PRELUDIO

¿Acaso no nos roza, a nosotros también, una ráfaga del aire que envolvía a los de antes?

Walter Benjamin



PRELUDIO es un solo de danza contemporánea creado e interpretado por Ana González Vañek. 

A partir de un profundo trabajo de investigación sobre el Holocausto, e inspirada en elementos teóricos de la Escuela de Frankfurt, en el diario de Ana Frank y en el film Der Himmel Über Berlin (Wim Wenders). la obra ofrece la posibilidad de transitar un necesario proceso de deconstrucción histórica, a través de la danza. 

Preludio se presentó como trabajo en proceso en el marco del Festival Nacional Danzar (2013 - Argentina) con auspicio del Ministerio de Cultura de la Nación. Fue estrenada en Tadron Teatro (Buenos Aires) en 2015 y presentada posteriormente en el Centro Cultural Borges (Buenos Aires) en 2016, en el Centre National de la Danse (Paris) el mismo año, e invitada especialmente por el Centro Ana Frank Argentina a participar en la conmemoración del natalicio de Ana Frank. 

La obra se enmarca dentro del ciclo cultural Arts Scéniques en Communication (Artes Escénicas en Comunicación) con dirección artística de Ana González Vañek y producción general de Danza & Comunicación. El mismo fue inaugurado en la Alianza Francesa de Buenos Aires en el año 2015, con auspicios de la Embajada de Francia en Argentina (Instituto Francés), la Alianza Francesa de Buenos Aires, la Embajada de Argentina en Francia, la Revista DanzaNet y el Centro Ana Frank Argentina. 

Actualmente, la obra continúa su proceso creativo en retrospectiva, siendo ANGELUS, el trabajo que da forma a su evolución, como una propuesta de redención para nuestra humanidad, a través del único arte capaz de lograrlo: la danza. 


Leer también:

PRELUDIO. UNA PROPUESTA DE DECONSTRUCCIÓN HISTÓRICA


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PRELUDIO - Teatro Empire

Fotografías: Pablo Navazzo





PRELUDIO - Tadron Teatro

Fotografías: Ramiro Peri










PRELUDIO - Centro Cultural Borges

Fotografías: capturas de video (Ramiro Peri)









PRELUDIO - Centre National de la Danse

Fotografías: Bénédicte de Léon













¿POR QUÉ BAILO?

Por Constanza Biroccio

IG @toujoursenmouvement


“Si quieres que algo se muera, déjalo quieto...” 

Jorge Drexler



Fotografía - Pinterest



El día comienza y con él, el movimiento.

Despertar un nuevo día es dar paso a una nueva aventura en movimiento. Cada mañana, al ponerme en posición vertical, mis pies comienzan a escribir una nueva página del libro de mi vida. 

Salgo a la calle. El cielo, las nubes, el sol (cuando se deja ver), el canto de los pájaros y el aire que roza mi rostro, me dan la bienvenida a un nuevo día. Estoy viva. El caminar de algunas personas, el correr de otras y el movimiento de los medios de transportes que llevan a cada uno a su lugar de trabajo o estudio, trazan nuevas líneas en la historia individual y colectiva. En la mía, todo eso forma parte del movimiento cotidiano que integra la danza efímera de cada día. 

Intento vivir cada jornada nutriéndome de esos devenires que se van creando y se renuevan al día siguiente. Cada danza aporta un matiz distinto. Cada día es un nuevo comienzo, intrínsecamente ligado al día anterior... y al siguiente...

Me gusta moverme al ritmo de cada melodía, ésa que escucho en el interior, y también de la que se escucha fuera de mí misma. 

Todo tiene ritmo alrededor nuestro; todo resuena en nuestra alma, y ese sentir se transforma en danza: una nueva danza que se crea y se comparte; una danza efímera que se renueva en cada paso que doy. Por momentos bailo sola y por otros, es más bien en grupo. 

