Por Lucero Dávila
IG @lucerodavilaarte
"Mente sana en cuerpo sano", es una frase atribuida al poeta romano del Siglo I, Juvenal. Esta frase nos quiere decir que en donde exista una mentalidad de equilibrio, habrá un cuerpo bien cuidado, nutrido apropiadamente y con tiempo para descansar; es decir, una persona saludable.
En términos biológicos, debemos decir que nuestras células, todas y cada una de ellas, persiguen la homeostasis, que es la capacidad del cuerpo para mantenerse estable; es el equilibrio dinámico que funciona mediante mecanismos de autorregulación existentes en todos los seres vivos. Resumiendo: todo ser viviente busca mantenerse así, y en las mejores condiciones posibles.
Para nuestros fines, entenderemos la estabilidad como un estado alejado de la carencia, el dolor, los excesos y todo factor que pueda colocarnos en una situación de incomodidad o sufrimiento. Ésta puede darse en diferentes aspectos como el económico, el físico o emocional; pero es importante entender que todas nuestras facetas están íntimamente relacionadas y una no se puede contraponer a la otra. Lograr la mejora de nuestra economía, por ejemplo, no significa dañar nuestra psique o nuestro campo emocional soportando situaciones que no podemos manejar. Ir por nuestro bienestar emocional no es desligarnos de nuestro entorno, pues somos seres sociales y necesitamos la presencia de otros para lograr una convivencia real; por continuar con otro ejemplo.
Centrándonos ahora en el cuerpo y en la forma en la que muchas veces tratamos a la herramienta mejor diseñada para el logro de nuestros sueños, metas y deseos; empezaré diciendo que la gran mayoría de nosotros está disconforme con él. Siendo perfecto y poderoso, exigimos más de lo que sus límites pueden soportar sin darle la compensación nutricional o el período de descanso que requiere.
Esforzarnos por lo que queremos lograr en la vida para nosotros y los que amamos, en ocasiones se convierte en una larga odisea que el cuerpo termina reflejando, siendo a veces muy tarde para ir en retroceso o cambiar de dirección. Una infinita cantidad de veces nos encontramos dañando nuestro cuerpo de muchas formas, como evitar alimentarlo o, por el contrario, dándole la peor calidad de comida en cantidades industriales, enfermarlo con sustancias nocivas o cambiarlo totalmente mediante dolorosos procesos quirúrgicos que podrían costarnos la vida. Nuestra insatisfacción llega a tal punto que la mayor parte del tiempo deseamos ser otra persona, culpándonos por no ser ese ideal, maltratándonos en lo físico y emocional, canalizando el resultado de nuestro esfuerzo laboral en costosos e insufribles procedimientos con tal de vernos diferentes. Atacamos nuestro cuerpo y le permitimos a otros atacarlo, consumiendo publicidad que nos señala como, supuestamente, deberíamos ser.
Es cierto que todos tenemos ansías por vernos mejor sobre todo si eso significa mejorar nuestra salud. Si tenemos sobre peso y estamos en peligro de sufrir un infarto; es menester accionar en todo sentido para cambiar nuestro estilo de vida, si padecemos enfermedades incurables; debemos buscar en la medicina el tratamiento adecuado que nos permita sobrellevar la enfermedad para que no interrumpa nuestro curso habitual, sino más bien, conviva con nosotros de la forma más inocua posible, si queremos mejorar la apariencia de nuestro rostro; invertir en una crema de calidad garantizada nos ayudará con tal objetivo o si queremos que la ropa nos entalle; acudir a un profesional que nos indique una rutina de ejercicios y una alimentación apropiada será la ruta a seguir. Todos estos esfuerzos por muy incómodos, latosos o extensos que sean pueden ayudarnos a renovarnos en pro de una vida plena y saludable; siendo imperativo, además, darnos cuenta que el modo en el que nos tratamos está ligado a la forma de relacionarnos con quienes nos rodean.
Nuestros cuerpos nos hablan todo el tiempo, nos dicen cuando la comida ha sido suficiente, cuando sentimos frío o miedo, cuándo descansar y cuándo continuar. Cada cuerpo es una herramienta invaluable que debe ser atendida con amor, respeto, dedicación, paciencia y comprensión, un templo que alberga el tesoro más sagrado que pudimos haber heredado: nuestras almas; un narrador de la existencia que nos transita y la vía para lograr nuestros anhelos. Por eso, todo cuerpo es perfecto en sí mismo.
Decidí escribir sobre la inmejorable maquinaria que tenemos conviviendo con nosotros debido a una experiencia por la que pasé hace poco la cual me llevó a reflexionar acerca de la forma en la que veo a mi cuerpo, a los logros que he tenido gracias a él y a los difíciles momentos por los que hemos pasado. Esta vez, sentí necesario salir del hermoso espacio de la danza y hablar en términos generales esperando que podamos meditar acerca de nuestra verdadera aceptación y de nuestro deseo de ser o volver a ser sujetos y objetos de amor en el mundo.
Sin importar qué tan difícil parezca el momento por el cual estés pasando o lo que sea que escuches a tu alrededor te pido que recuerdes que posees belleza sin igual y que tu cuerpo es un apreciable y valioso templo. Si hay algo en él que sientas que debes mejorar; hazlo, pero con amor, respeto, cuidado y paciencia.
Termino este artículo con una frase de Santa Teresa de Jesús que dice así: “Se amable con tu cuerpo para que tu alma tenga ganas de habitar en él”.