Por Paula Percivalle
Directora Compañía Interna
IG @paulapercivalle
"Sólo comprenderás lo que realmente ocurre, cuando tú también comiences a bailar"
Osho
Cuando se estudia la danza, no se aprende solamente a perfeccionar un movimiento sino a mantener un nivel de atención sobre el propio cuerpo, lo cual permite desarrollar una gran capacidad de concentración. Cuando se estudia la danza, no se aprende solamente a escuchar la música sino a respirar con infinidad de ritmos, abriendo una multiplicidad de registros internos capaces de combinar variadas emociones y sensibilidades. Cuando se estudia la danza, no se aprende solamente a desplazarse por el espacio sino que se va adquiriendo una capacidad de representación extraordinaria, que permite visualizarse a uno mismo, a los compañeros y a todos los objetos que configuran un espacio con exactitud.
Cuando se estudia la danza, no se aprende solamente a bailar con otros sino que se va descubriendo un contacto y una comunicación tan profunda, que aparece la posibilidad de fundirse, dejando de ser uno para ser una misma energía con otro, con otros.
Todo esto no se aprende de manera lógica y racional sino que se desarrolla y profundiza intuitivamente: la consciencia es invitada, en cada experiencia, a configurar nuevas relaciones que la expandan y amplíen, de tal forma que el conocimiento se impregna en el cuerpo donde, nuevamente, se hace sabiduría. Y finalmente, luego de muchos años, cuando se sigue estudiando la danza, no se aprende solamente a encontrar el equilibrio sino que luego de investigar y explorar, puede redescubrirse esta única condición inexorable para todo ser vivo del planeta: la gravedad. Tal vez sea posible que, al descubrirla, se imprima en lo más profundo del alma, una dirección de “ascenso” y de elevación, que podrá elegirse o no, pero que ya habrá transformado la esencia para convertirse en bailarín.