Por Ana González Vañek para la Red DanzaNet
Ashley Ellis
Teniendo en cuenta que en los últimos tiempos el arte se ha ido alejando de la mera función de “espectáculo”, en la cual tanto el espacio de emisión como el rol del receptor jugaban un papel determinante en la constitución y significado de la obra de arte como tal, podríamos decir que aquella esfera de “autonomía” ha ido desapareciendo para dar lugar a nuevas formas de expresión y de representación del mundo. Entre éstas últimas, podemos encontrar las distintas técnicas que hoy en día conforman lo que conocemos como Danza Contemporánea.
Es necesario recordar que la danza es un arte cuya apreciación no puede ser diferida en el tiempo como la percepción que tenemos de la pintura o de la literatura, ya que reúne a la música y al cuerpo en un punto del tiempo y el espacio con lo cual el hecho artístico se convierte en un momento único, irrepetible. Aunque sea registrada a través de medios audiovisuales o de una nota periodística, la “esencia” de la obra ya no se encuentra allí.
Autonomía del arte en la sociedad capitalista
José A. Zamora afirma, retomando las palabras de Theodor Adorno, que “la autonomía del arte lleva el estigma de sociedad antagónica y contradictoria que la posibilita y neutraliza al mismo tiempo”(1). La subsunción de los productos culturales bajo la “ley del intercambio” no significa que un producto artístico acabado sea modificado posteriormente por medio de su sometimiento al mercado, sino que es inmanente al mismo proceso de racionalización de la producción artística que acompaña al proceso de racionalización de la sociedad capitalista. Esto es lo que intentará mostrar Adorno a través del concepto de "material". No se trata sólo de los contenidos o temas que tal o cual obra de danza contemporánea aborde con la intención de protestar contra la sociedad de consumo, en cuyo caso la función social del tema sería el enmascaramiento ideológico y el reforzamiento de las relaciones de producción que alcanzaría expresión en las obras de arte, sino de su dinámica interna, de su lógica interna de constitución.
Es decir que la “ley del intercambio” penetra la constitución social de la obra de arte, operando también en la producción del artista solitario. En ese sentido, el arte contemporáneo ha perdido buena parte de su hermetismo radical: nisiquiera el término “vanguardia” es ya verdaderamente significativo, en la medida en que los intereses comerciales parecen capaces de asimilar sin problemas cualquier nueva manifestación artística. (2)
Zamora hablará, al igual que Deleuze, de las prácticas que, a través del placer de la experimentación, permiten la consolidación y paralela reproducción del sistema capitalista de intercambio de mercancías. El ‘libre’ espacio generado por este placer resulta de la emancipación del arte respecto a contextos de uso pero no en la emancipación del arte respecto de la “ley del intercambio”.
Para Zamora habría que pensar las diversas expresiones artísticas a partir de las nuevas condiciones de producción y recepción del arte que constituye la industria cultural, caracterizada hoy en día por su inserción en una matriz socio-técnica comunicacional. Según José Jiménez, para que el arte pueda seguir existiendo como tal debe ser capaz de hacernos partícipes de una experiencia de plenitud temporal, en una época en que esa plenitud ya no puede proyectarse hacia el futuro. En síntesis, se trata para él de rescatar el “instante hermoso” en el círculo indiferenciado del tiempo en que vivimos. En este sentido cabría preguntarse, ¿dónde quedaron aquellas concepciones de comienzo de siglo acerca de la búsqueda de “lo natural”; acerca de la expresión de la propia subjetividad individual a través de movimientos corporales que pretendían romper con mecanimos de control y dispositivos de disciplinamiento? ¿Será quizás el sentimiento de liberación corporal que reivindicaba Isadora Duncan un deseo de creación como el que plantea Adorno, generado a través de los nuevos paradigmas característicos de la matríz socio-técnica en la cual nos hallamos inmersos?
Quizás sea el momento de poner en práctica la delicada y ardua tarea de tomar distancia del sentido común, con la intención de reflexionar acerca de nosotros mismos y de nuestra responsabilidad social, llevando a cabo una verdadera autocrítica.
