MI CUERPO, MI TEMPLO

Por Lucero Dávila

IG @lucerodavilaarte


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"Mente sana en cuerpo sano", es una frase atribuida al poeta romano del Siglo I, Juvenal. Esta frase nos quiere decir que en donde exista una mentalidad de equilibrio, habrá un cuerpo bien cuidado, nutrido apropiadamente y con tiempo para descansar; es decir, una persona saludable.

En términos biológicos, debemos decir que nuestras células, todas y cada una de ellas, persiguen la homeostasis, que es la capacidad del cuerpo para mantenerse estable; es el equilibrio dinámico que funciona mediante mecanismos de autorregulación existentes en todos los seres vivos. Resumiendo: todo ser viviente busca mantenerse así, y en las mejores condiciones posibles.

Para nuestros fines, entenderemos la estabilidad como un estado alejado de la carencia, el dolor, los excesos y todo factor que pueda colocarnos en una situación de incomodidad o sufrimiento. Ésta puede darse en diferentes aspectos como el económico, el físico o emocional; pero es importante entender que todas nuestras facetas están íntimamente relacionadas y una no se puede contraponer a la otra. Lograr la mejora de nuestra economía, por ejemplo, no significa dañar nuestra psique o nuestro campo emocional soportando situaciones que no podemos manejar. Ir por nuestro bienestar emocional no es desligarnos de nuestro entorno, pues somos seres sociales y necesitamos la presencia de otros para lograr una convivencia real; por continuar con otro ejemplo.

Centrándonos ahora en el cuerpo y en la forma en la que muchas veces tratamos a la herramienta mejor diseñada para el logro de nuestros sueños, metas y deseos; empezaré diciendo que la gran mayoría de nosotros está disconforme con él. Siendo perfecto y poderoso, exigimos más de lo que sus límites pueden soportar sin darle la compensación nutricional o el período de descanso que requiere.

Esforzarnos por lo que queremos lograr en la vida para nosotros y los que amamos, en ocasiones se convierte en una larga odisea que el cuerpo termina reflejando, siendo a veces muy tarde para ir en retroceso o cambiar de dirección. Una infinita cantidad de veces nos encontramos dañando nuestro cuerpo de muchas formas, como evitar alimentarlo o, por el contrario, dándole la peor calidad de comida en cantidades industriales, enfermarlo con sustancias nocivas o cambiarlo totalmente mediante dolorosos procesos quirúrgicos que podrían costarnos la vida. Nuestra insatisfacción llega a tal punto que la mayor parte del tiempo deseamos ser otra persona, culpándonos por no ser ese ideal, maltratándonos en lo físico y emocional, canalizando el resultado de nuestro esfuerzo laboral en costosos e insufribles procedimientos con tal de vernos diferentes. Atacamos nuestro cuerpo y le permitimos a otros atacarlo, consumiendo publicidad que nos señala como, supuestamente, deberíamos ser. 

Es cierto que todos tenemos ansías por vernos mejor sobre todo si eso significa mejorar nuestra salud. Si tenemos sobre peso y estamos en peligro de sufrir un infarto; es menester accionar en todo sentido para cambiar nuestro estilo de vida, si padecemos enfermedades incurables; debemos buscar en la medicina el tratamiento adecuado que nos permita sobrellevar la enfermedad para que no interrumpa nuestro curso habitual, sino más bien, conviva con nosotros de la forma más inocua posible, si queremos mejorar la apariencia de nuestro rostro; invertir en una crema de calidad garantizada nos ayudará con tal objetivo o si queremos que la ropa nos entalle; acudir a un profesional que nos indique una rutina de ejercicios y una alimentación apropiada será la ruta a seguir. Todos estos esfuerzos por muy incómodos, latosos o extensos que sean pueden ayudarnos a renovarnos en pro de una vida plena y saludable; siendo imperativo, además, darnos cuenta que el modo en el que nos tratamos está ligado a la forma de relacionarnos con quienes nos rodean.

Nuestros cuerpos nos hablan todo el tiempo, nos dicen cuando la comida ha sido suficiente, cuando sentimos frío o miedo, cuándo descansar y cuándo continuar. Cada cuerpo es una herramienta invaluable que debe ser atendida con amor, respeto, dedicación, paciencia y comprensión, un templo que alberga el tesoro más sagrado que pudimos haber heredado: nuestras almas; un narrador de la existencia que nos transita y la vía para lograr nuestros anhelos. Por eso, todo cuerpo es perfecto en sí mismo.

Decidí escribir sobre la inmejorable maquinaria que tenemos conviviendo con nosotros debido a una experiencia por la que pasé hace poco la cual me llevó a reflexionar acerca de la forma en la que veo a mi cuerpo, a los logros que he tenido gracias a él y a los difíciles momentos por los que hemos pasado. Esta vez, sentí necesario salir del hermoso espacio de la danza y hablar en términos generales esperando que podamos meditar acerca de nuestra verdadera aceptación y de nuestro deseo de ser o volver a ser sujetos y objetos de amor en el mundo.