Mirar alrededor, cruzar la calle, bajar y subir escaleras, saludar, hablar, sonreir, subir y bajar del transporte, respirar, moverse. Todos bailamos. 

A lo largo de mi vida, fui encontrando el gusto a moverme con cada música que escucho, ya sea que esté sola o con gente; en un lugar privado o público. Me gusta compartir el ritmo propio que llevo dentro: el que nació conmigo, el de las palpitaciones del corazón, así como también el ritmo que fui aprendiendo a escuchar y a sentir con tantos compañeros, bailarines y profesionales que pasaron por mi recorrido en la danza, durante el período amateur, y también el universitario.

Todos esos matices musicales y corporales fueron ampliando mi bagaje de movimientos. 

A veces me preguntan por qué bailo. Bailo porque mi alma lo necesita. Bailo porque así hablo con un lenguaje universal que desconoce los límites lingüísticos. Bailo porque desde muy pequeña, tuve la gracia de encontrar en la danza, el medio de abrir mi mundo y expandir mis horizontes. Bailo porque la danza me permite ser yo misma, sin prejuicios personales y con una mirada externa que resignifica mi transmisión del movimiento. Bailo porque mi cuerpo me lleva a hacerlo, y si por algún motivo me lo impidiera, encontraría la manera de bailar del mismo modo: en lo pequeño y simple, en el día a día, porque así es como escribo mi propia historia y cada página del libro de mi vida: bailando. 

Siempre en movimiento...

CUANDO KALI DANZA

Por Alba Felpete

IG @albafelpete


Fotografía - Vadim Stein


“¿Cómo aproximarse a ella, que habita dentro de nosotras y en todas las cosas? ¿Cómo acercarte a sus ojos encendidos y no quemarte completamente?

¿Cómo danzar con ella… la diosa oscura, demonizada…? ¿Cómo bailar en el límite, cómo bailar con la destrucción, cómo darle espacio…?

Ella, nosotras, premenstrual, runamula, caos, impulso, fuego, cenizas, menopáusica, butoh, las tinieblas, Clarissa, la muerte, la lengua, el grito. La furia que quema... cuando Kali danza”. 


Toda mi vida he amado a Kali. Sin saber sus nombres ni formas, la he amado. Diría que incluso la he buscado para curarme. He bebido de su medicina de forma consciente e inconsciente, he aprendido de sus efectos directos y secundarios, he visto los diferentes rostros de su poder. 

Kali ocupa mi corazón desde que tengo memoria. No sabía sus nombres y ya la conocía. La amo profundamente y observo su energía poderosa dentro de las mujeres, queriendo salir desesperadamente por alguna rendija del entramado de su psique. 

Kali tiene un hogar en la Compañía Cali Danza Consciente. Se hace notar en los cuerpos, en la intensidad, en la rotundidad de nuestra labor. Su arrolladora energía empecinada en limpiar lo que ya no tiene lugar, se hace espacio en nuestro núcleo, en nuestras prácticas y lenguaje coreográfico. Yo la cuido, la venero y la reconozco. Le pongo un poquito de miel y flores. Le cedo el paso cuando tiene que entrar en mis procesos y la saludo cuando quiere aparecer. Te reconozco, estás aquí. Gracias, bruja mía, gracias diosa negra, por darme la visceralidad de tu guadaña cuando no tengo el valor de cortar lo que me daña. 

El nombre de nuestra Compañía de Danza es Cali, como el prefijo griego cali, pero en el diseño de su logotipo está la K presente, haciendo honor a esta fuerza inconmesurable de la gran diosa oscura y sangrienta.

