DESTRUYENDO MITOS

Por Flavia Basilico

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Julie Shanahan - ©Murdo Macleod/The Guardian


¿Por qué creemos que bailar es hasta cierto momento de la vida? ¿Qué pasa después de los 50, 60, 70, 80 años y más? La respuesta es: nada. Si podés moverte, podés danzar. Punto. 

Estoy cansada de escuchar que mi profesión tiene un límite; que a tal o cual edad no podré bailar. A veces me genera tanta confusión y enojo que lo canalizo cumpliendo años y bailando cada vez mejor, perfeccionándome, aprendiendo, enfocándome y dejando que el arte sea mi guía absoluta. 


Julie Shanahan -Tanztheater Wüppertal Pina Bausch- es una de mis bailarinas favoritas de todos los tiempos. Se unió a la compañía de Pina en 1988, el año que yo nací. Actualmente tiene 60 años y baila de manera profesional. Sigue en la compañía de Pina y es impecable en todo su mover. 


No niego que el tiempo pasa; no niego que algo nos puede doler, que algo se desgaste o cambie… Sólo me niego a negar los sueños. 


Como Julie, hay muchas personas más que ensayan, bailan, se siguen perfeccionando, entrenando, creando y más. En algunas compañías de danza, como en W¨ppertal, podemos encontrarnos con bailarines desde 25 a 70 años, o más. Yéndose de gira, ensayando todos los días largas horas, viviendo su vida de bailarines, sin más.


El jueves pasado estaba en mi clase de ballet, hice un souplesse derrière en la barra y algo no se sintió del todo bien. Nada grave, no me impidió seguir con el resto de la clase ni con las que vinieron después; sin embargo, había una molestia. El viernes por la mañana me desperté y seguía ahí; se hizó de noche y seguía ahí.


Este tipo de dolores son muy típicos en la danza y casi siempre logran ponerme de mal humor o triste. Le conté a una amiga y me respondió: "Es que te la pasás bailando, capaz podrías hacer un poco menos, no tenés 20’’. No me cayó nada bien esa respuesta. 


Esa misma noche tenía entradas para ir a ver al Ballet 40/90 en el Teatro Empire (Buenos Aires). Un ballet de adultas declarado de interés cultural y premiado por el Fondo Nacional de las Artes en 2017. Quisiera aclarar que nadie tiene menos de 40 años. Llegué un poco a las corridas y dolorida, encontré el teatro casi lleno, localicé una butaca al fondo y a los dos minutos de sentarme, comenzó el espectáculo. 


La apertura fue infalible, muy arriba y divertida. El grupo bailó casi una hora y media, canción tras canción, trayendo una colorida paleta de movimiento y musicalidad, coordinación y gracia. Se podía apreciar: estilo, versatilidad y eficacia. Cada tema que pasaba nos metía en un universo distinto: Tango, Charleston, Tap, Pop (entre otros) con su vestuario y elementos escenográficos completamente acordes. Me reí, lloré, me apasioné. Me olvidé de mi dolor de espalda. Me entretuvo de principio a fin. Me dejé de cuestionar tanto. El espectáculo se llama Bailando la Vida, aunque en mi cabeza será parte de esta cuestión titulada Destruir Mitos que no le hacen bien a nadie ni suman a la sociedad. 


Vera Bucatinsky (72 años) es parte del Ballet desde 2021. Tiene formación en movimiento desde los 3 años: danza clásica, folclórica, gimnasia artística y educación física. Ensaya largas horas tres veces a la semana con el ballet y participa en todas las funciones de la compañía (desde septiembre a noviembre sin parar). En sus palabras: "La danza en mí, hoy, me produce muchísima emoción, alegría, felicidad, me llena el alma ofrecer en el escenario todo ésto a los demás." 


Vera me recuerda que no estamos para hacernos problemas, estamos para bailar. ¿Cómo considerar dejar de bailar cuando la danza nos genera sensaciones tan hermosas? No deberíamos dudarlo ni un segundo.


¿Por qué a veces imaginamos que tenemos un límite? Somos artistas, es lo que sabemos ser, no queremos ser otra cosa. No sabemos ser de otra forma.


Bailemos la vida para toda la vida. Tal vez algún comentario nos hará cuestionarnos y algunos dolores, tambalear. Hay gente que nunca lo entenderá aunque se lo expliquemos mil veces. 


Vivir y danzar son el mismo verbo para mí. No hay uno sin otro. No voy a dejar de hacerlo. Y así sigo, avanzo con paso firme, paso de danza. Un día más que bailo: otro día ganado.