Sin importar qué tan difícil parezca el momento por el cual estés pasando o lo que sea que escuches a tu alrededor te pido que recuerdes que posees belleza sin igual y que tu cuerpo es un apreciable y valioso templo. Si hay algo en él que sientas que debes mejorar; hazlo, pero con amor, respeto, cuidado y paciencia.

Termino este artículo con una frase de Santa Teresa de Jesús que dice así: “Se amable con tu cuerpo para que tu alma tenga ganas de habitar en él”.    


LA DANZA Y EL MODELAJE DE POSE ARTÍSTICA

Por Lucero Dávila

IG @lucerodavilaarte





El trabajo de modelaje de pose artística es desconocido para muchos. Por otro lado, la danza en el Perú, mi país, sigue avanzando. ¿Qué tienen en común estas dos actividades?

Iniciaré este artículo ofreciendo una breve definición sobre el Modelaje de Pose artística o Modelaje de Figura humana, que es un oficio el cual consiste en posar para artistas plásticos, esto es: pintores, escultores, grabadores, dibujantes, estudiantes de artes plásticas, tatuadores y/o diseñadores.

El modelo debe quedarse inmóvil durante un período de tiempo determinado mientras lo dibujan, esculpen o pintan. Este trabajo puede hacerse al desnudo, con alguna prenda o algún tipo de vestuario que responda a la temática o estudio que el proyecto exija.

Colocar el cuerpo en cualquier posición cotidiana o extracotidiana demanda un trabajo conjunto de huesos, músculos, tendones y ligamentos de todo el cuerpo. Difícilmente, durante una pose, queda alguna parte del cuerpo sin usar o sin que exista algún tipo de esfuerzo por pequeño que pueda ser o parecer. La danza también compromete todas las funciones y miembros del cuerpo; su práctica ayuda a ser consciente del mismo, de su movimiento, expresión y sensación.

En la pose artística tenemos que estar quietos; pero eso no significa que no exista movimiento.

Al trabajar en figura humana, por ejemplo, de pie, el modelo tiene que saber cómo colocar el peso sabiendo que durante el tiempo que deba durar la posición, este peso va a desplazarse de una parte de los pies a la otra para evitar el cansancio y lesiones que puedan presentarse.

Es aquí donde empezaré a comparar ambas actividades y para continuar ejemplificando mi relato, hablaré sobre el passé en el ballet.

En un passé, comenzamos trasladando el peso del cuerpo desde los talones hacia la punta del pie. Mediante este movimiento, una pierna sube doblando la rodilla y acariciando por la parte interna, a la otra. La pierna base o de apoyo permanece quieta con toda la planta del pie sobre el suelo y con el peso del cuerpo llevado hacia los dedos. Tanto en el ballet como en la pose, la traslación del peso ocurre de la misma forma.

Mientras continuamos de pie (que es el ejemplo usado para este artículo), el cuerpo se contiene en la espalda que, a su vez, se mantiene con la fuerza del abdomen y los glúteos. Y aunque técnicamente no se dirige hacia arriba, sí se mantiene en posición. El trabajo del cuerpo, en este caso, es el mismo que se hace en el ballet a la hora de hacer un relevé, por citar otro ejemplo. La pose puede ser con una extensión, con la espalda curva o una torsión; pero en todo momento, como en la danza, el cuerpo se encuentra trabajando en conjunto.

La gesticulación y la expresión son similares también. Un gesto con la cabeza hacia abajo permitiendo la extensión del cuello, otorga una carga dramática como la que hacemos cuando saludamos para iniciar los ejercicios frente a la barra. 

Tanto en la danza como en la pose vivimos en silencio. No expresamos con la voz, lo hacemos con el cuerpo. El rostro puede trabajar con un gesto neutro o expresar una emoción; en ambos casos dependerá del requerimiento de la obra. 

Una posición de figura humana puede llevar un tiempo muy largo; a la vez, una construcción corporal exigente nos puede colocar frente al dolor físico, y esto nos obliga a romper la pose un momento para reincorporarnos. En este sentido, los artistas plásticos entienden muy bien el impasse y lo aceptan con amable disposición. Por otro lado, cuidamos mucho que el dolor no vaya a nuestro rostro (al menos, en mi caso ocurre así).

Así como funciona en la danza, el gesto siempre será el que requiere la puesta; no es un calvario sino parte del proceso, y aunque a veces la incomodidad pudiera llegar a la mueca, es necesario entender que es una circunstancia temporal. Muchas veces, la práctica del estoicismo resulta eficiente para manejar esos molestos instantes, siendo pues que todo es parte del trabajo. Entonces, el rostro guarda el secreto de cómo podrías estar sintiéndote, pero sabiendo que ese secreto no significa una herida profunda en el alma, sino un momentode transición que, durante la pose, muchas veces te obliga a viajar muy lejos, respirando profundo y cerrando los ojos, mientras que en la danza no se evade, sino que se permanece allí como parte del todo. Son dos momentos con reacciones opuestas que dejan un aprendizaje bajo dos condiciones distintas, pero similares en el fondo.  

