Por Laly Alejandra Balcazar Arevalo
lalywood.india@live.fr
IG @lalybalcazar
Nací en la ciudad que baila, Cali; la ciudad de la salsa y los ritmos del Pacífico colombiano. Sin embargo, mi camino era otro. El destino me llevó a lugares muy lejanos, trayendo a mi vida la India y su cultura, permitiéndome adentrarme en ella a través de las danzas.
La experiencia en el semillero de investigación en danzas del cual aún soy miembro, me permitió recordar que la escritura hace parte de aquellas cosas que están conectadas con mi esencia.
Retomé la escritura de diferentes maneras, sobre todo en formato de investigación y ensayos. Escribir hace parte de mis planes para lo que sigue y por eso, cuando vi la convocatoria para Danza & Espiritualidad, conecté inmediatamente con ella ya que es una temática con la cual me identifico. En mi experiencia personal he vivido la danza como transformación del ser. Tengo una estrecha relación con mi espiritualidad a través de la danza y lo que implica su práctica, y presencio día a día lo que ella hace con mis estudiantes y compañeros de prácticas.
Fotografía - Gentileza Laly Balcazar
En el año 2006 conecté con las danzas de la India en la Isla de la Reunión, llevándome mi hija de 8 años a sus clases de danza. Rápidamente, su profesor me propuso unirme al grupo de jóvenes para hacer parte de las clases, propuesta que acepté sin pensar dos veces. Eran clases de Bollywood dance, algo que, a simple vista, parecía muy fácil. Qué lejos estaba de la realidad y qué increíble regalo del destino para mi camino.
Gracias a esta experiencia me sumergí en un mundo que ha enriquecido mi existencia y transformó mi vida al punto de convertirme, a mi turno, en profesora de danza. Aquella experiencia y aquel estilo de danza sólo fue la puerta de entrada a una experiencia profunda que transformó mi existencia.
Luego de vivir en aquel lugar durante 2 años y disfrutar la danza de manera lúdica, regresé a Francia. El vacío que sentía sin esta practica era enorme y, en mi búsqueda desesperada por danzas de la india, encontré clases de danza Odissi, un estilo de danza clásica que era para mí totalmente desconocido, pero que me enamoró en el instante mismo en el que vi a mi a primera profesora, ejecutar la danza en un escenario. Inicié clases de danza Odissi, las cuales se interrumpieron por el cambio de ciudad de mi profesora. Allí, de nuevo seguí en mi búsqueda y encontré a mi maestro Sri Babananda Barbayan. En aquel entonces, él estaría en Francia dictando talleres de otra danza clásica llamada Sattriya. Participé en estos talleres que, una vez más, me dejaban suspendida en algo que no podía explicar con palabras.
Si bien las danzas clásicas de la India tienen una técnica y un trabajo corporal exigente, lo que su práctica produce al interior del practicante es magia; la transformación del ser a través del trabajo corporal es, en mi opinión personal, la vía mas agradable para despertar consciencia en las personas.
Comencé a dar clases de Bollywood en una asociación, lo que me permitía poner en práctica aquello que había aprendido con las clases de Bollywood. De cierta forma, esa conexión alimentaba mi ser. Mi maestro de danza Sattriya regresaba al año siguiente a Francia y, en aquella ocasión, decidí seguirlo a todos los lugares donde se realizarían talleres y actividades relacionadas con la práctica. Aquel año se realizó un curso intensivo de 15 días en el Arta, en Paris, y al año siguiente tomé la decisión de viajar a India con el objetivo de seguir mi formación.
La experiencia en India y la inmersión en el universo de la danza allí, fue la confirmación de que esto era lo que quería para mi camino de vida. Las clases de danza satrriya en Delhi y luego en el monasterio de Uttar Kamalabari Sattra en Majuli, en el estado de Assam, con mi maestro Gobinda Kalita, fueron el complemento ideal de un regalo divino. Cada maestro tenía su forma de transmitir, y si bien Sri Babananda es el maestro con todos los títulos de reconocimiento a nivel profesional y artístico (quien me transmitía la técnica y quien implantó en mí la disciplina necesaria para estas prácticas), con el maestro Gobinda Kalita el viaje era hacia el interior; el maestro monje de monasterio fue quien me permitió conectar con la práctica desde el ser y el amor por la vida.