Cerrar los ojos y conectar con la potencialidad de lo feo, lo destructivo ante las apariencias, nos viaja hasta la médula de las profundidades y cortamos con un sable interno cualquier disonancia con nuestro poder esencial. La acogemos, la honramos, la meditamos, centramos su fuerza y dirigimos su potencia para el mayor bien. La abrazamos tiernamente como quien acuna su dolor con una canción de Chavela. Rasga por dentro esos rincones profundos a evitar. Escudriña las esquinas con la punta de su guadaña y rasca hasta sacar la ponzoña que nos va hiriendo. “Esto ya no tiene que estar aquí” manifiesta su voz en el cuerpo, y desde ahí sale la fuerza de su expresión, ayudando a exteriorizar los entramados del sufrimiento.

Nosotras, con nuestra danza, dejamos que le de forma. Nos pintamos los labios de rojo en su honor, abrimos la garganta, la pelvis, la boca, extendemos la lengua y externalizamos el veneno que nos va desempoderando, que nos va agotando, que nos va mermando y minimizando. Mientras ella dice, una vez más: “déjame danzarte las entrañas”. 

Nosotras no hablamos de una personificación. Nosotras simplemente nos dejamos hacer por la destrucción. No se trata de guerra ni violencia. Se trata de lo que ya no tiene lugar, lo que ya no ha de estar ahí. Son fuerzas existenciales, naturales, que nuestros sistemas de control reprimen. Y qué gozoso es poder darle un lugar en la danza. Y qué poderoso mostrarlo en escena. Es una forma que ella tiene de acercarse con belleza a todas nosotras, y darnos el permiso de “cortar cabezas” sin ningún daño, ni propio ni colateral. Ella es el espacio seguro y divino de los impulsos destructivos. 

¿Puede existir una diosa más punky? ¿Puede ser lo más punky, espiritual? ¿Puede haber un contraste más hermoso? ¿Puede romper más esquemas mentales, mandatos y creencias?

Y cuando ella termina su misión, el escenario queda despejado y limpio, como un campo lleno de rocío, fresco y puro. Nadie en el día la vio. Ella vino a hacer el “trabajo sucio” y el sol salió como eco de su grito nocturno, a iluminar y secar las heridas que ella abrió y desinfectó. El escenario queda sin densidad, arrasado por su fuerza, porque ella se la comió, la transformó y la escupió como danza de fuego. Ni rastro del filo de la guadaña en el linóleo, sólo verás su esencia en las ganas que tienes de moverte sin pensar, de romper papeles y desestructurar tu forma de actuar.

Si fuiste espectadora de Cali o de Kali, la notarás en tus ganas de expresar sin censura. Si fuiste bailarina de su danza, la verás en el brillo de los ojos y en la fuerza de tus piernas… Sentirás que tu vida amanece en completa plenitud… Mientras a lo lejos, Chavela parece susurrarte una nana y ofrecerte un sorbito de tequila. 

BAILAR PARA ENTREGARNOS Y ROMPER CORAZAS

Por Ana González Vañek


IG @danzaycomunicacion



Conocer a tantos artistas y creadores en artes escénicas, es una de las satisfacciones más grandes que me brinda mi amada profesión. Más aún, cuando también son parte de la hermosa comunidad que es Danza & Comunicación. Tal es el caso de nuestra redactora Flavia Basilico, de Argentina, quien nutre con su bella escritura sobre danza, cada uno de nuestros espacios. Flavia es bailarina contemporánea, creadora de danza, coreógrafa y profesora de yoga. Actualmente forma parte de diversas compañías y proyectos de danza. Siempre en movimiento, cree fervientemente que hay que apostar al arte por sobre todas las cosas. Su inmenso amor por la danza, la llevó a escribir sobre ella, y en esta entrevista que tuvimos el placer de cocrear, nos cuenta acerca de su recorrido. 


Fotografía - Gentileza Flavia Basilico


AGV: ¿Cómo fueron tus comienzos en la danza? 