Durante los años que llevo en el oficio del modelaje, la danza me ha servido como fuente de apoyo y de creación; durante el tiempo que llevo aprendiendo a bailar he tomado la quietud del modelaje para poder asimilar con calma lo que voy aprendiendo. Amo bailar como amo posar, y siendo dos actividades aparentemente opuestas, tienen mucho en común, cada una con su propia definición y práctica de lo que es el movimiento, la belleza, la fuerza y la expresión de una maquinaria perfecta: el cuerpo.

En este momento, en mis prácticas de una o de la otra, son muchas las ocasiones en las que veo convivir a ambas y, al igual que con el resto de cosas que hago y amo, las dejo converger para que, desde ese encuentro, me permitan seguir aprendiendo. Me doy cuenta que las cosas que hago confluyen y subyacen una con otra de manera orgánica; lo disfruto increíblemente; en mis oraciones pido por seguir disfrutándolo y que, en algún momento, también sea yo quien deje algo en los demás.

Doy gracias, siempre, por cada día y cada cosa en mi vida. 

Dedico este artículo a Rodolfo Muñoz y a Ever Delgado, ambos, Modelos de Pose artística de impecable y larga trayectoria, y a todos los modelos con los que compartí y comparto este bello trabajo, dentro y fuera de la Universidad Bellas Artes del Perú.



PROFESAR

Por Lucero Dávila

IG @lucerodavilaarte


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Según el diccionario de la lengua española, profesar, en su cuarta acepción, significa enseñar una ciencia o un arte. Por eso, en esta oportunidad, hablaré como alumna acerca de la difícil pero a la vez trascendental tarea de ensañar.

Enseñar quiere decir instruir bajo ciertas pautas o preceptos; es decir, que se muestra algo nuevo a un semejante de una manera determinada, siguiendo un método, modo, táctica o disciplina al hacerlo; se transfiere el conocimiento de una manera específica.

Usualmente, el proceso de instruir se da en un aula, un espacio físico donde confluyen, de manera directa y presencial, dos sujetos: alumnos y profesores.

Durante la pandemia, esta modalidad fue reemplazada por la virtualidad. Utilizamos las redes de internet para instruirnos e instruir. Esta nueva forma de transferir el conocimiento ayudó a que las personas pudiéramos seguir avanzando en nuestro trabajo y en nuestra educación. Actualmente, esta manera de enseñanza todavía se utiliza en muchas carreras, salvando las distancias. Hoy puedes tomar clases fuera de tu país sin viajar, y son muchas las profesiones y trabajos que se logran alcanzar de esta manera.

Afortunadamente, durante aquel período continué con el Ballet (en la medida que me fue posible).

Ya había conocido la escuela donde estudio, y allí nos ofrecieron retomar las clases de manera virtual. Siendo la danza clásica una disciplina que necesita espacio, tanto mis compañeros como yo desplegamos toda nuestra creatividad para convertir los pequeños hábitats de nuestras casas en sitios que, medianamente, nos permitieran llevar las clases. Pero para mí, lo más valioso de esa etapa, fue el apoyo emocional que nos dio nuestro profesor, el Sr. Miguel Burgos, uno de los mejores ejemplos como profesional y persona, que he conocido. 

La danza, como lo he expresado en múltiples ocasiones, requiere de esfuerzo y disciplina, carácter y fortaleza; pero a la vez requiere de esa parte sensible en cada ser humano para poder transmitir las emociones que una pieza contemporánea o clásica requiere. En este sentido, los bailarines deben recurrir a su más profunda sensibilidad para entregar la emoción que la obra necesita: conseguirlo, demanda un viaje de autoconocimiento. Este viaje debe ser en solitario, pero en ocasiones, precisamos de alguien que nos guíe para saber afrontar aquello que encontramos, lo que, dependiendo de nuestras experiencias en la vida, podría ser muy doloroso. 

En el caso de mis compañeros de aula de aquel entonces -y en el mío- contamos con el apoyo de nuestro profesor, una persona que no sólo nos formó con disciplina, sino que también nos escuchó al observarnos. En todo momento, sus palabras de aliento y su exigencia fueron la barca a la que nos subimos para mantener la calma bajo un encierro que parecía no tener final. Hasta hoy nos insta a dar lo mejor, a superar las barreras que muchas veces nosotros mismos colocamos, y a mirar hacia la posibilidad de lograr lo que deseamos. 

Es importante ser riguroso al enseñar, sobre todo en estos tiempos, en los que la subjetividad le está ganando la partida a la técnica bien empleada y a la metodología que toda actividad, incluida la artística, debe tener. A su vez, este proceso debe estar enlazado a saber leer a los alumnos y observar por dónde los lleva su curso interno, orientándolos para que no se pierdan en el trayecto. 

Cada ser humano tiene una forma particular de asimilar y responder a las vicisitudes y obsequios que la vida le ofrece; pero hay un momento, cuando somos muy jóvenes e iniciamos nuestro aprendizaje, que necesitamos de un mentor. Éstos son, inicialmente, nuestros padres; pero también lo son nuestros profesores, las personas que nos educan y que ejercen sobre nosotros una gran influencia durante nuestro crecimiento. 

