CARMEN, de Jorge Amarante: Mujer de alas libres

Por Mariela Mazza


«L'amour est un oiseau rebelle, que nul ne peut apprivoiser, et c'est bien en vain qu'on
l'appelle, s'il lui convient de refuser.
[...]
L'amour est enfant de bohème, Il n'a jamais, jamais, connu de loi. Si tu ne m'aimes pas,
je t'aime. Et si je t'aime, prends garde à toi!»

«El amor es un pájaro rebelde, que nadie puede enjaular, y es vano llamarlo, si él prefiere
rehusarse.
[...]
El amor es niño gitano, jamás, jamás ha conocido ley. Si tú no me amas, yo te amo; y si te
amo, ¡tú ten cuidado!...»
(Carmen)

Fotografía / Gentileza de prensa

Jorge Amarante compone una pieza coreográfica sensual, de naturaleza dramática, que encarna la huella feminista contra la violencia, a través del tiempo-espacio y personaje principal. El ballet recrea aquella articulación, en cuya teatralidad escénica se luce Macarena Jiménez con una técnica senso-perceptiva exquisita, junto a Maximiliano Iglesias y Jiva Velásquez; en la "Danza bohemia" y "Seguidilla". La acción dramática se concentra en el personaje principal pero la coordenada singular de cada bailarín liga las historias bailadas, con la música de Bizet, como lógica causal de los sucesos o puesta en relación de un romance trágico.
Originalmente el lenguaje ideático de Carmen, cual tropo literario, configura a priori la trama. Desde aquí, el coreógrafo crea un bosquejo figurativo de eros y tánatos. Los puntos álgidos de inflexión guardan un tiempo secreto capaz de recobrar la lucha histórica de la mujer. Esto es, elementos punzantes del femicidio que vuelve singular la perfomance en cuestión. A saber, la utilización de una soga como atadura o elemento opresivo de un lazo dañino. De acuerdo a Georges Bataille,  el "erotismo del corazón" consiste en: “la búsqueda de la unidad rota por la discontinuidad, mediante la pasión amorosa". Es también, por supuesto, "la búsqueda de un imposible"; pero lo que distingue la pulsión erótica de la tragedia-violencia es el halo de muerte. En efecto, la tensión que nace de la fuerza del drama ligado a la lógica de acción responde al impulso interior de emancipación, puesto de manifiesto en cada gesto dancístico. Por tanto, la propuesta del director consiste en un cuadro coreográfico mayor con signos atractivos que estima cuestiones existentes.
Ahora bien, la variable temporal se explora mediante movimientos como vivencias de prisa y pausa e incluso suspensión, entre tendencias de flujo libre o conducido, pesado y liviano. Así la dimensión física de Carmen despliega una gama de movimientos, que transcurren entre la expansión y concentración, el uso del espacio y despliegue de energía con calidad artística. La interpretación de las habilidades motrices significativas expresan imágenes, ideas y emociones con el cuerpo, en comunicación constante con el espectador. El público presente logra atravesar (met) el camino (hodos) de los cuerpos danzantes en su particular lenguaje denotativo, capaz de significar a través de sus tobillos, brazos, manos, líneas del cuerpo y rasgo del rostro (parafraseando a Mercé Antonia, citada en Carlos Manso, La Argentina, Ed. Devenir, Buenos Aires, 1993). Todo lo cual compone una poesía bailada, entre el erotismo y el éxtasis de una pasión tanática, en cuyo desenlace fatal denunciamos: “Ni una menos”.