Análisis de registro audiovisual: Grupo Corpo

El siguiente texto fue escrito por María Silvina Biondi en el marco de las actividades propuestas por el Seminario de Periodismo de Danza, a cargo de Ana González Vañek. Se trata de un ejercicio de observación perceptual, necesario para realizar una aproximación despojada de pre-nociones, a la escritura sobre danza. En este caso, se trabajó sobre la observación de la coreografía de Rodrigo Pederneiras para la reconocida compañía de danza contemporánea brasileña, Grupo Corpo.




Por María Silvina Biondi

Es domingo cerca del mediodía, el sol comenzó a asomar tras las nubes y los pájaros a cantar después de un fin de semana de intensa lluvia sin poder oirlos. Me encuentro en la comodidad de mi casa disfrutando de la bella danza del Grupo Corpo bajo la coreografía de Rodrigo Pederneiras y la música de Marco Antônio Guimarães, cuya melodía me lleva flotando por un paisaje lleno de colores, flores, cuerpos sensuales y rostros rebosantes de alegría. Siento estar viviendo junto a los intérpretes una fiesta en la que nos movemos de un lado al otro con soltura y plasticidad, jugando un juego en el que sus brazos son como alas que dibujan figuras en el aire, recordándome a las aves en pleno cortejo, quizás bañándose bajo la lluvia o incluso celebrando la llegada del romance primaveral. Viajo al pasado recuperando parte de mi infancia, al llegar a mi memoria una de las películas más lindas y conmovedoras que vi, “Bambi”, y su escena de la última lluvia invernal en la que las aves y animales del bosque cantan y danzan por el aire, enamorados y felices ante la llegada de la primavera.[1]

Ninguna experiencia estética puede ser concebida aislada de su contexto. Todo cuanto mi observación me ha permitido sentir y experimentar hoy, está teñido y nutrido por mi historia, mis experiencias pasadas y las más inmediatas como la lluvia de estos días, el sonido de los pájaros, mi estado de ánimo y cada detalle que me rodea.

Probablemente lo que aquí comparto no tiene nada que ver con lo que pretendía poner en juego el artista, pero tampoco lo niega. Me refiero a que hay una serie de decisiones tomadas a nivel compositivo, como la utilización de la repetición, la sumatoria y la superposición a modo de operatorias, observables en una escenografía minimalista compuesta únicamente por un telón de fondo cuya estampa es una repetición de los motivos utilizados en el vestuario de los bailarines aunque con ciertas variantes. Musicalmente, la estructura de base se reitera una y otra vez durante toda la pieza, a veces con modificaciones, lo que se combina con saltos, giros y movimientos corporales aireados, rítmicos y ondulantes aplicados a secuencias que se repiten; con diferencias pero sin perder la dinámica ni los diseños espaciales, e incluso las formas y figuras coreográficas, provocando en mí una sensación de continuidad, de algo cíclico que no se termina ni terminará. Es decir que, aunque haya una intención comunicativa y un deseo expresivo por parte del creador, siempre hay algo que a éste se le escapa ¡por suerte! y tiene que ver con la experiencia sensible, particular e íntima de cada observador en la que su subjetividad le permite dar sentido a cada experiencia estética.