MARGARITA FERNÁNDEZ: "LA DANZA ES LIBERTAD"

Por Ana González Vañek

En tiempos de grandes cambios para nuestra humanidad, es de vital importancia reivindicar el inmenso poder transformador de la danza. La práctica artística de danza en la niñez es fundamental para el desarrollo de la sensibilidad, así como también para la generación de valores que incidan favorablemente en la co-creación de un nuevo mundo, donde seamos capaces de aceptarnos en las diferencias y construir nuestras sociedades, a partir de ellas. Con la intención de revalorizar a la danza como un arte primordial y absolutamente necesario durante los primeros años de vida, y para conocer en mayor profundidad las características de los procesos de enseñanza - aprendizaje de la danza en la niñez, tuvimos el placer de conversar con la reconocida maestra, coreógrafa y directora argentina, Margarita Fernández, quien comparte en esta entrevista sus conocimientos y experiencias como maestra de danza para niños. Cabe destacar que su vasta trayectoria incluye la autoría del libro "Introducción A La Danza Modern Jazz Para Niños" y la puesta en escena de grandes clásicos de las artes escénicas, en versión infantil.


Fotografía - Gentileza Margarita Fernández


AGV: -¿Cómo nace tu interés en el trabajo con niños en la danza?

MF: Mi interés en el trabajo con los niños en la danza surge de una iniciativa muy íntima y personal porque mi formación temprana estuvo siempre invariablemente asociada a instituciones y escuelas de danza con una formación académica, que para mí es y fue de significativa importancia, para poder desarrollarme profesionalmente como bailarina. Pero siempre consideré el acercamiento de los niños a la danza o de la danza hacia los niños, como algo muy beneficioso, porque es una herramienta expresiva fundamental para cualquier niño. Tanto es así, que en todas las culturas, y desde las épocas más arcaicas  se ha considerado la danza como un medio de expresión y en muchos casos, además de lo lúdico, se la ha relacionado a lo trascendente y lo mágico-religioso. 

El haberme formado en una institución académica me hizo ser consciente, de alguna manera, de lo limitado del acceso de los niños a ese tipo de formación, dejando quizás en el camino a pequeñas y pequeños con ganas de bailar. Ya siendo profesional y dedicándome a la docencia, empecé a tener un especial interés en acercarme a los niños y brindarles una educación en el movimiento feliz, a todos por igual. Hay un slogan que me acompaña siempre: “¿No será la  imaginación y el arte inteligencia que se divierte?”. Esto es perfectamente aplicable a esta forma, a esta posibilidad de expresión para el niño. La danza, principalmente en la niñez, no sólo es formadora físicamente sino que -principalmente cuando son muy pequeños- resulta una herramienta fundamental para que los niños puedan expresar sentimientos, para que puedan descubrirse. Los latidos del  corazón, la respiración que proviene del propio cuerpo, el silencio, los estímulos sonoros, la música para los niños oyentes y las vibraciones para los hipoacúsicos, repercuten en sus cuerpos. Estos estímulos son recepcionados, dando respuestas en movimientos, haciéndolos expansivos y comunicadores. Cuando se realizan en compañía de otros niños (grupo) se genera, entonces, una correspondencia y se transmiten las ganas de bailar.  

Esa correspondencia es ser con el otro y entonces ahí conviven uno, el otro y la alteridad. Bailar es sentirse ilimitado, sentirse libre. La danza es libertad. En ese ánimo de juego se puede también generar de a poco y sin darse cuenta, una formación que puede derivar después en algo académico.

Yo sé que muchos de los niños que han transitado las aulas en las cuales se imparten conocimientos, tuvieron la suerte de poder ser bailarines y otros tuvieron la dicha de poder tener una herramienta de por vida para ser felices, para entender lo que es el valor de la danza, para poder reconocer su propio cuerpo y el de los demás. De esta manera pueden respetarlo y pueden expresar un montón de sentimientos y ser receptores también de sensaciones, acompañar a la música, desarrollar otros valores más y una sensibilidad que los va a acompañar siempre.