FB: -Era una pequeña muy energética y revoltosa, siempre tenían que estar controlándome y viendo que no rompiera nada; andaba dando saltos y vueltas por todos lados. Mi mamá vio esa energía y pensó que lo mejor sería que la canalizara lejos del living y las cosas que pudieran romperse. Me llevó a un estudio cerca de casa, por Caballito, donde realicé mis primeras clases de danza jazz y ballet. Enseguida me sentí cómoda y libre, sobre todo. Tenía 6 años aproximadamente y me daba mucha felicidad llegar a cada clase. El estudio me parecía un lugar increíble y siempre tenía motivación para ir. Recuerdo que me encantaban las muestras de fin de año, la preparación, el vestuario, el maquillaje y la magia de llegar al teatro. Era muy prolija y quería que todo saliera bien. Disfrutaba mucho el escenario y ver a mi familia ahí. Por supuesto, cuando llegaba a mi casa seguía bailando y siendo algo traviesa, pero ya había encontrado mi lugar en el mundo. 


AGV: ¿Cómo describirías tu evolución en el sendero artístico?


FB: Fue y es un recorrido colorido. Cuando crecí, la danza jazz me quedó súper lejana. Me dejó de interesar por completo ya que me enamoré profundamente de la danza contemporánea, que realmente marcó mi camino artístico y mi vida. Me agarró una especie de obsesión con cómo se puede mover el cuerpo y con cómo hacerlo lo mas contemporáneo posible, es decir, que no sepamos que viene, que nos sorprenda. Todo el tiempo innovando. Lo que aprendí sobre mi cuerpo, mente y alma gracias a la danza contemporánea, fue grandioso. También creo que la improvisación te muestra quién sos realmente. Explorar tus máximas posibilidades y tus movimientos personales es muy liberador y enigmatico. Me quedo a veces pensando: "¿Yo podía hacer esto? ¡Qué bien!" Abrir la puerta al arte como forma de vida, es una caja de sorpresas. La evolución para mí, es poder entender eso y confiar en mi mover, por más difícil que me resulte muchas veces. Saber que el arte nos sostiene es la pauta de vida, me parece. 


AGV: ¿Qué actividades estás llevando a cabo actualmente en el campo de la danza en tu ciudad?


Formo parte de una compañía de danza contemporánea, donde estamos realizando una obra de danza performática. En este caso particular, se combinó la danza, la poesía y la performance. La danza va bien con todo. Doy clases de improvisación, ballet y contemporáneo también. A principio de año estrené una obra propia, Desmadre, una investigación sobre cansar al cuerpo hasta el extremo y ver qué pasa: sí, medio loco, ya sé, pero estamos para eso, para probar. Así que hago de todo un poco, dependiendo de la inspiración. Ahora, estoy componiendo una pequeña obra para que bailen mis alumnas más jóvenes, son adolescentes y están iniciándose en la danza. Voy a hacer una fusión de ballet y contemporáneo y veremos qué pasa.


AGV: Considerando tu tarea literaria ¿Cuáles son tus objetivos en relación con la escritura sobre danza? ¿Y tus expectativas?


FB: Quiero leer a otros bailarines y que me lean, que intercambiemos experiencias, y hacerlo sobre todo con personas que no conozco. Quiero saber qué los inspira, qué ideas tienen, quiero saber qué más podemos inventar. Es muy complejo, a veces, poner en palabras lo que sentimos al bailar, lo que hacemos con el cuerpo: es cómo intentar explicar un aroma, o algo así; pero eso hace a nuestra tarea tan interesante: tratar de poner en palabras lo que en realidad no las tiene. La danza no necesita palabras, claro está; sin embargo, es interesante leer sobre ella. Yo quiero seguir leyendo sobre danza, así que sigo escribiendo sobre danza.  


AGV: ¿Qué entendés por comunicar a través de la danza?


