Por Lucero Dávila
IG @lucerodavilaarte
El trabajo de modelaje de pose artística es desconocido para muchos. Por otro lado, la danza en el Perú, mi país, sigue avanzando. ¿Qué tienen en común estas dos actividades?
Iniciaré este artículo ofreciendo una breve definición sobre el Modelaje de Pose artística o Modelaje de Figura humana, que es un oficio el cual consiste en posar para artistas plásticos, esto es: pintores, escultores, grabadores, dibujantes, estudiantes de artes plásticas, tatuadores y/o diseñadores.
El modelo debe quedarse inmóvil durante un período de tiempo determinado mientras lo dibujan, esculpen o pintan. Este trabajo puede hacerse al desnudo, con alguna prenda o algún tipo de vestuario que responda a la temática o estudio que el proyecto exija.
Colocar el cuerpo en cualquier posición cotidiana o extracotidiana demanda un trabajo conjunto de huesos, músculos, tendones y ligamentos de todo el cuerpo. Difícilmente, durante una pose, queda alguna parte del cuerpo sin usar o sin que exista algún tipo de esfuerzo por pequeño que pueda ser o parecer. La danza también compromete todas las funciones y miembros del cuerpo; su práctica ayuda a ser consciente del mismo, de su movimiento, expresión y sensación.
En la pose artística tenemos que estar quietos; pero eso no significa que no exista movimiento.
Al trabajar en figura humana, por ejemplo, de pie, el modelo tiene que saber cómo colocar el peso sabiendo que durante el tiempo que deba durar la posición, este peso va a desplazarse de una parte de los pies a la otra para evitar el cansancio y lesiones que puedan presentarse.
Es aquí donde empezaré a comparar ambas actividades y para continuar ejemplificando mi relato, hablaré sobre el passé en el ballet.
En un passé, comenzamos trasladando el peso del cuerpo desde los talones hacia la punta del pie. Mediante este movimiento, una pierna sube doblando la rodilla y acariciando por la parte interna, a la otra. La pierna base o de apoyo permanece quieta con toda la planta del pie sobre el suelo y con el peso del cuerpo llevado hacia los dedos. Tanto en el ballet como en la pose, la traslación del peso ocurre de la misma forma.
Mientras continuamos de pie (que es el ejemplo usado para este artículo), el cuerpo se contiene en la espalda que, a su vez, se mantiene con la fuerza del abdomen y los glúteos. Y aunque técnicamente no se dirige hacia arriba, sí se mantiene en posición. El trabajo del cuerpo, en este caso, es el mismo que se hace en el ballet a la hora de hacer un relevé, por citar otro ejemplo. La pose puede ser con una extensión, con la espalda curva o una torsión; pero en todo momento, como en la danza, el cuerpo se encuentra trabajando en conjunto.
La gesticulación y la expresión son similares también. Un gesto con la cabeza hacia abajo permitiendo la extensión del cuello, otorga una carga dramática como la que hacemos cuando saludamos para iniciar los ejercicios frente a la barra.
Tanto en la danza como en la pose vivimos en silencio. No expresamos con la voz, lo hacemos con el cuerpo. El rostro puede trabajar con un gesto neutro o expresar una emoción; en ambos casos dependerá del requerimiento de la obra.
Una posición de figura humana puede llevar un tiempo muy largo; a la vez, una construcción corporal exigente nos puede colocar frente al dolor físico, y esto nos obliga a romper la pose un momento para reincorporarnos. En este sentido, los artistas plásticos entienden muy bien el impasse y lo aceptan con amable disposición. Por otro lado, cuidamos mucho que el dolor no vaya a nuestro rostro (al menos, en mi caso ocurre así).
Así como funciona en la danza, el gesto siempre será el que requiere la puesta; no es un calvario sino parte del proceso, y aunque a veces la incomodidad pudiera llegar a la mueca, es necesario entender que es una circunstancia temporal. Muchas veces, la práctica del estoicismo resulta eficiente para manejar esos molestos instantes, siendo pues que todo es parte del trabajo. Entonces, el rostro guarda el secreto de cómo podrías estar sintiéndote, pero sabiendo que ese secreto no significa una herida profunda en el alma, sino un momentode transición que, durante la pose, muchas veces te obliga a viajar muy lejos, respirando profundo y cerrando los ojos, mientras que en la danza no se evade, sino que se permanece allí como parte del todo. Son dos momentos con reacciones opuestas que dejan un aprendizaje bajo dos condiciones distintas, pero similares en el fondo.
Durante los años que llevo en el oficio del modelaje, la danza me ha servido como fuente de apoyo y de creación; durante el tiempo que llevo aprendiendo a bailar he tomado la quietud del modelaje para poder asimilar con calma lo que voy aprendiendo. Amo bailar como amo posar, y siendo dos actividades aparentemente opuestas, tienen mucho en común, cada una con su propia definición y práctica de lo que es el movimiento, la belleza, la fuerza y la expresión de una maquinaria perfecta: el cuerpo.
En este momento, en mis prácticas de una o de la otra, son muchas las ocasiones en las que veo convivir a ambas y, al igual que con el resto de cosas que hago y amo, las dejo converger para que, desde ese encuentro, me permitan seguir aprendiendo. Me doy cuenta que las cosas que hago confluyen y subyacen una con otra de manera orgánica; lo disfruto increíblemente; en mis oraciones pido por seguir disfrutándolo y que, en algún momento, también sea yo quien deje algo en los demás.
Doy gracias, siempre, por cada día y cada cosa en mi vida.
Dedico este artículo a Rodolfo Muñoz y a Ever Delgado, ambos, Modelos de Pose artística de impecable y larga trayectoria, y a todos los modelos con los que compartí y comparto este bello trabajo, dentro y fuera de la Universidad Bellas Artes del Perú.