Aprendemos por imitación y admiramos a quienes nos enseñan, por eso es importante que quienes optan por la carrera de la docencia sean conscientes de que serán emulados por niños y jóvenes que, en un momento de sus vidas, buscarán ser como ellos.

La acción de profesar el conocimiento impone una gran responsabilidad que debe ser tomada en toda la extensión de esta palabra, pues no es sólo la enseñanza académica lo que se impartirá, sino también, enseñanza de vida; no se trata únicamente de instruir acerca de cómo ser un buen profesional, sino también, un buen ser humano capaz de mejorar el medio que nos rodea.

Los alumnos encontramos en las palabras de apoyo y el rigor de la enseñanza, el equilibrio que necesitamos para convertir lo aprendido en herramientas con las que podamos recorrer el mundo y transformarlo, y no solamente crecer en lo material. 

Los docentes son como segundos padres y, en muchos casos, suplen la falta de ellos, por eso es imperativo que sean conscientes de su rol en la vida de quienes enseñan.

En esta oportunidad quise ir más allá de la danza debido a una experiencia que tuve que presenciar con una niña que apenas conocí. Gracias a esta experiencia, pude darme cuenta de mis necesidades como alumna y del tipo de profesora y persona que debo ser; que quiero ser. Escuchar a los alumnos y atender a todos los que nos rodean es sumamente importante y sustancial. En tiempos en los que la tecnología coloca en nuestras manos una gama de dispositivos de todo tamaño y color para estar mejor comunicados, escuchamos menos a la persona que se encuentra a nuestro lado, desatendemos más a nuestros hijos y, en muchos casos, volvemos invisibles a quienes, con sus tristes miradas, nos llaman a gritos.

Espero que, al leer este artículo, todos podamos ejercitarnos en atender con paciencia a quienes nos rodean. A veces, las constantes cargas y la prisa con la que se vive no nos permiten sentarnos y abrir nuestro corazón para escuchar al otro; tampoco nos damos cuenta de que, muchas veces, no nos sentamos a escucharnos a nosotros mismos.

Profesar es un verbo con grandes implicancias que, en algún momento de nuestras vidas, ejecutaremos desde cualquier actividad que realicemos, y es por eso que debemos despertar: ser conscientes de aquello que estamos dando y de cómo lo hacemos, para influir en los demás con respeto y dignidad.


LUCERO DÁVILA: BAILAR TE CONECTA CONTIGO Y CON EL MUNDO

Por Ana González Vañek

IG @danzaycomunicacion


Conocer a tantos artistas y creadores en artes escénicas, es una de las satisfacciones más grandes que me brinda mi amada profesión. Tal es el caso de Lucero Dávila, de Perú, quien ha nutrido con su hermosa escritura nuestra publicación, poniendo de manifiesto sus valores y calidad humana en todas las áreas de su trabajo. Lucero es Bailarina  y Escritora, con formación en Teatro y Arteterapia. Actualmente continúa su formación en artes escénicas y trabaja como Modelo de pose artística para la Escuela Bellas Artes del Perú. Asimismo, brinda talleres particulares de movimiento consciente. Tuvimos el placer de conversar con ella para conocer en mayor profundidad sus actividades, sus expectativas y mirada sobre el arte.

Fotografía - Gentileza Lucero Dávila



AGV: -¿Cómo fueron tus comienzos en la danza? 

LD: Siempre me gustó la danza, sobre todo el Ballet, pero no lo manifestaba pues creía que no era posible.

Años después, siendo una adulta, me enteré de una pieza de danza contemporánea, busqué más información sobre las clases y terminé ingresando a estudiar en el taller que dirigía la autora de la obra. Posteriormente me matriculé en el Centro cultural de la Universidad San Marcos. Al poco tiempo, mientras estudiaba danza y teatro, tuve un accidente que me alejó por años de toda expresión artística. A partir de ese momento, las lesiones y dolores serían una constante en mi intento por volver; pero la imagen que tenía en mi cabeza, en la cual estaba bailando, me llevó siempre a buscar la manera de seguir, hasta que un día por fin pude retomar clases, que de nuevo tuve que abandonar por las lesiones, pasando así mucho tiempo más. Los años transcurrieron y volví; pero ahora, a estudiar Ballet, por fin. Encontré una escuela donde estudio con las clásicas idas y venidas, pero continúo finalmente. Hoy, introduzco lo que voy aprendiendo del Ballet, a mi trabajo escénico y a mi trabajo dentro de las artes plásticas, pues no sólo soy actriz, sino también Modelo de pose artística; y en cada performance que presento o en mis poses artísticas, llevo la danza conmigo.


AGV: ¿Cómo describirías tu evolución en el sendero artístico?


