Por Laly Alejandra Balcazar Arevalo
lalywood.india@live.fr
IG @lalybalcazar
Es posible observar el mágico sendero de la danza, desde diferentes perspectivas.
Se habla acerca de la danza y sus beneficios; la danza como herramienta de crecimiento y sanación; la danza como un lugar seguro; la danza como manifestación cultural y artística de los pueblos; la danza como medio de expresión.
Hay quienes integran la danza a sus vidas de forma lúdica, o como un medio para salir de su experiencia cotidiana, entre otros, y estamos aquellos que decidimos vivir de la danza, tomándola como camino, eligiéndola como profesión para construir y entregando nuestra existencia a ella, como el vehículo con el cual transitaremos por esta vida.
El sendero de la danza como profesión no es nada fácil. El tiempo de formación de un buen bailarín es infinito y, desde un punto de vista muy personal, me atrevería a decir que la formación jamás termina: es la base de nuestra profesión, porque allí obtenemos las herramientas para desarrollar nuestra propia danza, en el respeto al arte y a la tradición del estilo que hayamos escogido. Un bailarín lleva horas de estudio sobre él, tanto como las horas de práctica y trabajo corporal para mejorar cada vez más y avanzar, en su técnica y en sus propias creaciones.
Contrariamente a lo que se podría pensar, el bailarín no solo debe aprender una coreografía o un estilo, y pasar directamente a un escenario (o, en ocasiones, a un salón de clases). No solo se trabaja el cuerpo, sino que también se alimenta constantemente el intelecto, lo que permite, después, enriquecer nuestro arte, ya sea en tanto bailarines o profesores de danza.
Lamentablemente, la danza no ha sido vista en nuestras sociedades como una profesión al mismo nivel de lo que puede ser un médico, un abogado o un arquitecto, sino que es considerada como un medio de diversión, y las redes sociales han contribuido a desdibujar lo que realmente es.
Hoy en día, cualquier persona se cree bailarín porque hace tik toks, o porque se desempeña bien en un baile social, o porque logra imitar una coreografía aprendida con gurú youtube.
En la gran mayoría de los casos, cuando se decide ser bailarín independiente, nos vemos obligados a tener trabajos extras en cosas distintas para lograr cumplir nuestras obligaciones económicas. El ser solo bailarín, no permite que logremos cubrir todo lo que implica ser un adulto responsable y tener una vida mínimamente digna.
En mi país (Colombia), a los bailarines les pagan por horas, por presentación e incluso, si has decidido ser docente, entras a ser un prestador de servicios donde debes asumir tu propia seguridad social y protección de riesgos laborales. En Francia, en cambio, sí hay una figura de intermitente de espectáculos, que te permite ciertos beneficios como artista, y hace que estas profesiones sean, quizás, valoradas un poco mas y de manera distinta por el resto de la sociedad.
Si tienes un poco de suerte y logras crear tu propio centro de danzas, la tarea se hace aún más grande, comenzando por la formación de público, no solo para que aprecien tu danza, pero la formación de una comunidad que valore y sea consciente que la danza es tu profesión, lograr que las personas entiendan y tomen consciencia que no solamente es ir a una clase de danza para divertirse y que los múltiples beneficios que ella puede aportar no están basados solo en mover el cuerpo, que la persona que enseña a pasado su vida preparándose, que constantemente estudia y trabaja su técnica y su creatividad para poder entregarles eso que tanto les aporta en clase, que tiene compromisos con el espacio donde todo sucede, el bailarín al igual que el resto de los mortales debe alimentarse, asumir sus gastos básicos y pagar su formación constante, talleres, libros, diplomados, viajes de investigación e intercambio, sin contar los altos costos que en ocasiones puede llevar el realizar un montaje, acompañado de vestuarios, maquillaje y tantas cosas extras que suceden en el camino.
En la actualidad, aún hay personas que creen que por ser bailarín no debes preparar nada: que solo se trata de que suene la música, y la magia opera. Algunos piensan que haces danza porque no tienes nada más que hacer; o, en el peor de los casos, consideran que haces danza porque intelectualmente no pudiste hacer otra cosa.
Cuando diriges tu propio centro de danza, te ves confrontado a que las personas, de un momento a otro, te digan que no asistirán mas porque les llegó un problema de salud o porque la economía ya no les permite; y las clases de danza, obviamente, no hacen parte de las prioridades. O quienes, cuando tu te enfermas y te ves en la obligación de cancelar clases, no te pagan porque no diste la clase, como si quienes asisten al colegio o a la universidad le dijeran a la institución: no se dio clase, no la pago.
A esto se suman quienes denigran nuestro arte en sus salas de restaurantes y eventos públicos, donde pagan una miseria la prestación que el bailarín hace, en su gran mayoría por necesidad, porque la mayoría del tiempo se está en diferentes lugares para, al final, reunir lo que nos permita asumir nuestra manutención personal.
Y por supuesto, nuestro entorno, aquel que cree que el amigo bailarín, cuando tiene una puesta en escena, debe regalar las entradas porque a él nada le cuesta; esto incluye a las mismas instituciones públicas, que consideran que el bailarín debe lograr sobrevivir con una beca anual, ganada generalmente como compañía con varios bailarines unidos para dividirse un premio que, al final, realmente en la gran mayoría de casos, solo les permite producirse en escena.
Considero que de nosotros mismos depende, que nuestra profesión y nuestro arte sea cada vez mas valorado y respetado, empezando por respetarnos a nosotros mismos, no permitiendo que otros nos paguen menos de lo que merecemos, por el afán de lograr llegar a fin de mes y asumir nuestras responsabilidades. Tenemos una tarea en la formación de nuestros públicos, así como nosotros nos hemos formado en nuestro arte. La pandemia dejó clara la importancia de nuestro arte para la sociedad. La pandemia permitió que muchas personas fueran conscientes de la gran herramienta que puede ser la danza en la vida. De nosotros depende que todo sea cada vez mejor y que, a través de nuestra danza, se siga construyendo una mejor sociedad en consciencia, respeto y valoración de la misma como medio de expresión, sanación y vida.