CUANDO LA DANZA DEVIENE KARMA YOGA

Por Marta Fialho

marta.fialho.perez@gmail.com

IG @yogasenraiz



Sri Bhagavaan Uvaacha:
Sannyaasah karmayogashcha
Ninhshreyasakaraa vubhau;
Tayostu karmasannyaasaat
Karmayogo vishishyate.


El Señor Supremo dijo:

Tanto el camino del renunciamiento (Sannyasa)

como el camino de la acción (Karma Yoga)

conducen al objetivo más alto.

Pero de los dos, el camino de la acción

es superior al camino del renunciamiento.


  • Bhagavad Gita. Capítulo 5, verso 2




Fuente - Pinterest



La Bhagavad Gita es un texto contenido en la epopeya Mahabharata, que refleja una lucha entre dos familias, simbolizando la lucha interna del ser humano. Lo cautivador de este texto radica en su capacidad para ser interpretado en cada acercamiento. En la publicación de este mes, decidí escoger una cita de la Gita para ejemplificar y profundizar en un concepto que introduje en mi primer texto, ‘Nishkam Karma’.

En este versículo, se explica cómo tanto el camino de renuncia a la vida mundana y los compromisos (Sannyasa) como el de la acción (Karma Yoga) pueden conducir al crecimiento espiritual. Sin embargo, el sendero de la acción se considera superior. Es el más accesible para la mayoría de las personas y ayuda a purificar la mente y cultivar el autocontrol.

Dentro del Karma Yoga, surge el concepto de Nishkam Karma, la acción desinteresada, es decir, realizada por sí misma, no en pos de los frutos que se cosecharán. ‘Nishkam’ significa sin apego y ‘Karma’, acción o actividad. 

Considero que la danza puede ser vista como un ejemplo de Karma Yoga si la abrazamos como un arte en el que el cuerpo se convierte en un instrumento a través del cual la energía fluye sin obstáculos, al realizar cada movimiento con pasión, sin preocuparse por el resultado o el éxito. La danza se convierte así, en un medio de expresión y liberación emocional, en el que el propósito se fusiona con el proceso,  asemejándose a la práctica de yoga. El cuerpo danzante encarna la lección del desapego, hallando plenitud en la acción misma, no en los resultados. Cada paso deviene una ofrenda al momento presente y a la audiencia,  más que una búsqueda de reconocimiento personal. 

En relación al proceso creativo, podemos establecer un vínculo profundo entre la danza y la escucha atenta, una práctica intrínseca al yoga. Cuando te sumerges en la escucha estás, de hecho, practicando una forma de yoga. No se puede actuar sin escuchar primero. Como articula Salazar, ‘sabemos que la acción sólo construye realidad cuando nace de la escucha profunda, del respeto riguroso al silencio’ (Salazar, 2018: 25). Esta perspectiva implica estar presente para los demás seres, desviando la atención del ego personal y sintonizando con la energía vital (prana) que reside en nuestro propio Ser y en el espacio circundante, creando así un ambiente propicio para la manifestación creativa. Continuando en la misma línea, el autor propone que la danza del futuro debería permitir que las formas lleguen sin imponer soluciones (2018: 40), volcándose radicalmente hacia el mundo (2018: 97).

Todo esto constituye una danza de servicio desinteresado y profundo respeto por la creación en su esencia más auténtica. 

Una danza que deviene Karma Yoga.



Referencias

Conde-Salazar, J. (2018) La danza del futuro. Madrid: Continta me tienes

Sivananda, S. (V B.C – II A.D) Shrimad Bhagavad Guita: Diálogos con lo eterno. (J. Ruiz, Trad.). Madrid: Editorial ELA


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