Por Ana González Vañek
Fotografía / Merlin Raya
"¡Bailemos, bailemos! Sinó, estamos perdidos". Con estas palabras, la inolvidable bailarina y coreógrafa alemana, Pina Bausch, describía el más profundo sentido de la danza: aquel que todos los bailarines reconocemos al atravesar nuestra verdad en la experiencia de la danza. Y no podría ser de otra manera, porque cuando la danza es sincera, nos sumerge en lo más hondo de nuestro ser, para invitarnos a 'des-cubrir' ese tesoro único que nos distingue y a la vez nos enlaza.
El domingo 30 de junio se cumplieron 10 años de la muerte de Pina, y ese día, siguiendo la propuesta de la Pina Bausch Foundation, numerosos grupos de danza en distintas partes del mundo, rindieron homenaje a la creadora de la danzateatro.
Bajo la dirección y guía de la bailarina italiana Viviana Mercurio, su grupo de Danza para Adultos y Mayores realizó la famosa caminata de la obra Nelken, llamada Nelken Line, diseñada especialmente por Pina Bausch. Metaforizando, quizás, un lenguaje invisible que todo lo envuelve, el evento en Buenos Aires tuvo lugar en Plaza Francia, comenzando frente a la iglesia del Pilar, bordeando el Cementerio de la Recoleta y llegando hasta el centro de la plaza donde, en compañía del público presente, los cuerpos de las bailarinas fueron continuados por las ramas de un inmenso árbol que supo conectar cielo y tierra, a través de la danza.
Y si la danza es un sendero hacia el reencuentro con nuestro ser esencial, quizás sea, también, un sendero hacia el reencuentro con cada misión particular que, en su infinito anhelo de expansión, nos une como humanidad. Mientras nuestros pies se atrevan a enraizarse en el suelo y nuestros brazos, a elevarse hacia lo alto, siempre estaremos a tiempo de completar nuestro recorrido. Entonces ¡bailemos, bailemos! Para iluminar el camino...