Por Lucero Dávila
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Una de las grandes satisfacciones que me ha brindado el campo artístico ha sido poder relacionarme con su maravillosa diversidad. De esta manera, la danza me posibilitó la unión entre ella y la escultura (arte plástico que, a mi entender, requiere de quietud y en gran medida, es así). Mi trabajo como modelo de figura humana, así como ser actriz y performer, ha descubierto ante mí las similitudes entre la danza y la escultura. Y mediante la magia del movimiento que ambas imponen, hoy deseo hablar de mi experiencia llamada “Sinergia”.
Fotografía - Gentileza Lucero Dávila
SINERGIA fue una performance que realicé el año pasado en la inauguración de la exposición escultórica de dos grandes amigos míos, Roma y Nilo, aquí en Lima. Esta presentación fue bautizada así por uno de ellos, quien al ver cómo se sumaban ambos lenguajes, quedó impactado con el poder que tiene el movimiento de un cuerpo vivo imitando el movimiento estático de otros cuerpos llamados esculturas.
Mientras bailaba e imitaba esos maravillosos trabajos esculpidos en diferentes materiales; mientras buscaba en cada forma la mía propia dentro de la imitación, revisaba en mi cuerpo lo que tengo para dar, para interpretar, para poder decir al público: “Mira, soy ella; mira, soy él; mira, ahora soy de piedra, ahora de mármol; esta vez soy de madera”.
A medida que transcurría la música e iba recorriendo la exposición, deteniéndome en cada escultura para armonizar con ella, encontré nuevamente en mi movimiento —en la danza— el lenguaje universal del cuerpo; ese lenguaje que se entiende más allá del idioma, de la cultura, del espacio mismo, y permite unir y tejer canales, entablar diálogos; permite entender al otro sin decir nada, escuchando con el cuerpo, la respiración, la observación: es estar presente junto a todos.
El lenguaje del cuerpo, que muchas veces nace del silencio y permanece en él, es el que finalmente me ha otorgado el obsequio de conocer a los demás. Me ha permitido dialogar con otros a quienes no conozco, pero cuyas imágenes me regalaron formas de expresión que no había registrado hasta ese momento. Poder salir de mi existencia y acercarme a alguien más mediante su trabajo, también fue un regalo de la danza.
Fotografía - Gentileza Lucero Dávila
La danza es una práctica individual y luego colectiva. Primero estás contigo, mientras vas aprendiendo, ensayando, ejercitándote, y luego pasa a ser una comunicación con tus compañeros, un trabajo coordinado con los demás miembros del grupo. Esa noche, la noche de “Sinergia”, la importancia, la atención, radicaba en los otros y ése es también un obsequio: darnos cuenta de la presencia de un semejante, de la existencia de otro ser humano frente a ti. Dejar de mirarte a ti misma para poner tu interés en alguien más y buscar escucharlo, comprenderlo como lo haces contigo misma. Poder acompañar a otra persona es un presente maravilloso que la vida te ofrece. Encontrar en cada escultura un poco del ser humano convertido en escultor, fue nutritivo para mí. Poder conocer a alguien más mediante su trabajo, abarcar sus sentimientos para darle mi movimiento, entregar mi cuerpo a su escultura me llenó el alma; me hizo sentir parte de su trabajo, de su experiencia de vida. Entonces valoré la necesidad de estar junto a los demás, la necesidad de comprendernos, de respetarnos, de volver a ser hermanos; de recordar que vinimos a ser felices, pero también vinimos a esforzarnos por dejar un mejor espacio del que encontramos como forma de retribuir a la vida por tantas cosas hermosas, porque siempre hay algo bello que agradecer. Tan sólo el poder disfrutar de la compañía de un semejante, acercarnos y abrirnos a él, dándonos la oportunidad de hacerlo desde el corazón, es un presente que podría disolver las infinitas distancias que muchas veces decidimos colocar.
Es hermoso volver a esa noche, recordar mediante esta narración lo aprendido con “Sinergia”: la importancia de unirte a otros y provocar un encuentro. No podría haberlo hecho si la danza no me enseñara cómo, y si la escultura no me diera la mano. Así resumo esta sinergia de las artes: la unión de los seres humanos. Estar juntos en un aquí y ahora es un presente, es ser hermanos, reconocernos y aprender que no somos sin el otro, que nos necesitamos y que sería hermoso tomarnos de la mano y caminar juntos por todos nosotros.
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