Por Ana González Vañek
Cuando pensamos en el desarrollo y difusión de la danza como fin último, es decir, con una mirada a largo plazo que contemple el lugar de llegada como el único posible, los deseos individuales, egoísmos, competencias y demás situaciones absolutamente nocivas para el desenvolvimiento artístico en la danza, se desvanecen.
¿A qué nos referimos con lugar de llegada? La danza es el único arte capaz de atravesar el tiempo y el espacio para transformarlo todo. La danza tiene el poder de deconstruir las rigideces que han dado forma y sostén a los mandatos que durante siglos han alienado la sensibilidad humana.
Como decía nuestra amada Isadora Duncan: la humanidad entera debería bailar. El lugar de llegada sería entonces un nuevo mundo, sensible, empático, solidario, donde la danza sea parte fundamental de nuestras vidas: las de todos.
Al conformar una comunidad que comparte ciertos significados y códigos, se vuelve prácticamente imposible que las consecuencias de un accionar que privilegia el lugar del ego por sobre el amor a nuestra humanidad, no nos influya.
Te invitamos a comprometerte con un propósito más elevado, que es Nuestra Danza, la que nos envuelve a todos por igual -más allá de lógicas diferencias contextuales y simbólicas- por sobre los individualismos y endogamias que, en su deseo de mostrarse, olvidan lo más importante y perjudican a quienes trabajamos para que la danza ocupe, algún día, el lugar que merece y amerita en nuestras sociedades.
Que nuestras referencias en la danza y en el periodismo de danza, sean quienes han trascendido sus pequeños y cortoplacistas deseos individuales y supuestamente sociales.
La danza es una práctica inherentemente colectiva y espiritual, capaz de favorecer nuestra evolución en todas las áreas. No nos juguemos en contra.
"La humanidad entera debería bailar.
Es inútil que se interpongan quienes aún no lo han comprendido"
Isadora Duncan