Por Lucero Dávila
IG @lucerodavilaarte
Tal y como se va haciendo costumbre en mis artículos escribo sobre todo lo que aprendo en el ballet, haciendo parangones de sus enseñanzas con la vida en mi búsqueda por convertirme en una bailarina.
Después de haberlo retomado, tras una larga ausencia por lidiar con viejas y constantes lesiones, encuentro en él, no sólo inspiración, sino también la fortaleza para poder sobreponerme a muchos avatares presentados en el transcurso de mi paso por el planeta Tierra.
El descubrimiento de mi misma, o más bien, el reconocimiento de mi misma mediante la práctica de ballet, no ha sido sólo corporal, sino que también ha ocupado mi cariz emocional, mental y, por supuesto, espiritual. En este sentido, es menester mencionar que gran parte de esta experiencia se la debo a las personas que tuve y tengo como profesores, tanto en el pasado -con mis breves visitas a la casa de la danza contemporánea- como ahora, en la clásica. No todos fueron buenos, algunos fueron fugaces; pero otros han sido excelentes, y de cada uno fui tomando algo que me ayudó a comprender aquello que bailar despierta en un cuerpo.
Considero que el camino del arte, con todos sus elementos y manifestaciones, nos lleva al reconocimiento del ser humano, y es un registro de la vida del hombre a lo largo de su historia, al igual que las ciencias sociales han permitido conocer el desarrollo de nuestra especie a lo largo de su evolución. Cada una de sus disciplinas fue y es testigo de su tiempo, y nos deja constancia de él. En mi caso, es la danza quien testifica mi evolución, quien me permite, de una manera u otra, darme cuenta de cómo va ocurriendo mi presencia sobre la esfera terrestre.
A esto debo agregar la gran fortuna de poder acoplarla, al trabajo que realizo para otras ramas de la actividad artística. Encontrar las similitudes, observar las diferencias que se encuentran entre ellas y reconocerlas como expresión tangible del espacio interior de quienes en este momento están grabando su tránsito por esta vida mediante sus creaciones, no sería posible sin antes hacer el recorrido constante hacia mi propia historia, y ser consciente de su impresión. Contemplar las desemejanzas entre una faceta y otra de la existencia ajena, ocurre en el campo externo; pero sé que no estaría despierta a notarlo, si no supiese antes cómo mirar hacia mi fuero interno.
En este sentido, es bailar la acción que me ayuda a conocerme y a extrapolar dicho proceso hacia el análisis y examen de lo que hay afuera de mi terreno personal.
En el exterior a menudo escucho a la gente hablar de lo mal que está todo, de lo terrible que parece suscitarse el movimiento social en cada país; quejarse de sus trabajos, de sus jefes, de sus parejas, de sus hijos y así consecutivamente toda una concurrencia de discursos que develan a una especie incapaz de convivir consigo misma, cuyo futuro es caótico, oscuro y carente; pero, ¿realmente es así? Y si es así ¿por qué no estamos haciendo algo para cambiar el curso del camino del que somos constructores?
La vida es injusta la mayor parte de las veces; es también, una escena terrible si vemos en muchas direcciones. Pero si somos los hacedores de esto ¿por qué no fabricar en sentido contrario?
Para la Metafísica, la subsistencia de una persona es una sucesión de semejanzas entre lo que piensa, siente y experimenta: como es afuera, es adentro. Entonces es posible que allí esté la clave del mundo que nos circunda y de su aparente, o verdadero estado. Somos espíritus viviendo experiencias materiales: la llave del futuro podría encontrarse en recordar ese pasado espiritual. Pero recordar no es solamente un ejercicio mental, sino también, emocional; es decir, un viaje hacia adentro. Detenernos un poco y escucharnos, ser pacientes con nosotros mismos y dar esa paciencia a este lastimado planeta que anda como va, podría ser ese punto y aparte que tanto deseamos.
Quisiera invitarte a caminar hacia tu interior, para reconocerte y reconocer a los demás. Tal vez lo tuyo no sea el mundo del arte, y no tiene por qué serlo: el arte ha sido un gran testigo de nuestra historia, pero no necesariamente debe ser tu camino. Lo que sí es ciertamente posible, es que adentro de ti exista una historia tan majestuosa como nuestro proceso evolutivo; mas no lo sabrás, si no recorres y descubres lo que hay en la profundidad de tu ser, las proximidades que existen con lo que está a tu alrededor y las desigualdades con todo ello. A partir de allí, se tratará de trabajar para armonizarlas y despertar a todo cuanto acontece, transitando en el presente, entregando lo mejor de ti a quienes conviven contigo, colocando ternura en tu corazón para vivir con fe; aunque sea por un breve periodo de tiempo, y abrigarte en ese instante tal como lo hace una aspirante a bailarina cuando toma las barras de un salón para ensayar la mejor versión de su tendu.