Fotografía - Gentileza Margarita Fernández

AGV: Teniendo en cuenta las características del contexto que actualmente sobredetermina el desarrollo de las prácticas artísticas ¿Cuál es tu mirada acerca de la formación en danza durante la infancia?

MF: La formación en danza durante la infancia se encuentra enmarcada en los distintos espacios geográficos y culturales en donde se da. No es lo mismo la danza para un niño Qom que la  danza para un niño que nace en San Petersburgo; ni la danza de un niño  nacido en Córdoba (Argentina), que para aquel  nacido en el Sur de España, en Sevilla. Tampoco es lo mismo la danza para un niño hindú que para un niño africano. Si bien la danza es, por supuesto, hacer con el cuerpo y con el movimiento, y eso se manifiesta  en la corporalidad, la impronta cultural y geográfica de cada niño, en determinado contexto, hace que se tenga una forma identitaria característica, aún en la niñez más temprana.

Me encantó cuando una vez, un colega se refirió a la pluralidad de los bailarines de nuestro Ballet Folklórico Nacional -que es un ballet federal-, diciéndome que se notaba que cada uno traía su geografía, que traía un paisaje diferente. Este destacado bailarín de tango es Jorge Torres, quien comenzó a bailar a edad muy temprana dentro de un hogar  humilde, pero con padres inteligentes que pudieron ver y entender su sensibilidad artística. Se orientaron así, hacia la búsqueda de un maestro de danza clásica y danza folklórica, lo que le dio la posibilidad de acceder a una formación académica. Hoy es un destacado artista y la danza, su medio de vida. Este tipo de casos suele darse y a veces se debería poner foco, apostar y dar respuestas a través de mas cantidad de instituciones que generen acceso a tantos niños que, como él, tienen condiciones y no están dados los recursos que lo permitan. Torres viajó mucho por el mundo y me decía que cuando los bailarines bailaban dejaban un paisaje en el escenario; y que se veía que aún cuando manejaban una misma corografía o una misma música, sin embargo… y en ese “sin embargo” estaban impresas las características de arraigo. Eso se da en los niños también. Hay chicos que están muy incentivados a participar desde muy pequeños. Estas participaciones pueden tener un carácter religioso, o pueden tratarse de danzas regionales. En otros países, la mirada podría apuntar más a un enfoque académico riguroso que hace que el niño pueda desarrollarse en una profesión, ya que para ciertas comunidades, el ser bailarín es ser una persona de la cultura destacada, saliente, prestigiosa.

Para mi mirada, en nuestro país -que a su vez engloba muchos países más- falta un trabajo aún mayor en el incentivo de la danza para los niños. Podemos decir que Argentina es un país que baila, sobre todo en el interior, pero deberíamos tener mayores posibilidades para acercarnos de manera más temprana a la danza, porque es un vehículo muy importante para poder expresarse. Una persona que conoce su cuerpo, conoce sus potencialidades y su limitación. El trabajo del docente en danza es brindar herramientas para que se conozca y amplíe las posibilidades de crecer corporalmente, agudizar y nutrir su inteligencia kinética y su inteligencia emocional. La danza es el cuerpo que habla. Permite ser comunicador con la otra persona, en cuanto a poder manifestar sentimientos, en cuanto a poder ser correspondido, poder sentir que pertenece a un determinado grupo; y esto es muy importante que se desarrolle lo antes posible. En los primeros cuatro o cinco años, ese vínculo con  la música, con la danza, con el ritmo, es fundamental. Partimos del principio de que todos los seres humanos tenemos algo que se llama ritmo interno, que está dado por el latido de nuestro corazón y la respiración. Eso existe, lo traemos con nosotros desde la etapa de la gestación. La posibilidad  de poder permitirle al otro el desarrollarla, da pie a personas más felices. 

Bien decía Jaqueline  Robinson en su libro El niño y la danza que idealmente la danza educativa y cultural debería tener, indiscutiblemente, su sitio en los proyectos de educación. “El  niño tiene derecho a la danza”. El  concepto clave en el Congreso DaCi UNESCO de 1982 en Estocolmo fue: El objetivo de la danza para los niños es “to make better people”, es decir, hacer mejores seres humanos, mejores personas. Bailando se aprende a amar mejor a los demás, a comprender mejor la vida.

