Por Melanie Jhan
IG @aguanabana
Arriesgarse. Dar un paso, cortar el aire, rozar dimensiones invisibles.
Saber que siento miedo.
Reconocer mis límites.
A veces en un movimiento siento que me ahogo. Creo que es porque corto la respiración. Todos los días aprendo a respirar.
Preparar mis cuerpos antes de empezar. Empiezo por preguntarme ¿qué necesito? A veces, lo tengo muy claro; otras veces no, pero la respuesta aparece; y, a veces no aparece nunca. Creo que un movimiento no es lineal.
Una forma es diferente a un movimiento.
En el mar, las olas empujan y juego a suspender mi peso. En una sala de ensayo conservo esa imagen.
¿Cómo deben posicionarse las plantas de mis pies en el suelo para suspender mi peso al trotar?
Sucede que, al parecer, mi pensamiento en determinados momentos hace resistencia a recordar. Por otro lado, mi cuerpo pareciera ser aquel que está dispuesto a recordar. Me preguntaba si en realidad la mente y el cuerpo se separan, pienso que ambos conviven en un todo más grande, y a su vez, albergan todos más pequeños. ¿Qué pasa cuando se resiste? ¿Cuál es el lugar de la no resistencia?
Pensé palabras silenciosamente.
Hay cosas a las que no llega mi intelecto. Recurro a la experiencia del tacto.
Le he perdido la pista a lo esencial; como el olfato, por ejemplo.
Un cuerpo vivo siempre está en movimiento, ¿sé que lo estoy escuchando?
A veces, también hago resistencia a escribir lo que me pasa y lo que siento: me distraigo, me duermo, lo pospongo, hago otras cosas… los quehaceres siempre llaman (al parecer)… Creo que se necesita tiempo para hacer lo que se necesita hacer… Creo también que es un privilegio contar con ese tiempo, pero también creo que, en un minuto caben muchas palabras… Y creo también, que es necesario replantear aquello que se necesita. En ese sentido, revisar lo que siento es imperativo. Las preguntas se transforman de “por qué” a “qué”… Aterrizo. Los platos pueden esperar.
En los límites existen posibilidades de libertad.
Ver al otro me enseña de mí.
Ver al otro me muestra las diferentes posibilidades que tiene un cuerpo a partir de sí mismo; a partir del movimiento inherente que lo mantiene vivo.
Antes quería moverme para ser vista; ahora tengo la necesidad de moverme para verme. Y a su vez, creo que empiezo a ver.
Una planta existe pese al sufrimiento y a las oscuridades del mundo. Ha existido durante siglos sostenida por millones de especies como ella. Si colocan una piedra, ella se asoma. Es sabia.
Una planta resiste porque se niega a ser borrada.
Es difícil tener la sabiduría de una planta.
Siento que el mundo es grande y me sobrepasa. Y debo confesar que no entiendo de movimientos. Cada cierto tiempo reitero que no he aprendido a escuchar.
De alguna forma, prevalece la necesidad de búsqueda… El mito siempre llama...