Regresé a Francia, a mi vida y mi cotidianeidad, donde continuaba enseñando y creando. Ver lo que la danza había hecho en mí y lo que a su turno hacía con mis estudiantes era apasionante; una experiencia de 5 años que me enseñó y me permitió encontrarme a mí misma: donde pude encontrar y reforzar mi verdadera esencia y mi misión en esta vida.
Durante estos años mi formación con Sattriya dance continuaba, el maestro viajaba cada año a Francia y yo lo seguía donde fuera. A pesar de sentirme plena y feliz con mi nueva vida de estudiante y profesora de danzas, siempre estaba en mí ese deseo de regresar a mi ciudad de origen, ya no con la tristeza y dolor de los primeros años: la llegada de la danza India a mi vida había hecho desaparecer aquellas sensaciones. Quería regresar porque llevaba años observando cómo la danza me transformaba a mí y a mis estudiantes, cómo se generaba una vibración distinta en el entorno que se unía a nuestras practicas, y tenía el deseo profundo de compartirlo con la gente de mi ciudad. Para mí, era una forma de aportar y permitir cambios sociales y culturales que son necesarios para un mejor vivir.
En el año 2012 tome la decisión de regresar a Cali, Colombia. Preparé todo para regresar teniendo un trabajo que me permitiera llegar y propuse las clases de Bollywood Dance en el Liceo Francés de la ciudad. Con mi excelente manejo del idioma francés y con la novedad de una danza desconocida en esta ciudad, mi propuesta fue aceptada. También venía preparándome para algún día tener mi propia escuela, cada regalo o cada compra que hacía en relación con la India, estaba destinada a ser un día parte de la decoración que tendría en mi espacio. Desde que viajé a India tenía esto en mente y fue en India donde el encuentro con la Diosa Saraswati dio el nombre de mi escuela que nacería años después.
La vida te sorprende siempre y cuando algo está destinado para ti, te lo hace entender de una manera u otra. El año en que decidí partir y trabajaba en función de ello, a sólo 8 meses del salto final a una nueva aventura, mis compañeras de viaje, y también bailarinas de otras danzas de India y compañeras de la Fundación Preserver Majuli -la cual fue creada para la promoción de las artes de Assam, entre ellas el Sattriya- me preparaban una sorpresa que jamás hubiera esperado; aquel año preparamos un festival de danzas de la India en Rodez, Francia. Todas mis amigas eran de allí y yo viajaba de Nimes para unirme a la preparación del festival. La inmensa sorpresa es que habían logrado traer al festival a Sujata Mohapatra, la diosa viva de la danza Odissi en India, discípula y nuera de Guru Kelucharan Mohapatra, el maestro que dio el renacer a la danza Odissi cuando India logró su independencia. Era un sueño imaginar ver a la gran maestra en escena y yo tenía la fortuna, no sólo de apreciar su arte sino también su persona, compartir con ella lado a lado por ser parte de los organizadores del festival.
Para este momento, yo en mi corazón ya había renunciado a continuar mi formación en danzas clásicas de la India. En Cali no había quien enseñara este tipo de danzas y, en mi objetivo de seguir enseñando, me basé en continuar con el Bollywood. La formación y la creatividad que ya tenía, me permitían continuar con esto para iniciar mi escuela. Una noche durante, compartiendo una cena, mi maestro Sri Babananda le dijo a la maestra Sujata que yo, su alumna había practicado Odissi también y ella con gran alegría y amor me propuso unirme a un intensivo que dictaría en una ciudad muy cercana a donde yo vivía. Con mucho temor por no practicar Odissi desde hacía 4 años, acepté y lo tomé como mi despedida de las danzas clásicas indias en semejante compañía. Fueron días llenos de magia y muchísimo amor. Logré realizar todo el taller a pesar de la intensidad y de la gran calidad de técnica que había en él. Sus participantes eran todas profesoras de esta danza en diferentes lugares de Francia y algunas viajaban cada año a India para formarse, pero yo había decidido dar lo mejor de mí en agradecimiento a la maestra por aceptarme en su taller, y a la danza misma por haber cruzado mi camino.
