. En poco tiempo trabajé en Suiza con grandes coreógrafos, bailé en un festival en Berlín donde grandes de la danza mundial tambien estaban mostrando sus trabajos. Y hasta me permití audicionar para la Folkwang días antes de la muerte de Pina Bausch. Sé que ahora tengo un año en la compañía estatal de Coburg y que voy a aprender mucho; tengo muchas licencias y privilegios. Por ejemplo, para la apertura de temporada me permitieron bailar un dúo que coreografié; también monté un solo para una compañera. En enero voy a estrenar una nueva obra y una vez que termine la temporada aquí, la idea es volver a Suiza donde tengo un par de proyecto como free lance. Sólo tengo la seguridad de que siempre voy a seguir en la línea del trabajo, la curiosidad y el disfrute. Así voy viviendo y mezclando la vida con mi profesión. ¿Volver? Siempre; siempre… para irme de nuevo y volver una vez más… Cuando uno está lejos de su gente es cuando se da cuenta de cómo uno es realmente–.