FB: Un movimiento comunica siempre, ya sea una sensación, una idea o una emoción. Podemos contar sin palabras, y no necesariamente una historia. Una bailarina mueve sus manos y de pronto recordamos algo del pasado que habíamos olvidado. Es increíble. Sensibilizarnos a todo para fortalecernos frente a todo, entregarnos y romper corazas, todo esto me parece necesario. La danza es también una herramienta útil y combativa para comunicar necesidades.-

SILENCIO, SOLEDAD Y TIEMPO

Por Lucero Dávila

IG @lucerodavilaarte



Fotografía - Oswaldo Cepeda



Silencio. El hermoso silencio siempre es ese grandioso elemento que todos necesitamos en algún momento de nuestras vidas. Junto con la soledad, se convierten en el matrimonio perfecto, permitiéndonos recuperarnos del estrés, la ansiedad y el trajín del día a día, proporcionándonos un abrigo en momentos de bruma y, aunque parezca inverosímil, el silencio y la soledad son quienes nos otorgan las respuestas que necesitamos, siempre, con la ayuda del tiempo.

Para la danza, esta pareja, también es muy importante. Es en el silencio que retomas tus ensayos, es en silencio que repasas y repites lo que te cuesta aprender, vas grabando en tu mente lo que ocurre con tu cuerpo y es el perfecto conserje que abre la puerta a la escucha de tu propio ser. Acompasado por el tiempo, ayuda en el descubrimiento de las voces, ritmos, colores y expresiones que produces mientras aprendes, ensayas o bailas. 

Por otro lado, la soledad te permite ser tu propia compañía, darte la oportunidad de conocerte y enfrentarte a quién eres realmente, revelando tus capacidades ya sea para confrontar o abrazar lo que pueda venir en el futuro. En la danza, la soledad, también te cubre de una majestuosa protección cuando empiezas a errar, cuando necesitas que nadie te vea para calmarte y volver a comenzar, para levantarte después de caerte y, por qué no, para regañarte con firmeza y erguirte con fuerza, si el encorvarte o demorar al levantarte quieren formar parte de tu rutina. La soledad propicia la mejor sala de ensayos que puedes tener y, aunque no recuerdes muy bien una clase, es en ella que lo tomas con tranquilidad, respiras profundo y te consuelas con la esperanza de aprenderlo para la siguiente vez sin frustrarte.

Pero, además de todo lo expresado, regalarte tiempo para estar en silencio y a solas te concede reconocer lo que pasa dentro de tu cuerpo cuando haces un movimiento; tomas consciencia de lo que ocurre al levantar una pierna en un developpé; observas que no es la pierna la que hace sola el trabajo y que no depende de ella únicamente; comprendes que levantar la pierna es también un trabajo conjunto de tu abdomen, espalda, pierna base; tirando siempre la cabeza hacia arriba, manteniendo firme el cuerpo para que pueda aportar a la práctica y todo, ocurriendo en un mismo fragmento de tiempo.

Tu cerebro recuerda las palabras del profesor al dar indicaciones en el aula. Al estar en silencio logras escuchar en totalidad lo que te ocurre. Paralelamente, la soledad le cierra la cortina al miedo de sentir vergüenza si todo te sale mal, y debes volver a iniciar. Adviertes cuánto amas estar viva y cuánto amas bailar; cuánto te duele estar lejos de la danza y recordar desde la distancia, el tiempo en que dejó su hermosa huella en ti, ansiando volver para nunca más soltar.

Cuando recorres la etapa en la que puedes despertar al amor haciendo algo que te hace feliz y te lleva a crecer, agradeces el ser parte de este mundo, tener un cuerpo que se mueve por sí solo, respirar y poder disfrutar todo aquello que tus ojos pueden ver; haber pasado por tanto y tener la oportunidad de tomar una barra y escuchar una clase, poder caminar por la calle, sentir el viento, el frío, la lluvia y experimentar la vida con todos tus sentidos. 

El silencio y la soledad te llevan por el sendero interno, colocando frente a ti un espejo transparente que permite verte y ver el camino que viene por delante.

