EL RITMO CON EL QUE QUIERO HABITARME

Por Patricia Rojas Pérez

darlevozalcuerpo@gmail.com

IG @darlevozalcuerpo




 ©Brooke Shaden


Desde pequeña me sentí distinta. Mi manera de sentir no encajaba en el molde adultocentrista: demasiada intensidad, para un mundo donde había que obedecer y cumplir. Mi autenticidad y mi naturaleza salvaje se fueron silenciando y me fui amoldando a las expectativas del entorno, para recibir reconocimiento por parte de él. 

Mi cuerpo siempre manifestó su deseo: me susurraba de manera constante que ese personaje que había creado, limitaba mi expresión y no me permitía mirar más allá.

Lo lineal siempre me drenó, pero no lograba salir de ese patrón, porque en él siempre encontré cariño y reconocimiento.

Mi cuerpo pedía a gritos parar, y si bien reconocía esta necesidad, el deber ser protagonizaba la danza de mi vida.

Hasta que todo se oscureció, el desequilibrio que había en mí era tanto, que mi cuerpo no pudo más; se sintió cansado, pesado, tembloroso y diferentes zonas comenzaron a manifestarlo: mi estómago ardió, mi garganta se inflamó y mi mente se nubló. 

El límite se hizo presente, mi cuerpo me pasó la cuenta y tenía dos opciones: aliviar los síntomas y seguir habitándome de la misma manera, o ir a la raíz y reconocer que, detrás de ellos, existía la necesidad de un cambio para volver a encontrarme. Opté por lo último. Observé mi andar, reconocí en él lo que me nutría, y lo que intensificaba mi cansancio y mi agobio. 

Acepté todo el movimiento que esto generaba, porque sabía que el destino de este viaje era regresar a mi naturaleza interior y empezar a seguir mis propios ciclos.

Encontré en la danza, la manera de canalizar esta tempestad, permitiéndome reconocer y comprender las emociones y sensaciones que aparecían con este cambio que anhelaba.

A través de ella, fui explorando nuevas posibilidades de representar lo que mi cuerpo me relataba, invitándolo a dialogar con sus diferentes partes: física, mental, emocional, energética y espiritual, dándole espacio a cada una para que entregara su mensaje y así, pudiera expresar todo lo que se manifestaba en mi interior.

La danza se fue transformando en mi principal herramienta de autocuidado ya que me permitió acceder a mi memoria corporal, para darle un nuevo espacio a las experiencias del pasado, reconociéndolas, escuchando sus mensajes y buscando la manera de generar cambios e incorporar nuevos hábitos en mi presente.

Vivir el presente de mi cuerpo, me ha permitido recordar que “no hay nada malo en mí”, que todo lo que siento y percibo es parte de mi historia, que necesita ser escuchada para transformarse, permitiéndome reconocer que cuando avanzo a mi ritmo, de manera sutil y acorde a mis propios movimientos, puede atender mis necesidades y usar la sabiduría del cuerpo a mi favor.

La danza me otorga ese espacio de conexión, donde puedo cuidar a mi humana, para enraizar en mi tierra fértil que soy: un cuerpo. Y a través de esta consigna, puedo recuperar la soberanía de mi historia.