LD: Inicié llevando un taller de Teatro de sombras, también llamado: Sombras chinescas; posteriormente, me formé en Teatro corporal y actuación, y empecé a trabajar en teatro, cortometrajes y TV. Inicié también estudios de danza con los inconvenientes antes descritos. En el colegio, escribía las obras que interpretábamos y, con el tiempo, tomé cursos de narración publicando textos dramatúrgicos, artículos teatrales y un cuento que hace poco vio la luz en físico luego de ganar una convocatoria. Por supuesto, a todo lo dicho se suma mi participación dentro del equipo de Danza & Comunicación, donde encontré un espacio que me ayuda a aprender más sobre la danza, sobre mí y sobre lo importante que es el arte en el desarrollo humano. En lo escénico, acabo de presentar una performance en la cual combino teatro, danza y poesía; también he inaugurado exposiciones de artes plásticas bailando mis propias coreografías. He producido y dirigido una obra de teatro y también un cortometraje durante la pandemia. Actualmente estoy cursando una certificación en Danzaterapia, que me permite utilizar la danza y el movimiento como medios para curar y proporcionar a las personas una nueva herramienta con la que pueden cambiar las perspectivas respecto a sus dolencias, para mirar el mañana con más esperanza y amor a la vida. Esta herramienta acompaña a la terapia médica como canalizadora de la dolencia o padecimiento.



Fotografía - Gentileza Lucero Dávila


AGV: ¿Qué actividades estás llevando a cabo actualmente en el campo de la danza en tu ciudad?


LD: Hace poco realicé una presentación para uno de los eventos culturales de la Escuela Bellas Artes del Perú, donde trabajo como Modelo de Pose artística. En la performance interpreté el cuento que acabo de publicar con elementos de poesía y danza. También he realizado presentaciones con mis propias coreografías para exposiciones de artes plásticas, en las que puedo comunicar a la danza con otras disciplinas artísticas, encontrando muchos parecidos y una enorme cantidad de puentes que pueden cruzarse a la hora de elaborar una obra, ya sea pictórica, escultórica o dancística. Espero seguir encontrando más oportunidades para hacer que los lenguajes converjan. En este momento estoy en proceso de abrir nuevamente mis talleres de Movimiento consciente y Danzaterapia, herramientas en la cuales conviven muchos elementos y principios de la danza. Estos espacios de enseñanza son ventanas por las que las personas pueden acercarse a este bello arte y verlo desde el punto de vista de la salud física, mental y espiritual, pues bailar te conecta contigo y ayuda en tu conexión con el mundo.


AGV: Considerando tu participación activa en el cruce de la danza con otras disciplinas artísticas ¿Qué aspectos remarcarías del mismo y por qué?


LD: Hablaré desde dos convergencias: la danza con el teatro y la danza con las artes plásticas. En cuanto a la danza con el teatro, es necesario comenzar diciendo que las dos son artes escénicas y la comunicación es, quizá, más cotidiana. En ambos campos usamos el cuerpo como medio de expresión: en uno, sin voz y en el otro, con voz. En mi ejercicio actual, y saliendo un poco del marco teórico, veo que es fácil dejar que una haga las veces del otro; por ejemplo, diré que en mi última presentación cambié unos textos por una coreografía y el público entendió en el cuerpo lo que la voz tenía que decir. Creo que, dado el curso de los eventos en mi práctica escénica y la participación de tantos elementos artísticos, considero que, respecto a estos dos lenguajes, la danza y el teatro, son indivisibles para mí a la hora de llevar un trabajo al escenario y creo que, en la mayoría de las veces, será así. En cuanto a la danza y las artes plásticas, si bien son lenguajes distintos, también es posible encontrar en ellas zonas de contacto; ésto lo he descubierto a raíz de mi ejercicio como modelo en Bellas Artes donde recojo que la escultura tanto como la pintura también están en movimiento, pues su proceso conlleva la aplicación de un ritmo, el cual se plasma en la obra a pesar de estar sobre un lienzo o ser una escultura fija. Aparentemente están estáticos, quietos; pero cada pieza modelada y cada pincelada, tienen movimiento, se desplazan y continúan; fluyen como en una coreografía. El escultor, así como el pintor, se mueven. El primero debe recorrer su modelado, su pieza durante todo su proceso; el segundo, lleva un movimiento interno que lo transfiere al brazo y a la mano mientras da las pinceladas, ambos también bailan. Por supuesto que hay mucho en común. Espero seguir descubriendo más, plasmarlo en mi trabajo, seguir alimentándome y ¿por qué no? retroalimentar también.


AGV: ¿Cómo describirías el campo de la danza en tu contexto actual? 


LD: Vivo en Lima, capital del Perú, y actualmente el clima para la danza ha mejorado: ésto, por supuesto, debido a denodados esfuerzos que han hecho bailarines reconocidos como Morella Pettrozi, Pachi Valle-Riestra, Miguel Burgos, Patricia Cano, María del Carmen Silva, la gran maestra Lucy Telge y muchos otros grandes de la danza que han pasado y siguen pasando por los escenarios y detrás de ellos para que  tengamos más acceso al Ballet, a las danzas folclóricas y tradicionales, a la danza contemporánea, urbana y a muchos otros géneros que se están gestando, revalorizando y masificando. Hoy vemos más espectáculos, hay campeonatos, festivales, programas de televisión y vienen compañías extranjeras a nuestros escenarios. Hay escuelas, universidades, academias, talleres, muchos de ellos con costos accesibles en los cuales uno puede prepararse de forma profesional o como pasatiempo, incluso en edad adulta. Considero que el panorama a futuro es esperanzador, y esto se debe al arduo trabajo de quienes nos abrieron las puertas: ellos nos dejan el compromiso de mantenerlas abiertas y hacerlas visibles para una sociedad que todavía no termina de ponerse a bailar.