Poder tener contacto con la danza cuando se es chico es fundamentalmente un regocijo para el espíritu. A través de ella se aprende a tener confianza y también resulta muy gratificante la alegría de bailar con otros chicos.

AGV: ¿Cómo describirías los procesos de enseñanza-aprendizaje en la actualidad?

MF: En este momento el mundo está viviendo una situación que es absolutamente única y particular. El no poder permitirnos salir de nuestras casas, el tener que resguardarnos por el hecho pandémico, hace que obviamente los niños sean receptores y sufran las consecuencias. La posibilidad, no obstante, de poder contar con la virtualidad, con sistemas de enseñanza y plataformas, en algunas casos muy bien trabajadas y muy bien desarrolladas y en otros casos, muy pobres y poco preparadas, genera una gran desigualdad. Sin hablar de aquellos niños que no tienen acceso a  la virtualidad y entonces quedan relegados. Pero tener este acercamiento a través de la virtualidad, donde la única forma de ver cómo se expresan otras personas es a través de las pantallas, es no obstante, una posibilidad que no hay que descartar, que hay que considerar, reforzar y valorar. En lo personal, creo que lo virtual no sólo llegó para quedarse sino para desarrollarse cada vez más. Como docentes tenemos la responsabilidad de que las plataformas se fortalezcan en los contenidos que se brindan. Y es necesario también observar la posibilidad de que en cada clase el docente no sea sólo una persona que ejecuta y el alumno el que repite, porque sinó quedaríamos absolutamente en deuda con el propósito. Sino que sería prioritario, a través de esta forma de llegar al niño, que podamos en esas ventanitas de aproximación, abrir muchas puertas con otras áreas del arte. Podemos sumar en nuestras clases el acercamiento, por ejemplo, con la pintura, la escultura o la arquitectura, de la mano de la danza. Hoy podemos entrar a un museo y  a sus galerías  virtuales y recorrer las  distintas áreas,  proponiendo trabajos de movimiento ante una determinada obra de arte. Ver qué dice ese cuadro, con qué música lo acompañaría, cómo podemos recrearlo, cómo podemos armar distintas escenas de diferentes pintores con sus variadas miradas sobre la sociedad. Así darle color corporal a los ya coloridos cuadros de Frida Khalo, a sus animales, a su fantasía. Ver cómo ser una ingrávida y sutil bailarina de Degas. Preguntarnos cómo podemos jugar haciendo La danza de Matisse, cómo podríamos ser seres mágicos como los de William Blake, cómo podemos transitar un espacio laberíntico como el de Pettoruti o qué pasa en el corazoncito de Juanito Laguna de Antonio Berni. Todos estos podrían ser disparadores en los que nos podemos apoyar, teniendo la posibilidad de la virtualidad y aplicando esas motivaciones a experimentaciones corporales. Esto hoy también se viene desarrollando en algunas  escuelas públicas  De esta manera, el niño abandona esa posición estática de espectador de la pantalla y lo levantamos de su silla, lo hacemos moverse y ponemos en jaque su creatividad permanentemente. Esto hace que un niño de Buenos Aires también esté conectado con un niño de Egipto y que un niño de Egipto esté conectado, a su vez, con uno de Alaska, y el de Alaska con uno de la base Marambio. Entonces, en la posibilidad que hoy nos brinda la virtualidad, tenemos que poner contenidos que hagan posible que esta comunicación a través de la danza, aún virtual, genere y siga generado, de alguna manera, instancias creativas e iniciativas de danza. 


Fotografía - Gentileza Margarita Fernández

AGV: ¿Cuál es la importancia del juego en la danza y cómo vincularías tu experiencia como docente con tus vivencias cuando eras una niña estudiante de danza? 

MF: En lo personal me pasó que tuve una infancia de mucho juego, incentivada por mis padres que eran muy rigurosos a la  hora del estudio pero que nunca dejaban de permitirme el tiempo de juego. No sólo en la casa, sino  también al aire libre. El juego se respetaba y mucho.

