DANZA Y QUIROPRAXIA

Por Valeria Elizabeth Vera

veravaleriaelizabeth@gmail.com

IG @quiropraxiadelvalle


Fotografía - Amy Judd


Nací el 22 de marzo de 1979 en el partido de San Fernando, provincia de Buenos Aires. Mis padres y mis abuelos maternos eran los integrantes del hogar.

A los 5 años, una vecina me invitó a tomar una clase de danza junto a su hija, que brindaba su sobrina política (quien cumplía los años el mismo día que yo). Mi mamá accedió a la propuesta y fue entonces cuando comencé este camino. Desde que llegué a la clase, supe que era eso lo que yo iba a realizar toda mi vida; era mi idioma; era la danza a lo que me iba a dedicar. Mis compañeras y las coreografías eran parte del proceso, y la profe, mi referente.

Solamente la música y el movimiento lograban dar alas a mi ser. Todo se convertía mágicamente pues ahí me encontraba segura y libre.

Yo amaba estudiar (lo sigo haciendo), tener las mejores notas, y poco a poco me fui alejando de la danza. Fue al terminar el colegio secundario que volví a mis clases. De niña había rendido exámenes para ser profesora de Danza Jazz, pero solo había llegado al primer año superior.

A los 24 años retomé mis estudios del profesorado y, ya recibida en 2008, renuncié a mi trabajo en una reconocida línea de supermercados para iniciar mi carrera como Profesora Superior de Danza Jazz.

Desde que empecé a ejercer, nunca supe bien el rumbo que seguiría. Mi curiosidad era la misma que cuando tomé aquella primera clase de danza. Lo que no podía evitar era el interés por conocer eso que motivaba a cada alumno a realizar su clase. Quizás, lo único que me podía llegar a resultar claro, era que si yo no lograba que un alumno transformara su espíritu en libertad y conocimiento emocional, mi trabajo no habría cumplido su objetivo.

Muchas veces me encontraba con situaciones para las cuales la formación no me había preparado, y fue entonces cuando comencé mi camino de autoconocimiento. ¿Como ayudar a otros si yo no identifico qué es lo que me sucede y me invita a danzar? ¿Por qué todo el tiempo estoy tratando de sanar, si no sé qué es lo que me enferma?

Mi danza empezó a darme más respuestas, pudiendo reconocer en mí las emociones que me llevaban a elegir lo que estaba dispuesta a bailar, expresar y sentir. Mi danza ya tenía un espíritu propio, identificado, sanador, y sólo buscaba conectar y ayudar a otros a encontrarlo.

En el año 2016 fui invitada al Vortex Dance Convention. La ganadora del So You Think You Can Dance, Tara Jean Popowich, realizó una coreografia basada en Lyrical Jazz, donde fui mencionada como la mejor intérprete: la que tenía el don, según la maestra. Ese reconocimiento marcó para mí una etapa maravillosa, quizás la más conflictiva y, a la vez, tan gloriosa para mi alma. Años más tarde decidí dejar de dar clases.

En el año 2017 comencé a trabajar y realizar cursos basados en el área de la salud. A fines del año 2019 accedí a un curso sobre quiropraxia y desde aquel entonces, la historia empezó a fusionarse.

Cuando comencé a atender a mis primeros pacientes, basaba la sesión en técnicas aprendidas. Notaba que las personas se iban aliviadas pero, como en mi danza, había preguntas que empezaban a inquietarme. Una de ellas era acerca de la diferencia entre los pacientes, y sobre la cantidad y calidad del movimiento.

Considero que las responsabilidades y mandatos, están tomados, muchas veces, por personas que no logran reconocer su propia danza. En cambio, para mí es importante brindar a mis pacientes herramientas de autoconocimiento, meditación, derivaciones clínicas, actividades físicas que los encuentren contentos, mejoren su calidad de vida, centrando su espíritu natural y su movimiento posible, en sus propios cuerpos.

A veces, el paciente conecta con esa energía que le ofrezco. Otras, la libertad de elegir su destino, indica que sólo lo acompañe en una danza silenciosa, de ésas que se bailan con los acústicos más sutiles.

Como persona y profesional, siempre deseo las mejores danzas para cada ser que me elige; ésas que te aceleran el corazón y te invitan a practicar la vida, como me gusta decir a mí.

No encuentro respuesta posible que no sea para manifestar agradecimiento por lo que voy aprendiendo cada día, en este camino llamado vida que me dio el regalo maravilloso de conocer la danza, ser parte de ella y poder, hoy en día, ayudar a otras personas a conectar con la música que les toca.


Doy gracias a Dios por darme el camino

A mi familia, por darme hogar y sentido de libertad e independencia

A mis compañeros y profesores, por ser los actores de cada escenario compartido

A mi profesión y pacientes, por ser hoy mi motor

A Bella y Pía, familia y amigos…