Fotografía - Gentileza Lucero Dávila


AGV: ¿Qué entendés por comunicar a través de la danza?


LD: Comunicar es transmitir mensajes y, para ello, deben existir un emisor, un receptor y otros elementos como el canal, código, la decodificación, la retroalimentación, etc. Comunicar a través de la danza es transmitirla como un mensaje, que el emisor debe decodificar para que el público en general, que es el receptor, lo entienda y pueda acercarse a ella. La danza se convierte en un lenguaje con las características de tal, por lo que, en sí mismo, comunica; y quienes utilizamos dicho lenguaje, tenemos que presentarlo con la mayor claridad posible, no cambiando sus características o forma sino enseñando al receptor la forma de leer y comprender el mensaje. Por otra parte, la retroalimentación se dará posteriormente a la digestión que el receptor haga de la información otorgada. La misma será en los términos que el receptor considere, como practicar danza, leer más sobre ella, compartir la información o convirtiéndose en un asiduo asistente a las obras que se muestren cerca de él. En este sentido, medios como Danza & Comunicación tienen un papel muy importante al colocar a la danza frente a una gran cantidad de público como mensaje, canal y código, decodificando el mensaje para que llegue al receptor de forma sencilla y accesible.-


NOTAS PARA UNA INVESTIGACIÓN DEL MOVIMIENTO: LA INTUICIÓN

Por Melanie Jhan

IG @aguanabana


“Oigo patear” Dijo Louis. “Hay un gran animal con una pata encadenada. Patea, patea, patea”

Virginia Woolf



Fotografía - Monia Merlo


Un gran animal dentro; tiene un gran olfato y patas silenciosas; su andar es sigiloso; cuando tiene que mostrar los dientes lo hace; y lleva consigo una flecha. A veces se confunde con otro animal en los matorrales, sobre todo cuando es de noche y es difícil ver las direcciones que marca el camino…aunque estos animales parecen de la misma especie no lo son, y tengo que afilar el olfato para no perderle la pista, ni confundir sus pisadas con las de otro animal. En algún tiempo sus garras estuvieron bien afiladas y no me lastimaban, no se trataba de un poder que se consumía a sí mismo en lo absoluto, me guiaba como la muñeca de Vasalisa en el cuento de Vasalisa con Baba Yaga (1). Ha pasado un tiempo y sigue aquí; y a veces me da miedo porque es certero, tan certero que me asusta. No le puedo mentir. Sabe, y a partir de ese saber que no es intelectual, me guía, me da dirección, me salva, me ayuda a separar el mijo de la adormidera. 

Hace unos días, en una clase de teatro, me vi intelectualizando todo mi sentir. Me pesaba la cabeza y me dolía el entrecejo. Llevaba días sintiéndome aplastada por el resto del mundo. Y lo vi. Escribí en mi cuaderno de notas: “Dejar de intelectualizar; empezar a sentir desde y con la consciencia de mi cuerpo. Hoy me siento mal”. Es un bucle sentir desde el exceso de pensamientos que tratan de comprender cada cosa que siento a cada momento. Darle tanta cabeza a todo es agotador, y es estar en un tiempo que no es el pasado, el presente ni el futuro; sino una mezcla de todos. Recibir tantos estímulos hoy en día es paralizante. A veces siento que mi sentido del tacto está castrado, y ni se diga el de la escucha. Me preguntaba en clases ¿para qué sirven las palabras? Me cuestionaba el sentido de la fuerza en el mundo. Empecé a ver más allá de mí misma, empecé a ver a otros y a comprender que sentir es una puerta, un puente hacia el otro, sentirme sin cuestionarme en el momento que experimento eso que estoy sintiendo, me permite empatizar con otro ser vivo. No pude retroceder. Había crecido y me habían dado estos ojos para ver lo bello y lo doloroso del mundo. En el medio del camino, ese animal que patea y patea quería salir corriendo para guiarme. Este mundo es pesado y es leve. Sentir empatía por una gata callejera que es madre de 4 cachorros a la intemperie de ciudad; sentir empatía por el tronco de un árbol que pareciera guardar secretos antiguos; sentir empatía por una planta que es arrancada y deshojada, que no puede correr para protegerse.

