ORIGINALIDAD Y CONSCIENCIA CORPORAL

Por Laura Ávila


Originalidad y Consciencia Corporal

La Escritura como Espacio de Investigación


Fuente: Pinterest


Desde la investigación del movimiento y la escritura acerca de la Danza, el concepto de originalidad siempre ha sido una constante en mis reflexiones. ¿Qué significa realmente ser original cuando hablamos de la creación artística, y cómo se vincula esto con el baile? En un mundo donde todo parece haber sido hecho y rehecho, la originalidad parece un terreno difuso, más cercano a la reinterpretación y la fusión que a la invención absoluta. En mi experiencia, tanto en el estudio como en la escritura, la originalidad no reside en crear algo completamente nuevo, sino en la capacidad de recontextualizar lo ya conocido desde una perspectiva única: la idea de que todo lo vivido, antes de ser expresado, es interiorizado.

El proceso de escribir sobre danza, para mí, está profundamente arraigado en el trabajo de conciencia corporal. La escritura y el cuerpo dialogan de manera continua; lo que el cuerpo experimenta en el movimiento se traduce, de alguna manera, en palabras. Cada texto redactado es, de cierto modo, un reflejo de las sensaciones, tensiones y experiencias físicas vividas desde la investigación o en escena. No puedo separar la escritura de mi ser corporal; así como no puedo desligar la creación coreográfica de las reflexiones que surgen en el acto de escribir.

Este proceso de investigación a través de la escritura requiere, entonces, de una profunda noción del propio cuerpo. Cada vez más. No se trata solo de describir los movimientos, sino de entender cómo cada gesto, cada secuencia, se inscribe en un marco más amplio: el de la historia, la cultura y el lenguaje. Es aquí donde la originalidad encuentra su espacio. Al trabajar desde el cuerpo, no sólo como herramienta creativa, sino también como fuente de conocimiento, podemos generar nuevas ideas, nuevos enfoques que permitan entender la danza desde lugares aún inexplorados.

La conciencia corporal es, entonces, no sólo una práctica de autoconocimiento, sino una metodología de investigación. Me pregunto constantemente: ¿qué nos dice el cuerpo cuando lo observamos detenidamente, cuando lo escuchamos sin intentar imponerle formas preconcebidas? Este proceso de escucha y observación es esencial para la escritura de la danza. A través de la conciencia corporal, podemos captar los matices sutiles que hacen que un movimiento sea significativo, que lo convierten en un acto original dentro de una coreografía o una narrativa.


El Cuerpo como Texto y la Escritura como Danza

La danza, en esencia, es una forma de lenguaje, un sistema de signos que comunica a través del cuerpo. Del mismo modo, la escritura es un espacio en el que esos signos pueden expandirse, trascendiendo los límites del cuerpo físico para encontrar nuevas formas de expresión. A través de la escritura, el cuerpo se convierte en texto, un vehículo que permite capturar las experiencias corporales de manera que puedan ser leídas, interpretadas y transformadas. Esta relación entre cuerpo y escritura no es unidireccional: así como escribimos sobre la danza, también podemos pensar que, en cierto modo, la danza escribe en nosotros.

Cada movimiento que el cuerpo traza en el espacio deja una marca, un rastro que puede ser recogido y reelaborado en el acto de escribir. La escritura, entonces, no es solo una transcripción de la experiencia corporal, sino un diálogo constante entre lo vivido y lo narrado. Esta idea de "escribir con el cuerpo" abre un horizonte creativo en el que el papel de la escritura no se limita a describir lo que se ve o se siente, sino que, como la danza, tiene el poder de generar nuevas realidades, nuevas comprensiones del mundo.

En este sentido, el cuerpo y la escritura se encuentran en un espacio común: ambos son medios para explorar y representar la experiencia humana, y ambos pueden ser entendidos como actos de creación.  Así como el cuerpo que baila nos muestra algo sobre la naturaleza del movimiento, la escritura sobre danza nos permite vislumbrar lo invisible, lo que queda más allá de la simple observación del movimiento. La escritura, en este caso, se convierte en una forma de "coreografiar" ideas, de tejer nuevas tramas que conectan la experiencia física con la reflexión intelectual, en un proceso que es, a su vez, profundamente creativo y profundamente humano.

Entonces, la invitación sea quizás a pensar cómo la escritura puede ser una extensión de la práctica corporal, cómo puede capturar y expandir el conocimiento que surge del cuerpo en movimiento. Desde este lugar, la originalidad en la escritura de danza no es solo un acto creativo, sino también una forma de construir conocimiento. Es un proceso de inmersión y reflexión profunda que nos permite acceder a las capas más íntimas de nuestra experiencia artística, nuestra danza  y, a su vez, compartir ese conocimiento con el mundo.