El silencio y la soledad van tomados de la mano por el sendero del tiempo, quien es, finalmente, el que dispone el marco por el cual todo debe transitar. Entonces, el silencio es como el espejo en el salón de clases, la soledad se convierte en el amplio espacio que tienes para seguir aprendiendo, y el profesor se transfigura en ese tiempo que indica la pauta a seguir.


TIEMPO DE FLOTAR

Por Ornela Sabbatini

IG @ornelasabbatini


Luz Titilante

Diario de sombras en movimiento





Estoy hundida en mis aguas.

Lluviosa. Creadora de vida y estancada. Hecha hielo y derretida.


Tormentosa.  Aprendiendo a estar bien en las tormentas. 


Sedienta. Registro mi sed. Le doy lugar a todo lo que deseo tomar.


En construcción. Compré botas de lluvia para dejar de hundirme en el barro de las lluvias intensas, de la vida intensa.


Estoy hundida en mis aguas,

pero sin ahogarme.  

Hundida para aprender a flotar.


Flotar.

Arrojar, caer.

vértigo, 

flotar.


Arrojarse sin caer, 

caer y

luego flotar, 

o caer flotando. 


¿Qué es flotar? ¿Qué empuja? ¿Cuánto empuja? ¿Qué pesa? ¿Cuánto pesa? ¿Pueden entrar en consenso el empuje y el peso?


Guardianar el consenso de lo que empuja  y lo que pesa. Descristalizar mis aguas, limpiar las memorias. Acercar mis zonas estalactitas al sol. Cambiar de estado, de forma, de lugar. 


Danzar lo luminoso y lo sombrío hasta permanecer flotando.


Flotar, nacer.

Consensuar, caminar.

Caer, arrojar.

Arrojarse, flotar.

Intentar flotar.

Caer

caer

caer.


Danzo mis mareas, oleaje y retirada.

Soy vaivén.


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Luz titilante es un recorrido por el territorio de mi cuerpo, un viaje que oscila entre luces y sombras. Un diario que nace en el plano del movimiento y se sella en la escritura.


El  texto compartido es la coordenada tres: territorio de la percepción. Fue gestado entre diversas canciones que componen una lista en Spotify. Aquí el enlace a una de las más significativas para estas líneas que comparto:



https://open.spotify.com/track/1TL50FJRDbrBa9AK9oNc8S?si=-eD4g7yVStytg4fiWkLDTg


ORIGINALIDAD Y CONSCIENCIA CORPORAL

Por Laura Ávila


Originalidad y Consciencia Corporal

La Escritura como Espacio de Investigación


Fuente: Pinterest


Desde la investigación del movimiento y la escritura acerca de la Danza, el concepto de originalidad siempre ha sido una constante en mis reflexiones. ¿Qué significa realmente ser original cuando hablamos de la creación artística, y cómo se vincula esto con el baile? En un mundo donde todo parece haber sido hecho y rehecho, la originalidad parece un terreno difuso, más cercano a la reinterpretación y la fusión que a la invención absoluta. En mi experiencia, tanto en el estudio como en la escritura, la originalidad no reside en crear algo completamente nuevo, sino en la capacidad de recontextualizar lo ya conocido desde una perspectiva única: la idea de que todo lo vivido, antes de ser expresado, es interiorizado.

El proceso de escribir sobre danza, para mí, está profundamente arraigado en el trabajo de conciencia corporal. La escritura y el cuerpo dialogan de manera continua; lo que el cuerpo experimenta en el movimiento se traduce, de alguna manera, en palabras. Cada texto redactado es, de cierto modo, un reflejo de las sensaciones, tensiones y experiencias físicas vividas desde la investigación o en escena. No puedo separar la escritura de mi ser corporal; así como no puedo desligar la creación coreográfica de las reflexiones que surgen en el acto de escribir.

