SILENCIO, SOLEDAD Y TIEMPO

Por Lucero Dávila

IG @lucerodavilaarte



Fotografía - Oswaldo Cepeda



Silencio. El hermoso silencio siempre es ese grandioso elemento que todos necesitamos en algún momento de nuestras vidas. Junto con la soledad, se convierten en el matrimonio perfecto, permitiéndonos recuperarnos del estrés, la ansiedad y el trajín del día a día, proporcionándonos un abrigo en momentos de bruma y, aunque parezca inverosímil, el silencio y la soledad son quienes nos otorgan las respuestas que necesitamos, siempre, con la ayuda del tiempo.

Para la danza, esta pareja, también es muy importante. Es en el silencio que retomas tus ensayos, es en silencio que repasas y repites lo que te cuesta aprender, vas grabando en tu mente lo que ocurre con tu cuerpo y es el perfecto conserje que abre la puerta a la escucha de tu propio ser. Acompasado por el tiempo, ayuda en el descubrimiento de las voces, ritmos, colores y expresiones que produces mientras aprendes, ensayas o bailas. 

Por otro lado, la soledad te permite ser tu propia compañía, darte la oportunidad de conocerte y enfrentarte a quién eres realmente, revelando tus capacidades ya sea para confrontar o abrazar lo que pueda venir en el futuro. En la danza, la soledad, también te cubre de una majestuosa protección cuando empiezas a errar, cuando necesitas que nadie te vea para calmarte y volver a comenzar, para levantarte después de caerte y, por qué no, para regañarte con firmeza y erguirte con fuerza, si el encorvarte o demorar al levantarte quieren formar parte de tu rutina. La soledad propicia la mejor sala de ensayos que puedes tener y, aunque no recuerdes muy bien una clase, es en ella que lo tomas con tranquilidad, respiras profundo y te consuelas con la esperanza de aprenderlo para la siguiente vez sin frustrarte.

Pero, además de todo lo expresado, regalarte tiempo para estar en silencio y a solas te concede reconocer lo que pasa dentro de tu cuerpo cuando haces un movimiento; tomas consciencia de lo que ocurre al levantar una pierna en un developpé; observas que no es la pierna la que hace sola el trabajo y que no depende de ella únicamente; comprendes que levantar la pierna es también un trabajo conjunto de tu abdomen, espalda, pierna base; tirando siempre la cabeza hacia arriba, manteniendo firme el cuerpo para que pueda aportar a la práctica y todo, ocurriendo en un mismo fragmento de tiempo.

Tu cerebro recuerda las palabras del profesor al dar indicaciones en el aula. Al estar en silencio logras escuchar en totalidad lo que te ocurre. Paralelamente, la soledad le cierra la cortina al miedo de sentir vergüenza si todo te sale mal, y debes volver a iniciar. Adviertes cuánto amas estar viva y cuánto amas bailar; cuánto te duele estar lejos de la danza y recordar desde la distancia, el tiempo en que dejó su hermosa huella en ti, ansiando volver para nunca más soltar.

Cuando recorres la etapa en la que puedes despertar al amor haciendo algo que te hace feliz y te lleva a crecer, agradeces el ser parte de este mundo, tener un cuerpo que se mueve por sí solo, respirar y poder disfrutar todo aquello que tus ojos pueden ver; haber pasado por tanto y tener la oportunidad de tomar una barra y escuchar una clase, poder caminar por la calle, sentir el viento, el frío, la lluvia y experimentar la vida con todos tus sentidos. 

El silencio y la soledad te llevan por el sendero interno, colocando frente a ti un espejo transparente que permite verte y ver el camino que viene por delante.

El silencio y la soledad van tomados de la mano por el sendero del tiempo, quien es, finalmente, el que dispone el marco por el cual todo debe transitar. Entonces, el silencio es como el espejo en el salón de clases, la soledad se convierte en el amplio espacio que tienes para seguir aprendiendo, y el profesor se transfigura en ese tiempo que indica la pauta a seguir.