El 25 de junio aterricé en Cali, con mi familia, mis mascotas y el sueño de crear mi propia escuela para compartir la magia de la danza. Mi objetivo siempre ha sido y será la articulación del trabajo corporal con el trabajo personal y el crecimiento del ser. Es mi fórmula y la esperanza para que la vida sea aún más agradable y plena. Mientras me instalaba me llegó una invitación a un taller de danza Bharatanatyam, una danza clásica del sur de India que, si bien me gustaba, no era algo que me había enamorado a simple vista como el Odissi o el Sattriya. Asistí a este taller en otra ciudad y la profesora me decía: tu cuerpo está impregnado del Odissi, es muy evidente que eres bailarina de Odissi.
Regresé a Cali, inicié mi trabajo con las clases de Bollywood dance en el liceo francés Paul Valéry. Fueron 9 años de danza y amor puro. Las funciones eran siempre la sensación y cada año más niñas y padres se contagiaban con la magia de esta práctica. A la par iba creciendo mi escuela el Centro Artístico Sarasvati. He tenido la fortuna de ver crecer a mis estudiantes y verlas partir para hacer sus estudios universitarios, pero también de ver lo que la danza ha aportado a sus vidas y las de sus familias.
La vida seguía sorprendiéndome con sus regalos divinos y en el año 2014, a sólo 9 meses de haber regresado a Colombia, la profesora de Bharatanatyam que vive en otra ciudad me habló de Carolina Prada, gran bailarina colombiana de danza Odissi radicada en India, quien vendría a Colombia y participaría en un festival de una región del país. Jamás había escuchado de una colombiana que practicara Odissi y aquí estaba de nuevo, en mis búsquedas de quién era, como era su historia y su trayectoria y bum, sorpresa: alguien había organizado un taller en Cali con Carolina Prada. Sin pensarlo dos veces la contacté vía Facebook, le hablé de mí y mi trayectoria, le conté mi historia y le pedí clases particulares durante su estadía en Cali. Allí, la maestra venía a mi escuela y me dio unas cortas clases de Odissi que me permitieron sentir nuevamente el amor y la fuerza de la danza, en mi cuerpo y en mi ser.
Carolina Prada regresaba a India y yo me quedaba allí, alimentando mi danza con lo que la india y las practicas me habían entregado. Al año siguiente la maestra me contactó para contarme que regresaría por dos meses a Medellín, su ciudad de origen, y me invitó a ir hasta allí para tomar clases con ella y participar en un evento que realizarían llamado El Raht Yatra: es el festival de carrozas del señor Jagannath (Dios que guía, sostiene y protege la danza Odissi). Allí iniciaba mi viaje del Odissi, hasta el día de hoy.
La maestra Carolina Prada viajaba cada año a Colombia y yo ya no sólo viajaba a Medellín, sino a Bogotá y donde fuera necesario para estar la mayor cantidad de tiempo con ella, recibiendo sus enseñanzas. En 2015, luego del viaje de inmersión en Medellín y en una meditación, me llegó la imagen del Dios Shiva sentado frente a mí y yo me encontraba dando una clase de danza Odissi con varias alumnas en un lugar muy agradable (hoy en día ese lugar es mi escuela). Allí decidí hablar con la maestra. Mi objetivo no era ser una bailarina reconocida y de renombre, pero sí tenía claro que quería enseñar y que el la danza Odissi era la herramienta que yo quería y necesitaba para hacerlo. Le pedí darme clases on line y se inició un proceso de aprendizaje a través de videos que la maestra grababa y yo practicaba siguiendo sus instrucciones, preguntándole siempre un millón de cosas. Soy de naturaleza curiosa e inquieta y siempre quiero saber más. Entre los viajes de la maestra y las clases on line mi formación siguió su camino. En el año 2017 y luego de que la maestra me insistiera varias veces, inicié con las primeras clases de danza Odissi. Mis primeras estudiantes aún continuaban danzando conmigo. Fue un camino donde crecimos todas.