Volví a escribir en mi cuaderno de notas “hoy me siento mal”. Bajándome de las esferas del intelecto, comprendiendo que mi razón es pequeña frente a la inmensidad de los bosques internos y externos, me volvía a preguntar ¿para qué sirven las palabras? Fue gracias a otro que me ayudó a descubrir que la fragilidad de las palabras es precisamente lo que las hace trascender en el tiempo. Las palabras sirven para permanecer en el tiempo. Para establecer un diálogo con otro. Entendí que la fuerza es probablemente algo que trasciende lo físico (no sé cuánto hay de razón en esto, solo son aproximaciones que hice a partir de sentir y de nombrar lo que sentí). En un entrenamiento para teatro, tuve una epifanía: ¿cómo usar mi fuerza para un entrenamiento y no drenarla en una discusión con otro? Creo que la verdadera fuerza está en quien sostiene internamente, está en quien ofrece sus sentidos la atención y concentración a un ejercicio que necesite fuerza y resistencia. Recordé que en esgrima escénica había entendido que en los deportes de combate no se utiliza la fuerza para demostrarla, lucirse ni destruir a otro, y mucho menos emplearla con quien no puede defenderse.  Ese día sentí muchas cosas. Escribí y continué. 

Creo que sentir es necesario en esta experiencia de vida. Es lo que permite movernos en muchos sentidos. Y no se trata de separar el sentir del cuerpo con la razón de la mente. Considero que ambas son una sola, conforman un todo; un cuerpo. A veces es necesario atender el sentido y a partir de allí razonar. A veces puede ser al contrario. Creo que no existe una respuesta única. Cada posibilidad es tan diferente y única como su experiencia. 

Todavía no me queda claro para qué hago teatro. El animal que escucha Louis sigue pateando, necesita seguir caminando para descubrir lo que busca, o que lo que busca lo descubra. Lo que sí me queda claro es que en prácticas de la escena como la danza y el teatro, el diálogo con otro me modifica; lo que el otro me da me cambia; recibo y doy; cambio al otro. Permitiendo que el sentir pase por el cuerpo y que los símbolos aparezcan para codificarse. Una red entretejida. 

Una palabra no tiene que ser escrita para ser palabra. Puede ser un susurro. Un canto. Un movimiento. Una máscara. Una palabra es aquella que nombra y nos acerca a las cosas ¿quizás?

He crecido. Duele. He de danzar con el caos y el orden del mundo; de la naturaleza. Duele. He de aprender a danzar con ese dolor. 

No quiero saber todo. Preciso conocer lo que busco. En mi vida, y en los espacios que un escenario me ofrece: en ambos dos afino el oído, el olfato; para sentir las patadas del animal. Esta percepción externa está bastante nublada; en la profundidad de las capas hay algo interno, antiguo, trascendente, que guía; que llama: intuición. Algo más fuerte que la fuerza como la conocemos hoy día. 


Notas al pie

1. Mujeres que corren con los lobos. Clarissa Pinkola Estés.


Referencias


Estés, C. P. (2005). Mujeres que corren con los lobos. Barcelona: Zeta Bolsillo.

Woolf, V. (1983). Las olas . Barcelona: Editorial Lumen .


EL ALMA DE LA BAILARINA

Por Khalil Gibran


Fuente: Pinterest


Un día, la Corte del Sultán invitó a una bailarina. 

Llegó acompañada de sus músicos y la presentaron en la Corte.

Bailó ante el príncipe al sonido del laúd, del nay (flauta) y del qanoun (cítara).
Bailó la danza del fuego y de las espadas.
Bailó la danza de las estrellas y del Universo.
Y luego, bailó la danza de la seducción y del encantamiento.
El príncipe, fascinado, le pidió que se acercara. 
Ella se dirigió entonces hacia el trono y se inclinó ante él.
«Bella mujer, hija de la gracia y de la alegría, ¿de dónde viene tu arte? 
¿Cómo puedes controlar el aire y la tierra con tus pasos, el agua y el fuego con tu cadencia?»
La bailarina se inclinó de nuevo ante el príncipe, y le dijo:
«No sabría contestaros a eso, Alteza, pero sí sé que:
El alma del filósofo se encuentra en su cabeza
El alma del poeta vuela en su corazón
El alma del cantante vibra en su garganta
Pero el alma de la bailarina vive en todo su cuerpo»

Khalil Gibran (1883 – 1931), poeta y pintor libanés.

SER TRIBU

Por Patricia Rojas Pérez

IG @darlevozalcuerpo


Fuente: Pinterest


Si hay algo que me enamora de la danza, es el sentimiento de compañerismo que se genera entre quienes participan en ella. Cada persona trae consigo su historia, relatada a través de sus movimientos, rápidos, lentos, amplios, pequeños; todos forman parte de la danza y comunican sus estados internos; muchos de ellos, acorazados en el cuerpo por no encontrar un espacio seguro y confortable para exteriorizarlos.


La danzaterapia nos regala la opción de descubrir quienes somos más allá del personaje que adoptamos. Nos invita a reconocer nuestras máscaras, a dialogar con ellas, para permitirnos deshabitar de manera paulatina, patrones de movimiento que no calzan con quienes deseamos ser. Nos permite observar con perspectiva el camino recorrido para liberar aquellos pesos que no nos pertenecen, y que adoptamos como mecanismos de defensa para hacer frente a las adversidades. Muchos de ellos, los cargamos como escudos protectores que, ante una posibilidad de amenaza, nos pone en alerta.