Este proceso de investigación a través de la escritura requiere, entonces, de una profunda noción del propio cuerpo. Cada vez más. No se trata solo de describir los movimientos, sino de entender cómo cada gesto, cada secuencia, se inscribe en un marco más amplio: el de la historia, la cultura y el lenguaje. Es aquí donde la originalidad encuentra su espacio. Al trabajar desde el cuerpo, no sólo como herramienta creativa, sino también como fuente de conocimiento, podemos generar nuevas ideas, nuevos enfoques que permitan entender la danza desde lugares aún inexplorados.

La conciencia corporal es, entonces, no sólo una práctica de autoconocimiento, sino una metodología de investigación. Me pregunto constantemente: ¿qué nos dice el cuerpo cuando lo observamos detenidamente, cuando lo escuchamos sin intentar imponerle formas preconcebidas? Este proceso de escucha y observación es esencial para la escritura de la danza. A través de la conciencia corporal, podemos captar los matices sutiles que hacen que un movimiento sea significativo, que lo convierten en un acto original dentro de una coreografía o una narrativa.


El Cuerpo como Texto y la Escritura como Danza

La danza, en esencia, es una forma de lenguaje, un sistema de signos que comunica a través del cuerpo. Del mismo modo, la escritura es un espacio en el que esos signos pueden expandirse, trascendiendo los límites del cuerpo físico para encontrar nuevas formas de expresión. A través de la escritura, el cuerpo se convierte en texto, un vehículo que permite capturar las experiencias corporales de manera que puedan ser leídas, interpretadas y transformadas. Esta relación entre cuerpo y escritura no es unidireccional: así como escribimos sobre la danza, también podemos pensar que, en cierto modo, la danza escribe en nosotros.

Cada movimiento que el cuerpo traza en el espacio deja una marca, un rastro que puede ser recogido y reelaborado en el acto de escribir. La escritura, entonces, no es solo una transcripción de la experiencia corporal, sino un diálogo constante entre lo vivido y lo narrado. Esta idea de "escribir con el cuerpo" abre un horizonte creativo en el que el papel de la escritura no se limita a describir lo que se ve o se siente, sino que, como la danza, tiene el poder de generar nuevas realidades, nuevas comprensiones del mundo.

En este sentido, el cuerpo y la escritura se encuentran en un espacio común: ambos son medios para explorar y representar la experiencia humana, y ambos pueden ser entendidos como actos de creación.  Así como el cuerpo que baila nos muestra algo sobre la naturaleza del movimiento, la escritura sobre danza nos permite vislumbrar lo invisible, lo que queda más allá de la simple observación del movimiento. La escritura, en este caso, se convierte en una forma de "coreografiar" ideas, de tejer nuevas tramas que conectan la experiencia física con la reflexión intelectual, en un proceso que es, a su vez, profundamente creativo y profundamente humano.

Entonces, la invitación sea quizás a pensar cómo la escritura puede ser una extensión de la práctica corporal, cómo puede capturar y expandir el conocimiento que surge del cuerpo en movimiento. Desde este lugar, la originalidad en la escritura de danza no es solo un acto creativo, sino también una forma de construir conocimiento. Es un proceso de inmersión y reflexión profunda que nos permite acceder a las capas más íntimas de nuestra experiencia artística, nuestra danza  y, a su vez, compartir ese conocimiento con el mundo.

LA QUIETUD EN LA DANZA

Por Patricia Rojas Pérez


Fuente: Pinterest


Desde tiempos antiguos, la danza se ha transformado en un rito social, que comunica estados internos y promueve la interacción con otras personas. Como consecuencia de lo anterior, y ante la necesidad de comunicarse, el cuerpo se transformó en un componente clave para su desarrollo; es así como, a través de diferentes movimientos, podían expresar sentimientos y estados de ánimo, logrando ritualizar acontecimientos importantes dentro de culturas y sociedades.