En el juego, a través de la iniciativa del docente, pueden darse propuestas teatrales donde surja la acción, la dramaturgia del movimiento de un relato, de un cuento, y la fantasía que es tan importante. Creo que hay una invasión de imágenes de la informática y los medios televisivos, en las aplicaciones en los celulares y en los juegos virtuales. Muchas de ellas son intrascendentes y son una acumulación por acumular, pero también hay muchas posibilidades de recorrer previamente esas imágenes y hacer una selección de grandes “joyitas” que hoy pueden tener a su alcance los niños. Como docentes, esto se debe incentivar. Se trata de un volver a revalorizar, a descubrir, y el docente debería encontrar el imaginario del alumno, del niño que pone en jaque al docente. Y allí, nuestra labor está prácticamente cumplida, porque entonces, uno entró en lo que el niño piensa y quiere transmitir. Eso significa que estamos en sintonía. Y eso es maravilloso. Porque uno vuelve a tener un corazón de menos de cuatro años, donde tiene todo por aprender y descubrir. La perversidad del tiempo y la acumulación de un montón de formas de estudios. enciclopedistas, de información vacía, conspiran. Cuando uno vuelve a ese corazón de menos de cuatro años, quiebra y descubre, y empieza a partir de otro tipo de imágenes y sensaciones. Es ahí donde uno entiende que comienza a crecer y a hacer un viaje, muchas veces a recobrar ese pasado que te hace entender tu presente y tu futuro. El futuro de esos niños, en ese momento, está en el presente que le brinda el docente, y eso hace a su crecimiento, siendo así de suma importancia.

Creo que ser inspirador es uno de los grandes desafíos de quien está adelante de una clase para niños: ser fuente de inspiración es una de las grandes obligaciones. Formar a un niño no solamente en lo técnico para que mañana sea un bailarín perfecto, sino generar en él una fuente de inspiración. Que para el niño su desafío sea, quizás, que después pueda llegar a entender la belleza como perfección, y entonces tomar estos medios técnicos -si va a ser bailarín- y así lograr la perfección. Pero que comprenda que no se trata de una belleza que se hace sólo por la técnica de estirar un músculo en una determinada posición, en determinado ángulo o tener un determinado físico que se trabajó muscularmente y lo desarrollamos. Sino que esa pierna, ese músculo, esa acción, ese gesto, viene acompañado de contenido, viene acompañado de descubrir una fuente inspiradora. Dos bailarines arriba de un escenario, con la misma técnica, se distinguen uno del otro porque quizás uno la acompaña del momento inspirador, y eso es intangible a los ojos, pero es tangible a la sensibilidad del alma. Y de eso se trata.

AGV: ¿Qué entendés por comunicar a través de la danza?

MF: Entiendo lo que en sinónimos le corresponde a la palabra comunicar: anunciar, transmitir, hacer saber, hacer partícipe, relacionarse, corresponderse, manifestar. Todas estas acciones están inmersas en el arte de la danza, le son innatas. Acontecen desde que nuestro cuerpo se manifiesta a través del movimiento y de sus señales corporales. Es el despertar de las facultades cognitivas y creativas. Cuando nos manifestamos, expresamos danzando, tenemos la oportunidad de transitar un instante privilegiado: el estar uno junto al otro en un momento donde conviven maneras de ser y de hacer, de relacionarnos.

“Mi cuerpo es el lugar de mi presencia en el mundo… es el punto de encuentro y de convergencia... mediante el que existo para el otro”, decía Paul Valéry.

Bailar es un acto de amor... Es hermoso sentirlo y poder transmitirlo, desde la infancia...-



Fotografía: versión infantil de SHEREZADE con dirección de Margarita Fernández. La hermosa puesta donde confluyeron diversas artes y títeres, se llevó a cabo en el Teatro Colón, en el año 2019. 

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Nacida en Argentina, Margarita Fernández es Bailarina, Coreógrafa y Maestra Formadora. Actualmente es Directora de la Compañía Nacional de Danza Contemporánea y Profesora en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón. Se desempeñó como Maestra Preparadora, Coordinadora Artística y Subdirectora del Ballet Folklórico Nacional durante 7 años. Es Directora del Estudio de Danza Margarita Fernández. Visita su biografía completa aquí.


IG @estudiomargaritafernandez

 

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