El espacio danzado se vuelve, entonces, un lugar seguro para plasmar todos nuestros movimientos y reconocer el ritmo con el que deseamos habitarnos. Las primeras veces se activan todos nuestros mecanismos de defensa, pues aparecen los patrones y creencias que hemos adquirido durante nuestra historia. Y es allí, justamente, donde reside nuestra medicina: en poder darle voz y reconocimiento para identificar de dónde vienen y qué necesitan de nosotras.


La danzaterapia nos da la posibilidad de conectar con nuestra propia cosmovisión, observando quienes somos, reconociendo todos nuestros movimientos, y así lograr sacarnos de la posición habitual con la que experimentamos la vida.


Darle la posibilidad al cuerpo de tener otra historia, se vuelve una semilla de amor que necesita ser cuidada y nutrida, para darnos la posibilidad de nuevas sensaciones, y de esta manera, ser capaces de escuchar, reconocer y transformar aquellos miedos e inseguridades que se activan cuando experimentamos nuevas formas de movernos.


Atrevernos a ampliar el mapa de ruta hacia nosotras, nos da la posibilidad de resignificar aquellos fragmentos de nuestra historia que, por tanto tiempo, han estado ocultos. Contar con una tribu para relatar lo que sentimos mientras nuestro cuerpo se atreve a explorar las diferentes posibilidades de movimiento, se vuelve un colchoncito de amor que activa la certeza de que no estamos solas, y que nuestro relato cuenta con un espacio donde no será juzgado, sino que será cobijado por cada alma danzante que forma parte de él.


Tu historia, mi historia, refleja la manera en que diferentes temáticas nos han afectado de manera transversal, en la construcción de nuestra identidad. Reconocer la raíz de ello nos da la posibilidad de ampliar la perspectiva, de sentirnos acompañadas, pues el relato que tantas veces callamos por miedo, cobra sentido, se vuelve visible y nos entrega la posibilidad de buscarle un nuevo lugar dentro de nuestra historia de vida.


Aquello que parecía imposible de transformar, encuentra un cauce para empezar a liberar sus represas, permitiéndonos reconocer nuevas sensaciones que nos llevarán a devolverle al cuerpo la calma y la confianza que tantas veces ha anhelado.


Volver a confiar, ante un sistema que nos quiere danzando la vida en un solo patrón de movimiento, nos permite ampliar nuestras posibilidades, encontrando en ellas un nuevo camino para habitarnos.


La tribu que acompaña se vuelve un faro de luz que nos permite retornar a nosotras cada vez que le damos voz a nuestro cuerpo. Nos da la posibilidad de derribar las creencias asociadas a que aquello que duele, hay que cargarlo en silencio, permitiéndonos sentir que mostrarnos vulnerables es un acto de valentía que merece ser habitado.


Danzar en tribu nos devuelve la confianza, la seguridad y la capacidad de sentirnos merecedoras de otra historia, una donde mi voz y mi emocionalidad estén presentes y encuentren un espacio para ser escuchadas.

LA BAILARINA

Por Gabriela Mistral



© Alexander Yakovlev


La bailarina ahora está danzando
la danza del perder cuanto tenía.
Deja caer todo lo que en ella había,
padres y hermanos, huertos y campiñas,
el rumor de su río, los caminos,
el cuento de su hogar, su propio rostro
y su nombre, y los juegos de su infancia
como quien deja todo lo que tuvo
caer de cuello y de seno y de alma.
En el filo del día y el solsticio
baila riendo su cabal despojo.
Lo que avientan sus brazos es el mundo
que ama y detesta, que sonríe y mata,
la tierra puesta a vendimia de sangre,
la noche de los hartos que ni duermen
y la dentera del que no ha posada.
Sin nombre, raza ni credo, desnuda
de todo y de sí misma, da su entrega,
hermosa y pura, de pies voladores.
Sacudida como árbol y en el centro
de la tornada, vuelta testimonio.
No está danzando el vuelo de albatros
salpicados de sal y juegos de olas;
tampoco el alzamiento y la derrota
de los cañaverales fustigados.
Tampoco el viento agitador de velas,
ni la sonrisa de las altas hierbas.
El nombre no le den de su bautismo.
Se soltó de su casta y de su carne
sumió la canturria de su sangre
y la balada de su adolescencia.
Sin saberlo le echamos nuestras vidas
como una roja veste envenenada
y baila así mordida de serpientes
que alácritas y libres le repechan
y la dejan caer en estandarte
vencido o en guirnalda hecha pedazos.
Sonámbula, mudada en lo que odia,
sigue danzando sin saberse ajena
sus muecas aventando y recogiendo
jadeadora de nuestro jadeo,
cortando el aire que no la refresca
única y torbellino, vil y pura.
Somos nosotros su jadeado pecho,
su palidez exangüe, el loco grito
tirado hacia el poniente y el levante
la roja calentura de sus venas,
el olvido del Dios de sus infancias.