Quizás, después de todo, no sea tan difícil.
Es necesario recordar que la danza es un arte cuya apreciación no puede ser diferida en el tiempo como la percepción que tenemos de la pintura o de la literatura, ya que reúne a la música y al cuerpo en un punto del tiempo y el espacio con lo cual el hecho artístico se convierte en un momento único, irrepetible. Aunque sea registrada a través de medios audiovisuales o de una nota periodística, la “esencia” de la obra ya no se encuentra allí.
Autonomía del arte en la sociedad capitalista
José A. Zamora afirma, retomando las palabras de Theodor Adorno, que “la autonomía del arte lleva el estigma de sociedad antagónica y contradictoria que la posibilita y neutraliza al mismo tiempo”(1). La subsunción de los productos culturales bajo la “ley del intercambio” no significa que un producto artístico acabado sea modificado posteriormente por medio de su sometimiento al mercado, sino que es inmanente al mismo proceso de racionalización de la producción artística que acompaña al proceso de racionalización de la sociedad capitalista. Esto es lo que intentará mostrar Adorno a través del concepto de "material". No se trata sólo de los contenidos o temas que tal o cual obra de danza contemporánea aborde con la intención de protestar contra la sociedad de consumo, en cuyo caso la función social del tema sería el enmascaramiento ideológico y el reforzamiento de las relaciones de producción que alcanzaría expresión en las obras de arte, sino de su dinámica interna, de su lógica interna de constitución.
Es decir que la “ley del intercambio” penetra la constitución social de la obra de arte, operando también en la producción del artista solitario. En ese sentido, el arte contemporáneo ha perdido buena parte de su hermetismo radical: nisiquiera el término “vanguardia” es ya verdaderamente significativo, en la medida en que los intereses comerciales parecen capaces de asimilar sin problemas cualquier nueva manifestación artística. (2)
Zamora hablará, al igual que Deleuze, de las prácticas que, a través del placer de la experimentación, permiten la consolidación y paralela reproducción del sistema capitalista de intercambio de mercancías. El ‘libre’ espacio generado por este placer resulta de la emancipación del arte respecto a contextos de uso pero no en la emancipación del arte respecto de la “ley del intercambio”.
Para Zamora habría que pensar las diversas expresiones artísticas a partir de las nuevas condiciones de producción y recepción del arte que constituye la industria cultural, caracterizada hoy en día por su inserción en una matriz socio-técnica comunicacional. Según José Jiménez, para que el arte pueda seguir existiendo como tal debe ser capaz de hacernos partícipes de una experiencia de plenitud temporal, en una época en que esa plenitud ya no puede proyectarse hacia el futuro. En síntesis, se trata para él de rescatar el “instante hermoso” en el círculo indiferenciado del tiempo en que vivimos. En este sentido cabría preguntarse, ¿dónde quedaron aquellas concepciones de comienzo de siglo acerca de la búsqueda de “lo natural”; acerca de la expresión de la propia subjetividad individual a través de movimientos corporales que pretendían romper con mecanimos de control y dispositivos de disciplinamiento? ¿Será quizás el sentimiento de liberación corporal que reivindicaba Isadora Duncan un deseo de creación como el que plantea Adorno, generado a través de los nuevos paradigmas característicos de la matríz socio-técnica en la cual nos hallamos inmersos?
Quizás sea el momento de poner en práctica la delicada y ardua tarea de tomar distancia del sentido común, con la intención de reflexionar acerca de nosotros mismos y de nuestra responsabilidad social, llevando a cabo una verdadera autocrítica.
Quizás, después de todo, no sea tan difícil.
Notas
1 Zamora, José Antonio, “Ética después de Auschwitz: memoria y esperanza”, Seminario: “Filosofía después del Holocausto”, 2002.
2 Wallis, Brian, “El arte después de la Modernidad”, Nuevos planteamientos en torno a la representación, Prólogo, pp.V, Ed. Akal/ Arte conemporáneo/ 2001