Cuando escuchamos la palabra danza, la primera asociación que realizamos es con patrones de movimientos que siguen una coreografía, donde el cuerpo se mueve en base a una estructura que indica la manera en que deberíamos realizarlo. 

Cuando un(a) bebé comienza su exploración por el mundo y escucha una música, su movimiento nace desde su sentir y comienza a danzar a partir de ello sin una estructura, sino más bien, conectado(a) a la libertad de expresión.

A medida que crecemos la exploración del movimiento se va limitando y transformando, a la vez, en algo más lineal, asociado esto último, a mandatos y roles respecto a cómo deberíamos comportarnos en diferentes contextos sociales.

Por consecuencia, la quietud se convierte en un anhelo desde la mirada adultocentrista; el quedarnos quietos o quietas es igual a tener un buen comportamiento y nos permite pertenecer a esta categoría. Sin embargo, a medida que crecemos, esta cualidad presenta una doble lectura, principalmente, porque quien está en quietud no está produciendo ni contribuyendo a algo útil desde lo social.

En danzaterapia, la quietud también es parte de la escucha corporal, transformándose en un componente que permite comprender, en mayor profundidad, nuestros estados internos. Nos permite activar nuestros sentidos y dejarnos sostener, pudiendo incorporarla como un movimiento importante dentro del proceso de danza.

Las primeras veces que escuchamos el deseo del cuerpo de estar en quietud, tienden a aparecer las creencias que integramos desde pequeñas, y que se asocian a cumplir expectativas en torno a cómo tiene que ser nuestro movimiento. Pero: ¿qué pasaría si descubrieras que cada movimiento es único, así como también, la propia historia de quien danza?

Si bien en Danzaterapia existe una consigna, que posteriormente va acompañada de una melodía -que permite potenciar el mensaje entregado y nuestra conexión corporal- siempre, lo más importante, será escuchar la necesidad de movimiento. Por consiguiente, éstos pueden ser amplios, pequeños e incluso podemos quedarnos en quietud, porque en ella también hay medicina.

En virtud de lo anterior, la quietud se transforma en una aliada dentro del proceso de danza. Su escucha permite sentir el ritmo con el que el cuerpo quiere habitarse, permitiéndonos reconocer la necesidad que hay detrás de ella y escuchar su mensaje.

Cuando escuchamos la palabra quietud, ¿a qué lo asociamos en nuestra vida? La respuesta que tengamos es el camino de inicio, que nos abre un mapa de ruta hacia donde podemos dirigirnos, y así empezar a trazar nuevas conexiones, cultivando la paciencia hacia nosotros(as) dentro de ese proceso.

Reconocer la quietud, también como un movimiento, permite que ésta sea un espejo de nuestro mundo interior y de aquello que somos, dejando que su poder silencioso guíe su propia danza hacia nuevas formas de expresión.

Permitirnos la quietud en un ritmo cotidiano que es cada vez más acelerado, se transforma en un desafío y en un acto de revolución y amor hacia nosotras(os) mismas(os), nos permite ampliar la perspectiva y nos entrega una energía renovada para encauzarla en nuestros caminos. 

Danzar la quietud, es volver a nosotras, es conectar con un espacio desconocido, que muchas veces incomoda, pero una vez que estamos en él y nos permitimos de manera paulatina explorarlo, podemos descubrir la forma de movimiento que anhelamos a partir de ese ritmo.

Todas las personas meceremos la quietud, entendiéndola como un tiempo de reencuentro con nuestro ser, que nos permitirá recuperar nuestra fuerza creadora, aquella que nace de nuestro mundo interior y que busca direccionar cómo queremos danzar nuestra vida. 

La danzaterapia, se transforma entonces en un mapa de encuentro con nosotras mismas, donde vamos liberando desde el cuerpo y desde nuestro propio movimiento, los condicionamientos externos, y conectándonos así con nuestras propias necesidades y autenticidad.