Tuvimos la inmensa alegría de recibir a la maestra en Cali en 2 ocasiones. Yo ingresé a ser parte de la compañía Odissi Yatra, la cual reúne a los discípulos de la maestra en Colombia. Estamos en diferentes ciudades como Bogotá, Medellín, Popayán y Cali. Nos reuníamos cada año para organizar eventos en relación con la India y sus prácticas corporales, y llegó la pandemia: mientras el mundo vivía el horror de una pandemia mundial, yo vivía la inmensa felicidad de tener a la India en un sólo click. Ya acostumbrada durante años a conectarme con mi maestra a través de google meet para ver algunas clases, todo lo que sucedía era un regalo más en la lista de regalos divinos. Teníamos clases de Odissi de manera más constante y ya no estaba sola; estaba también con mis compañeros de Odissi Yatra y podía verlos más seguido. Tenía todo el tiempo del mundo porque estábamos encerrados en casa y no había más que hacer que danzar, estudiar, leer indagar. No hubiese podido soñarlo mejor. Durante los años 2020 y 2021 estudié muchísimo, me inicié al canto hindustan y al Kalaripayattu, arte marcial de la India. Mis hijos y mi esposo también vivían al ritmo indio y se iniciaron a su turno en la práctica del Kalaripayatuu. Fue un tiempo de ensueño, las practicas nos sostuvieron, reforzaron los lazos, nos permitieron crecer y sobrepasar lo que a muchos destruyó.
Durante este tiempo, había también mucha reflexión. Recordé que a mi regreso de Francia tenía el deseo de conectar con las danzas de mi país. En aquella época, cuando pensaba que la danza india había terminado para mí, sentí el deseo profundo de bailar folclor, pero jamás lo hice porque estaba ocupándome de mi escuela y de retomar mi vida en Colombia.
Terminando el año 2020 tome la decisión de estudiar folclor, teniendo en cuenta que era un deseo que había dejado de lado. Me presenté, pasé las pruebas y me matriculé. Las clases prácticas eran presenciales y las teóricas, virtuales. Me tocó aprender a salir de la comodidad de mi casa para ir a tomar clase con tapabocas y guardar distancia entre las personas. Sin embargo, era algo que me alegraba inmensamente. Comunicar a través de las miradas es sin duda una forma maravillosa de ver realmente a quien tienes al frente y, poco a poco, la energía de la danza fue haciendo lo suyo en nosotros, los tapabocas fueron desapareciendo; nuevamente yo navegaba en un universo totalmente ajeno: aunque era en mi país, no sabía nada de sus danzas. Los últimos 15 años de mi vida había estado sumergida en la cultura india a través de la danza. Fue una aventura increíble. Aprender folclor ha sido muy enriquecedor en mi camino. Tuve la oportunidad de estudiar danza contemporánea, unas bases de ballet clásico, clases de percusión y gramática musical. Soy parte del grupo de investigación en danzas de la escuela, sin duda alguna, otro regalo divino del camino. Mis estudios terminaron de forma satisfactoria con una tesis de grado sobre una danza ancestral del caribe colombiano, una manifestación que me atrapó y se sembró en el corazón donde he investigado y compartido con las comunidades de origen y donde encontré lo que encontré en las danzas clásicas de India: la ritualidad, la conexión con lo divino, la celebración de la vida y el amor como base de funcionamiento.